La edad de las bestias

Capítulo 8 - Cristal Telur (Jhin)

Viajar con Wander era mucho más rápido, ingenioso y silencioso de lo que Jhin esperaba. No era un chico de muchas palabras, pero sin duda alguna era muy efectivo. Su disciplina como soldado calathreno destacaba por encima de todo, madrugando cada mañana, desayunando y poniéndose en marcha tan pronto como era posible. Jhin no llevaba bien esos horarios, no obstante, tampoco estaba en situación de discutir. Ella jamás había viajado sola y mucho menos de esa manera, así que prefería hacer el esfuerzo de adaptarse a los métodos de Wander. Nada más salir de Cintheria, Wander regateó con un humilde comerciante que volvía con su carro vacío a su hogar para que les permitiera viajar con él hasta la encrucijada que partía al interior de la región y otra al noreste, en dirección a la cueva de paso a Pollswin. Gracias a ello, en un tiempo mucho más cortó del previsto, se encontraron en la puerta de la cueva, tan solo dos días después.

Una vez dentro, llegaron a una puerta de hierro enorme oxidada que estaba incrustada en la dura roca. Jhin sacó la llave que Súrion le había entregado y con ella abrió la cerradura que llevaba décadas cerrada. Necesitaron tirar de la puerta entre los dos para lograr que se moviese y, aun así, tuvieron que escarbar el suelo para poder abrirla del todo.

La oscuridad de la cueva era densa, pero Jhin pudo utilizar su magia de fuego para encender las antorchas que todavía colgaban por las paredes, repletas de telarañas y polvo. Notó como Wander se sorprendía al verla practicar las artes mágicas elementales y se sonrojó en un par de ocasiones. Al ver como le maravillaba al joven, se hizo la fuerte y encendió cada una de las antorchas que encontraba, aunque se sentía agotada. Según se adentraron se fueron dando cuenta de que cada vez hacía menos falta que Jhin usara sus poderes, debido a un brillo azul tenue que se filtraba por las paredes. Wander, extrañado, se acercó a la roca y rasco con su hacha.

—Es el mineral Telur —explicó Jhin.

—¿Telur?

—Esta cueva era una mina de ese mineral —repitió sentándose en una roca que encontró cerca aprovechando el momento para descansar—. Bien trabajado formaban unos cristales de tonalidad celeste que, según leí en uno de los libros de la biblioteca, los Rymka encantaban para vincularlos entre sí. También se detallaba que si se hacía magia en alguno de los dos el encantador viajaba teletransportado al cristal vinculado.

Wander miró a Jhin desconcertado y la boca abierta de par en par. Jhin no paraba de sorprenderse con lo poco que sabía Wander de Cintheria, a pesar de que le parecía de lo más comprensible. Era como un niño descubriendo que los elfos o los enanos existían. No era habitual verlos por Hyllurd, de la misma manera que la magia elemental era propia de Cintheria. Por suerte, a cada paso que daban el resplandor del mineral era más potente y no tardaron mucho en encontrarse con el primer cristal Telur. Wander le sugirió a Jhin lanzar cualquier hechizo sobre el cristal, a lo que ella se negó en rotundo. Si hacía aquello podían aparecer en cualquier lugar peligroso. Wander aceptó la réplica sin rechistar y no volvió a abrir la boca. Esa actitud ponía de los nervios a Jhin y le gustaría que por una vez su compañero no estuviera de acuerdo, aunque fuera por mantener algo más de conversación.

Por el camino se toparon con algunos murciélagos más grandes de lo común que tuvieron que eliminar. Wander demostró una gran habilidad en combate, ya que aunque se trataba de un luchador cuerpo a cuerpo, era capaz de lanzar su hacha y acertar a un blanco en movimiento. Para Jhin era mucho más fácil, le bastaba con mover sus manos apuntando a la pequeña bestia y conjurar un pequeño rayo que acertase en el objetivo. No obstante, se sintió segura al lado de Wander y respiró tranquila. «Puede que sea silencioso, pero con él estaré a salvo», pensó tras enfrentarse en varias ocasiones a las bestias aladas.

Los cristales Telur se multiplicaban a pares y la iluminación ya era total. Los ojos de Jhin parecían azules ante el brillo celeste que envolvía todo. Unas horas después, empezó a escuchar como corría el agua por alguna parte, hasta que vieron el origen del sonido. A esa altura de la cueva, un río subterráneo la atravesaba de lado a lado imposibilitando a los jóvenes continuar su camino. En la otra orilla, una barca de madera estaba amarrada a una estaca y era imposible cruzar a nado, pues la corriente bajaba con violencia. Jhin esperó a que Wander propusiera alguna idea, pero el calathreno tan solo se acariciaba la barbilla mirando a todas partes y a ninguna a la vez. Al rato, Wander empezó a pasear por la orilla observando cada detalle. Jhin, dando por perdida la causa, volvió a buscar una roca cómoda en la que esperar a que Wander sugiriera una solución.

—Con una cuerda no llegaríamos a la barca —comentó al aire Wander—. ¿Puede ser una jugarreta de Pollswin por si Cintheria intentaba abrir la cueva?

A Jhin le ponía de los nervios que en ocasiones Wander hablara solo. Todavía no se lo había dicho, pero cuando acamparon la primera noche se puso a comentar susurrando los planes para el día siguiente y se preguntaba si Lurtz estaría de acuerdo con buscar los monumentos. Jhin, por respetar la intimidad del joven, había tomado la decisión de no decirle nada, pero hablaba más consigo mismo que con ella.

—¡Jhin! —gritó de repente Wander—. Ven, tengo una idea…

Sorprendida de que le dirigiese la palabra, se levantó de la cómoda roca y caminó sin prisa hasta colocarse a su lado. Wander señalaba el río con su dedo índice.

—¿Podrías congelarlo con tu magia?



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.09.2024

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