Jhin estuvo toda la tarde charlando con Phillia sobre la magia blanca y sus aplicaciones. Siempre pensó que servía únicamente para sanar heridas, venenos y demás enfermedades, pero Phillia le mostró que también permitía crear escudos protectores, motivar o ensalzar a los guerreros, eliminar el sueño de una persona… Así que dio comienzo a sus estudios en la disciplina con una profesora muy entregada como Phillia. La sacerdotisa parecía encantada y la trataba como si fuera una delicada rosa que no podía permitir que se marchitase. Aquello reconfortaba a Jhin y la hacía sentir protegida.
Lo que no esperaba en absoluto era que iba a costar tanto realizar magia blanca. En la primera lección práctica, Phillia intentó que Jhin conjurase un escudo sobre ella misma para ir empezando. No hacía falta que fuera un escudo poderoso ni impenetrable, pero al menos que si fuera evidente. A pesar de la maestría de Jhin en la magia elemental, se sentía toda una novata en esa disciplina y no ver resultados rápidos la frustraba sin parar.
Wander, que había estado desaparecido todo el tiempo, entró en la sala de estar sin apartar la mirada de las dos. Llegó en el momento justo en el que Jhin, una vez más, no consiguió ningún resultado aparente.
—Parece difícil e imposible de ver —comentó distraído—. En Borean cuando conjuraste el escudo ninguno lo pudimos ver hasta que Theron te atacó.
—Así funciona en gran parte la magia blanca —apuntó Phillia cruzándose de piernas—. En su defecto es imperceptible, pero cuando interactúas con ella genera un fuerte destello.
Jhin se negó a participar en la conversación apartando su mirada hacia la chimenea tratando de ocultar el rojo de sus mejillas.
—Tengo una pregunta —proclamó Wander levantando una ceja—. ¿Por qué un ser no puede aprovechar diversos tipos de magia?
—Hay que nacer con el don de la magia —explicó breve la sacerdotisa levantando la cabeza—. Y, por supuesto, interesarte por trabajar su manejo.
—¿Eso quiere decir que igual yo puedo hacer magia?
—No es tan fácil… —añadió Jhin sin apartar la vista del fuego—. Ahora que sé que pertenezco al legado Rymka, puedo entender por qué a mí no me pasó. —Jhin parecía distante, como si estuviera reviviendo traumas pasados—. Si tu alma puede conjurar a los elementos sientes una extraña atracción a ellos: el fuego, el agua, el viento o la tierra.
—En el caso de la magia blanca tienes un constante instinto de hacer el bien, sanar a los heridos y ayudar a los desfavorecidos —interrumpió Phillia para aportar su grano de arena a la explicación.
—Yo a eso lo llamo altruismo —contrapuso Wander cruzando sus brazos y recostándose en la butaca.
—Podría ser —divagó Phillia—, pero en este caso no es caridad o heroísmo. Solo puedo decir que sentía cuando los demás sufrían cualquier tipo de dolor y creía que podía remediarlo.
Jhin, escuchando la afirmación de Phillia, estuvo segura de no haber sentido jamás un sentimiento similar. Era cierto que era extremadamente empática y reconocía una conexión con cualquier ser vivo o fuerza en el mundo. Sin embargo, como nunca encontró a nadie que la comprendiese, nunca había compartido esos sentimientos.
Satisfecho con la explicación, Wander, serio y conciso, pasó a la razón auténtica por la que se había unido a ellas: informó de que Theron se había marchado sin decir nada. A Jhin le extrañó que el cazador de bestias se marchase, pero Phillia le restó importancia.
—Nos bastamos los tres solos para matar a la hidra— aseguró levantándose del sofá en el que se había sentado para dar clases a Jhin.
—¿Cómo se supone que vamos a hacerlo? —cuestionó Wander en la misma postura, tumbado en el sofá como un niño pequeño.
—Con fuego —explicó Phillia girándose para mirar con una sonrisa a Jhin.
Jhin se sintió de repente muy pequeña con las miradas de sus dos compañeros fijas en ella.
—¿Yo? —preguntó con voz temblorosa.
—Quién si no, querida —afirmó Phillia levantando los hombros—. Cuando Wander le corte una de las cabezas a la bestia, tú debes cauterizar la zona para que el tejido se calcine y no puedan crecer más. Repetiremos el proceso siete veces y la hidra estará muerta. Yo me aseguraré de que no os hagan daño
—¿Cómo estás tan segura de ello? —volvió a replicar Wander.
—Porque así lo pone en el sagrado bestiario.
Phillia se acercó a una de las estanterías que adornaban la sala de estar y rebuscó entre todos los libros. Su mano fue pasando por cada uno de los lomos hasta que se frenó en uno enorme. Necesitó ambas manos para sacarlo de su lugar y depositarlo en la mesa que estaba en el centro de los sofás. Wander y Jhin se acercaron para verlo mejor y Phillia fue pasando las hojas sin cesar.
—No hay muchas copias del mismo —anunció Phillia sin dejar de pasar páginas—. Lo escribieron mis antepasados hace cientos de años y mi orden se ha encargado de realizar algunas copias…
La búsqueda dio sus frutos y, al fin, encontró la página deseada. En esa hoja se encontraba el dibujo de una especie de lagarto cerúleo con tres cabezas, tal y como lo describió Theron el otro día. A la derecha estaba escrito el nombre: Hidra. Jhin siguió leyendo y se detallaba una descripción exhaustiva de la bestia, como se movía, su altura aproximada y al final cómo matarla. Justo como había explicado Phillia, se mencionaba que era necesaria la participación de un mago capaz de conjurar fuego y definía el proceso.
Editado: 10.12.2024