La edad de las bestias

Capítulo 15 - Siete (Phillia)

Phillia observó con superioridad como el cazador de bestias dio varias volteretas hasta que frenó su caída con el trasero. De entre todos los cazadores que había conocido, este era el más cabezota y el más estúpido.

—¿Acaso quieres terminar en el calabozo? —preguntó al cazador de bestias con la cabeza bien alta—. ¡Levanta!

El cazador obedeció despacio, recuperó su arma y la volvió a guardar en las cuerdas que llevaba a la espalda. No dejó de refunfuñar en voz baja hasta situarse al lado de Wander, el cual le dijo algo al oído. Phillia supuso que le estaría explicando la situación y le rogase que se comportase como el adulto que es, o al menos eso le habría gustado. Se fijó en como el cazador la miraba de reojo sin dejar de arrugar la nariz y de respirar con los orificios nasales dilatados.

—Vamos —les dijo Phillia a todos—. Cuanto más permanezcamos en la ciudad, más posibilidades de que nos pillen.

Los tres siguieron a Phillia sin rechistar hasta una de las postas que estaban más alejadas de la muralla. Una vez allí vieron el símbolo de Rymtarr que llevaba Phillia en el pecho dibujado en un cartel de madera. Antes de que nadie pudiera preguntarse dónde estaban, unos hombres vestidos con túnicas trajeron cuatro caballos ensillados. Phillia les indicó que montaran y la siguieran por el camino sur.

Mientras cabalgaban, Phillia supo que los tres estaban desconcertados y estaba deseando explicarse, pero sabía que Arthur tenía hombres en los caminos y no quería que la descubrieran con ellos. La necedad del rey rozaba lo innegable y se sentía en la obligación de tomar la justicia por su mano. Probablemente en su orden no estarían de acuerdo con ella, aunque nunca en toda su historia habían servido tanto al rey como en ese momento. Todo aquello le preocupaba, pero no era su prioridad máxima.

Gracias a los trabajadores del reino, los caminos que recorrían la región estaban despejados de nieve y eran transitables. De lo contrario, habrían tardado días en llegar al destino que ella misma se había impuesto. La ventisca interminable era otro de los puntos que mantenían su mente ocupada y, junto a otros miembros de la iglesia del Octáreo, compartió esa inquietud con el rey, de nuevo en vano. Pollswin no se encontraba en su mejor momento, solo que al menos ella iba a contribuir a hacer del reino un lugar mejor.

Cabalgaron sin parar durante horas hasta que llegaron al puente en arco que cruzaba el río Fionn. Fue entonces cuando Phillia les condujo a un espacio debajo del puente dónde descansar y ocultarse.

A causa de la cantidad de arbustos y de nieve que acumulaban, la enrevesada estructura de madera para soportar el peso del puente y sus viandantes, y el hecho de que estaba atardeciendo, convertían ese sitio en el escondite perfecto.

Nada más llegar, aseguraron bien a los caballos atando las riendas en las vigas de madera y encendieron una hoguera. Phillia se alejó para comprobar que el fuego no delataba su posición y, a pesar de que no se apreciaba la luz, el humo que se escapaba por los laterales del puente era demasiado evidente. Entrarían en calor y después lo apagarían para evitar visitantes inesperados.

Una vez asentados, Theron comenzó a cocinar unas liebres que habían comprado en Borean, mientras el resto esperaba ansioso y con hambre. Phillia fue la última en acomodarse alrededor del fuego.

—Tú te llamabas Wander, ¿no? —preguntó a Wander para confirmar que recordaba su nombre.

Wander asintió con la cabeza sin pronunciar ni una sola palabra.

—Entonces me falta por conocer vuestros nombres —continuó Phillia con el mismo tono altivo de siempre.

La chica y el cazador se miraron como si necesitaran la aprobación mutua para compartir esa información.

—Yo me llamo Theron —se aventuró a ser el primero el cazador.

—¿Tampoco tienes apellido? —se interesó la sacerdotisa.

—Ni lo conozco ni me importa —respondió mirando al fuego a la vez que giraba las liebres para que se cocinasen bien—. Me abandonaron cuando solo era un crío. Una familia de cazadores de bestias me crio. No es necesario saber más.

La chica encapuchada se quedó muda y Phillia se empezó a impacientar. Si iba a luchar al lado de ellos, quería conocerles y en especial a ella. Tenía algo especial que estaba ansiosa por confirmar.

—¿Te ha comido la lengua el gato? —se burló Phillia intentando picar a la joven.

—Por supuesto que no —contestó la chica.

Phillia detectó que le temblaba la voz, de modo que se esforzó por poner una de sus mejores expresiones amistosas. Era comprensible que desconfiaran de ella.

—Sé que esto es bastante raro —explicó—, pero mi orden no está bajo el dominio del rey. Es mi trabajo velar por la seguridad de este reino y por eso os he traído aquí. Quiero llevaros ante la bestia para terminar con su vida.

Su explicación no tuvo todo el efecto esperado, pues Wander seguía sin quitarle ojo con el ceño fruncido y Theron ni siquiera se esforzó en mirarla. La chica, en cambio, espiró todo el aire que guardaba en sus pulmones y se inclinó un poco hacia Phillia.

—Me llamo Jhin —dijo por fin intentando mantenerse oculta de la luz del fuego.

El comportamiento de Jhin era el más lógico de todos y Phillia sabía por qué.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.09.2024

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