La edad de las bestias

Capítulo 10 - Truncado (Theron)

No había parado de nevar ni un solo minuto en todo el tiempo que tardó en bajar la montaña y recorrer el camino hacia Villa Plateada, el pueblo más cercano a la frontera con Cintheria. Comenzó como una villa hacía mucho tiempo, regentada por uno de los señores vasallos del reino y ahora era casi más una ciudad que una villa o un pueblo. No obstante, para Theron era un pueblucho mal construido venido a más.

Sin dudarlo ni un segundo, lo primero que hizo fue alquilar, con parte de la recompensa ganada del elfo oscuro, una habitación que tuviera una tina y agua caliente. Hacía mucho tiempo que no se aseaba y además hacía un frío insoportable. Al día siguiente, cuando salió limpio y con energías, su prioridad era rellenar su petaca y de paso tomarse una copa, aunque solo una, pues tenía intención de ir a ver al Señor de la villa para pedir audiencia con el rey.

Mientras que disfrutaba y se calentaba de paso con un buen vaso de vino caliente, puso atención a las conversaciones que se producían a su alrededor. Como era de esperar, la posada estaba repleta de gente bebiendo y gozando de música en directo, que un elfo estaba tocando con una preciosa zanfona. Escuchó a dos hombres que estaban gritando cada uno con una cerveza en la mano. Hablaban de lo peligroso que era salir del pueblo porque estaba todo lleno de monstruos y criaturas peligrosas.

Aquel dato era cierto, de camino a Villa Plateada él mismo se había topado con más de un lobo huargo y una especie de oso con púas y largos colmillos en la espalda del cual prefirió huir. Siguió pendiente de todo lo que pudiera escuchar, pero nadie hablaba del supuesto monstruo enorme que había mencionado Finnian.

De lo que sí se fijó Theron fue de como los ciudadanos lo miraban con desprecio. Todos los cazadores del gremio vestían ropas que se tejían ellos mismo utilizando las pieles de sus presas, así que no eran difíciles de identificar. Al parecer, no solo el rey era reticente con los cazadores, sino todo el pueblo también. Le hubiera gustado entender el porqué, pero imaginó que lo descubriría en poco tiempo.

Decepcionado por no haber obtenido nada de información relevante, se levantó y se marchó de la posada para buscar la mansión del Señor.

Tal y como recordaba, las calles de Villa Plateada no tenían sentido alguno y las casas se habían construido basándose en el deseo de su propietario sin criterio ni orden. Preguntó a uno de los guardias que pasaba por ahí y le indicó el camino para llegar a su destino, aunque no lo hizo por placer.

Había olvidado la ostentación absurda de la mansión del Señor de Villa Plateada, pero no desentonaba en un pueblo que cada casa era diferente de otra. Las vallas que delimitaban la villa eran de acero ornamentado y dejaban ver el enorme jardín cubierto de nieve, que cuando llegase el buen tiempo sería precioso, pero en ese momento daba pena. Los guardias que vigilaban la villa clavaban sus miradas en él, que no se dejó intimidar y caminó cada vez sacando más pecho. Cuando llegó a las puertas, los dos guardias que estaban situados allí cruzaron sus alabardas.

—¿Qué desea?

—Quiero ver al señor —respondió Theron sin rodeos.

—No es posible, lo siento.

Theron se esperaba que esa iba a ser la respuesta, lo cual no le pilló por sorpresa. Se pasó la mano por su pelo, haciendo que saltaran cientos de gotas que se estaban acumulando a causa de la nieve.

—Deseo obtener la recomendación del señor para que el rey me permita entrar al bosque Rimouwin y matar a la bestia que amenaza este reino.

Para decir aquello, Theron empleó su mejor tono de voz heroico e incluso se puso un poco de perfil resaltando sus mejores cualidades. Los guardias, en cambio, se mantuvieron impasibles y no movieron ni un músculo.

—El señor Edward no pretende hacer tal cosa —dijo por fin uno de los dos.

A Theron se le empezaron a hinchar las venas de la cabeza.

—No has intentado preguntarle —apuntó Theron rechinando los dientes.

—Ni pretendemos hacerlo —inquirió el guardia—. Tres de los de tu calaña ya lo han intentado y solo han empeorado la situación. Pollswin no quiere que tu gremio se acerque de nuevo al bosque.

Theron se giró vehemente y se marchó insultando y maldiciendo. No estaba seguro de si le habían escuchado, pero esperaba que sí. Antes de continuar volvió a darse la vuelta para ver si podía colarse en la casa por algún sitio. Vio guardias por todas partes y con la desesperación continuó hacia la salida. Malhumorado, deshizo el camino que había hecho esa mañana y regresó a la posada. Nada más entrar empujó a varios aldeanos para lograr alcanzar la barra de la taberna. El tabernero le miró asustado.

—¿Le puedo servir algo?

—Ponme dos copas de vino especiado —solicitó con la voz ronca y grave

Al finalizar el día, ya no le quedaba nada de dinero en la bolsa, aunque, antes de que, borracho, perdiera la noción de lo que llevaba gastado, se garantizó otro día en la posada, solo que esta vez tenía que ser una habitación más pequeña y modesta. Theron bebió vino, cerveza y whisky, se comió una buena pata de cordero y estaba disfrutando de la última copa de vino cuando sintió frío en la nuca.

Era de noche y la temperatura había bajado considerablemente, por lo que cada vez que alguien entraba en la posada la corriente llegaba hasta él. Furioso se giró para ver quién había hecho que le entrasen escalofríos, dispuesto a increparle, cuando reconoció a uno de los dos que acaban de entrar. No sabía su nombre, pero se trataba del chico que casi se le adelanta y le quitaba la recompensa por el elfo oscuro. Sabía que el chaval no se opuso ni se interesó en ser quien cazara al elfo, pero su inconsciente borrachera no estaba de acuerdo. Agarró con fuerza la copa de metal, se bebió hasta la última gota y la depositó con fuerza sobre la barra, la cual se cayó debido a que no era capaz de coordinar sus movimientos.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.09.2024

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