La edad de las bestias

Capítulo 1 - Profecía (Wander)

Había mucho revuelo en la entrada sur de Cintheria a causa de la enorme cantidad de refugiados que viajaban a la capital del reino tras los destrozos del terremoto. El epicentro no estaba claro, pero sí la gran magnitud del mismo. Wander se había librado de milagro, gracias a que cuando comenzaron los temblores ya se encontraba en medio del camino hacia Cintheria y había puesto una distancia considerable entre la Cordillera del Concierto y él mismo. Eso no hizo que se asustase menos, ya que cuando el terremoto alcanzó su cenit solo supo tirarse al suelo con la esperanza de que terminase pronto. Cuando cesaron los temblores, Wander siguió su camino apresurando los pasos para llegar cuanto antes a su destino: Cintheria.

Wander era uno de los mejores soldados de la república de Calathra y en ese momento se encontraba en una importante misión. Había llegado cierta información sobre avistamientos de bestias y monstruos por los alrededores de Cintheria y Wander había sido elegido para comprobar su veracidad. Por esa razón, atravesó la cordillera que separaba Cintheria de Calathra. Al llegar a la ciudad, se topó con una cola inmensa de gente asustada que buscaba encontrar protección dentro de sus muros. Como Wander tan solo medía 176 centímetros, no lograba ver por qué no avanzaba la cola. A las pocas horas de avance muy lento, por fin pudo ver a los guardias que iban filtrando quién podía pasar y quién no, al mismo tiempo que otros habían montado un campamento improvisado para los refugiados. Al fin, una voz grave y rota, con seguridad por llevar todo el día hablando sin parar, llamó la atención de Wander.

—Tú, el chico de pelo corto castaño, piel clara, que lleva chaleco de cuero y los pantalones a juego.

Wander, que llevaba una fuerte camisa blanca y un chaleco de cuero reforzado, se dio por aludido y se acercó al soldado. Al acercarse, el hombre se quedó muy sorprendido al ver los ojos azules de Wander, debido a su heterocromía central áurea que solo se apreciaba de cerca. Wander estaba acostumbrado a ese tipo de reacciones, así que optó por ignorarlas.

—Me hablaba a mí, ¿verdad?

—Si… Claro —confirmó el guardia nervioso para que el chico no se diese cuenta de que le miraba de manera impulsiva a los ojos—. Como estarás imaginando, no damos abasto a causa del terremoto —explicó a la vez que miraba unos pergaminos que tenía sobre una mesita—. Gracias a que nuestros constructores hacen un gran trabajo, casi todas las casas han aguantado la sacudida, pero ha habido igualmente mucho derrumbe.

Mientras el soldado explicaba la situación a Wander, su compañero acababa de llamar a una mujer con dos hijos que estaban detrás. La mujer estaba llorando y el hermano mayor arrastraba al pequeño que también rompía en lágrimas. Wander se distrajo contemplando la triste escena, dejando de escuchar al guardia.

—… Así que si lo que buscas es provisiones o asilo, me temo que ahora mismo solo podemos ofrecerte una de las tiendas de lona del campamento improvisado que estamos levantando justo aquí a las afueras —finalizó esperando una respuesta que no terminaba de llegar—. ¿Chico?

—Ah, sí, claro… —divagó Wander al darse cuenta de que no había prestado atención—. Mi nombre es Wander, soldado de Calathra —empezó a aclarar un poco nervioso rebuscando en su mochila la carta que le dieron antes de partir—. El gobernador Lurtz me ha solicitado que viniese a Cintheria y, si lo creía necesario, ver al rey Súrion para hablar de ciertos rumores sobre avistamientos de bestias o monstruos. Esta carta lo certifica.

—Oh, comprendo —confirmó el soldado fijándose más en el chico a la vez que cogía el sobre sellado.

El chaleco de cuero y el pantalón que llevaba parecían bien reforzados, como si fueran parte de una armadura ligera incompleta. Calzaba también unas botas de cuero fuerte muy usadas y en el cinturón llevaba un hacha con el lobo de Calathra grabado en la hoja y en el lado contrario una espada corta con el mismo símbolo en el pomo de la empuñadura. El muchacho parecía muy joven para ser soldado y su complexión delgada no ayudaba, aunque sí tenía pinta de ser atlético. Abrió la carta y sacó el papel que incluía. En un texto breve, el gobernador Lurtz Viper, apelaba a la buena relación entre el reino de Cintheria y la república de Calathra solicitando audiencia para el soldado Wander con el rey Súrion Morelan. Tras confirmar que el sello era auténtico, le devolvió la carta a Wander, le hizo señas a un compañero que estaba dentro de la ciudad y luego se dirigió de nuevo a Wander

—Veo que la obsesión de Calathra por la guerra no va a cambiar nunca.

—Disculpa, pero no veo por qué hay que pensar eso —protestó Wander ofendido—. Si los rumores son ciertos, probablemente haya que hacer algo al respecto.

—Mis disculpas, joven —se apresuró el guardia a rectificar. Lo último que quería era meterse en trifulcas con un enviado de Calathra—. He sido imprudente al pensar que el gobernador podía haber enviado a un simple diplomático. Acompáñame un momento.

El soldado colocó su mano en la espalda de Wander y le invitó a caminar con la otra. Nada más rozarle, Wander se estremeció y se apartó del soldado, el cual no intentó repetir el gesto, extrañado por la actitud del muchacho. La ciudad estaba abarrotada y en más de una ocasión tuvieron que frenar para dejar pasar a algún vecino que corría con una carretilla transportando escombros de alguna casa en la que estaban buscando supervivientes. La situación era desoladora, pero poco podía hacer un chico joven como Wander para marcar la diferencia en una ciudad desconocida. En todo caso, el soldado no había exagerado al decir que eran pocas las casas que habían sufrido por el terremoto, lo peor de aquello era que las afectadas eran, sobre todo, de gente pobre. Wander empatizó con todos ellos, ya que él mismo tenía poco más que su ropa y sus armas, aunque siempre guardaba lo suficiente como para tener un techo bajo el que dormir y algo que llevarse a la boca.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.09.2024

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