La edad de las bestias

Capítulo 3 - Bajo el castillo (Jhin)

El escenario fue bastante desagradable, al menos para la mayoría de los presentes, aunque no tanto para Jhin. Estaba convencida de que su padre no lo sabía, pero había estado husmeando cerca del fuerte de la milicia y había escuchado hablar a los soldados sobre avistamientos de animales extraños, híbridos o criaturas deformes. Alguna que otra descripción hicieron que en su momento se le pusiera la piel de gallina, solo que en esta ocasión estaba preparada y había logrado permanecer entera llegado el momento, por lo menos en lo que los soldados terminaban cerrando la puerta al salir.

—No quería que fuera de esta manera, pero las circunstancias no lo han permitido —comentó Súrion dirigiéndose a Wander y a Jhin con cierta pesadumbre—. Os he llamado precisamente por lo que acabáis de presenciar.

Antes de volver a dirigirse a ambos, Súrion se giró para mirar a su esposa y a su hija. Amalia y Dahlia, que ya se encontraban detrás de él y, tras un leve movimiento de cabeza del rey, ambas entendieron el mensaje y se marcharon despacio de la sala. Jhin observó de reojo al soldado calathreno, el cual evitó cruzar la mirada con la suya o con la de su padre. Jhin negó con la cabeza sin que Wander se diera cuenta, se le notaba incómodo y fuera de lugar.

—Asumo que estáis contrariados —redundó Súrion—, pero todo esto es necesario.

La voz de rey de por sí era imponente, sin embargo, con la sala vacía, el eco hacía que se volviera ominosa y retumbaba sin cesar. Wander se limitó a asentir con la cabeza.

—Por supuesto que lo estamos, padre —confirmó Jhin entrecruzando todos los dedos de sus manos.

Desde que esa misma mañana fuese llamada por su padre, el rey, las cosas ya comenzaron a sonar extrañas. Si bien es cierto que Jhin siempre se saltaba la ronda de las audiencias del pueblo, en esta ocasión quería estar presente por si pudiera ayudar. El terremoto había ocasionado estragos en los barrios menos agraciados y pretendía presionar para que la ayuda se centrase en ellos. No obstante, poco después de vestirse con uno de sus vestidos favoritos, Manel, su propio mentor, llamó a la puerta de sus aposentos con un mensaje urgente. No era habitual que un cargo tan alto como el de Manel hiciera de recadero y menos aún al tratarse del general de la brigada mágica de Cintheria, de modo que Jhin pensó que se trataría de un tema muy urgente y de severa gravedad.

Para su sorpresa, su padre solo deseaba que saliera a las puertas del castillo a buscar a un joven calathreno y que le guiase hasta la sala del trono. Jhin tampoco era de esas que abusase del servicio, pero para eso había cientos de criados alrededor de todo el castillo. Así mismo, levantó los hombros cuando Manel le explicó que el rey insistió en que fuera de manera inmediata, cogió su sombrero y salió a buscar al invitado de Calathra. Lo que sin duda no se esperaba era que durante la visita los soldados irrumpiesen en la sala del trono con una bestia enorme y menos aún el secretismo con el que Súrion estaba envolviendo la situación.

—Estoy seguro de que durante la explicación os preguntaréis todo el tiempo que tiene que ver todo esto con la bestia, con llamaros o con que estemos aquí tan solo nosotros tres, pero si permanecéis en silencio os prometo que finalmente lo comprenderéis todo—inició el discurso Súrion.

»Si bien es cierto que Calathra y Cintheria fueron enemigas en el pasado, desde hace bastantes años gozamos de una muy buena relación, a pesar de las grandes diferencias en cuanto a política, costumbres y creencias. Calathra es una república construida basándose en la potencia militar y minera. Cuando hace cientos de años se produjo el golpe de Estado en Calathra que finalizó con la monarquía no fue lo único que se eliminó, aunque de manera progresiva el culto al Octáreo se fue diluyendo, de la misma manera que lleva ocurriendo en Cintheria desde hace tiempo y, por lo que observamos, en todo el continente de Hyllurd. La monarquía de Cintheria siempre ha intentado mantener vivo ese culto, aunque en vano, y ya el padre de mi padre fue el que eliminó las leyes que obligaban a la población a seguir ritos de adoración a los dioses como Rymtarr, Kudos o Edal. Sin embargo, ha sido una tradición mantener viva esa creencia dentro de la familia real para que jamás olvidásemos que la leyenda sobre la antigua edad de las bestias fue real y que por poco humanos, elfos y enanos no nos extinguimos. Por esa razón, cuando algunos de mis soldados reportaron visualizaciones de criaturas extrañas que no se correspondían a ninguna especie de animal conocida, recurrí a uno de nuestros mejores y más fuertes aliados: Calathra. Como es de esperar, el gobernador Lurtz estaba muy en contra de creer en que pudiera estar relacionada la aparición de estas bestias con la antigua leyenda, pero ante mi insistencia, accedió a enviar a su mejor soldado.

—Padre, a mí nunca me habéis hablado de las leyendas —afirmó Jhin extrañada—. Obviamente, las conozco porque he leído los libros en la biblioteca y conozco las historias para niños, pero no sabía que fueran ciertas.

Jhin recordaba cómo, cuando jugaban de pequeñas Dahlia y ella día si día no, su hermanastra tenía que irse con el místico bibliotecario y ella se quedaba sola. Al principio, Dahlia al regresar le contaba a Jhin lo que le enseñaban sobre los dioses, la creación de las razas y las especies y cómo los dioses gobernaban todo el mundo. Como era pequeña, todo aquello le parecía fascinante a Jhin y, cuando Dahlia creció y dejó de compartir ese conocimiento con ella, lo buscó en los antiguos libros de la biblioteca. Al final, comprendió que todo eran leyendas, cuentos para niños y fábulas para explicar el inicio de todo o de la magia. En cualquier caso, que Dahlia tuviera ese trato diferente le dolió bastante, al menos hasta que ella empezó a aprender magia elemental con Manel, que entonces pasó de sentirse sola a saber que era especial.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.09.2024

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