Capítulo 21 - Punto de partida (Wander)

A pesar de que la ventisca se había disipado, la nieve, que todavía estaba presente, hacía del bosque un lugar congelado. Wander había oído que en primavera, solo nevaba en los alrededores del Monte Zyrgon y los Picos Beverstall al norte del reino de Pollswin, de modo que contaba con que toda la nieve del bosque estaría derretida en días o una semana si el clima se mantenía soleado.

Esa noche descansaron todos en una cueva cercana a la orilla del lago. El olor a quemado que desprendía el cadáver de la hidra en la cueva era apenas imperceptible, lo cual agradecieron todos, para poder descansar. A la mañana siguiente, pactaron entre los cuatro recorrer el camino de salida juntos, por si los lagartos humanoides volvían a atacar, y ya en la casa del bosque llegar a un acuerdo sobre su siguiente meta. Por suerte, ninguna de esas criaturas hizo acto de presencia, pudieron viajar tranquilos y descansando de todo lo ocurrido. Wander planteó al grupo si pudiera haber relación entre la muerte de la hidra y esas criaturas, pero tanto Theron como Phillia lo dieron como improbable.

Los caminos del bosque, al estar más expuestos, el tercer y último día, ya eran transitables, ahora que la nieve se había derretido por completo. Al llegar al final del camino, el paisaje había cambiado por completo de uno gris y blanco, por uno verde y colorido. Wander no había estado nunca en Pollswin en esa época del año y se quedó impregnado de su belleza. Las llanuras se extendían imparables por todo el territorio partiendo de la linde del bosque como si fueran las partes de una falda.

La casa de los sacerdotes también lucía distinta. Lo que antes parecía una caseta apagada enterrada en nieve, ahora era una enorme hacienda rodeada por un bello jardín, un huerto que necesitaba mucho trabajo y una casa rústica con un encanto acogedor. En su interior, hicieron turnos para asearse, comer y al final se juntaron en la sala de estar, iluminada por los rayos de sol que invadían toda la estancia. Phillia les agradeció todo lo que habían hecho por Pollswin.

—Sé que tenéis vuestra propia misión y estaría encantada de ir con vosotros, pero tengo obligaciones que cumplir en Borean —justificó—. Le daré las buenas noticias al rey Arthur. Espero que con esto retire el veto impuesto a tu gremio, Theron.

—Que le den al gremio —espetó él haciendo un corte de mangas.

Phillia puso los ojos en blanco a la vez que recogía una bolsa y se la colgaba del hombro.

—¿No vas a tener problemas por saltarte una orden real? —preguntó Wander inclinándose hacia adelante en el sofá.

—Mi orden siempre ha estado por encima de la sentencia real —explicó orgullosa—. Arthur verá por encima de mis actos y se dará cuenta de que en realidad debía ser así.

—Ten cuidado —rogó Jhin estrechando los ojos y frunciendo el ceño.

Phillia se giró hacia la joven y cogió su mano derecha.

—Lo tendré —prometió—. Sigue practicando magia blanca. Con constancia conseguirás lo que te propongas.

—Gracias Phillia —agradeció ella con una sonrisa torcida—. No dejaré de hacerlo.

La sacerdotisa de pronto se giró hacia Wander. Era una mujer alta, ancha y fuerte. Gracias a su armadura parecía más altiva e impresionante y él, que estaba sentado, se sintió intimidado por ella.

—Cuida de ella. —Phillia señaló a Jhin sin agacharse a mirar a Wander—. Vosotros emprendisteis la misión juntos, tú debes garantizar su seguridad.

—No voy a fallar —respondió Wander sin retirarle la mirada a Phillia.

—Espero que así sea —insistió Phillia—. “Chico de pocas palabras”.

Wander ni se inmutó con el comentario de la sacerdotisa, lo cual notó que le molestaba. Tras recoger algunas provisiones, se despidió de ellos y se marchó a caballo. Justo antes de partir le pidió a los sacerdotes que les otorgasen todo lo que necesitasen para el viaje.

La chimenea repiqueteaba y el ambiente se antojó muy tranquilo. Wander, que estaba más cercano al fuego, se levantó y se sentó junto a Theron. Ahora que la nieve se había derretido y el sol se alzaba fuerte, Wander tenía mucho calor.

—Nosotros deberíamos seguir buscando —sugirió Wander a Jhin, la cual levantó la vista para mirarle.

—¿Y qué vamos a hacer? —cuestionó ella—. Seguimos sin saber nada y no hay indicios de que haya más monumentos. Hablé de esto con Phillia y ella ignoraba que fueran reales… y es una sacerdotisa. Si no lo sabe ella…

—¿Monumentos? —solicitó más información Theron uniéndose a la conversación—. Es una palabra muy genérica.

—En Cintheria, vimos un monolito con runas doradas en un idioma desconocido en el aparecía representada Rymtarr —explicó Jhin harta del tema—. Mi padrastro… el rey Súrion cree que podemos descubrir algo en esos monumentos que nos lleven a encontrar a los antiguos dioses.

Wander esperó con impaciencia la reacción de Theron. Sabía de buena tinta que el cazador de bestias tampoco era creyente. Sin embargo, no fue la esperada. Theron se acarició la barba y estuvo unos segundos mirando al techo. Wander echó también una mirada, pero no había nada.

—No he oído hablar nunca de monolitos como ese en Hyllurd —negó Theron pensativo—. Sin embargo, en Aerilon, el continente de los elfos, creo que escuché hablar a algunos de ellos sobre algo similar. Solo que obviamente del dios Azien.

—¿Has estado en Aerilon? —preguntó Wander con una ceja levantada.

La pregunta incomodó un poco a Theron. Antes del incidente con el rey Arthur, el cazador solo había hablado sobre algunas de sus mejores presas, de alcohol, de armas y de cómo pretendía acabar con la bestia que azotaba al reino. Después, casi todo fue silencio o algún comentario sobre la situación, pero poco más.

—Es una larga historia… No fue porque quisiera, me emborraché junto a un grupo de cazadores que querían viajar allí a cazar. Como no estaba en plenas facultades, podemos decir que no me negué —comenzó a contar Theron tocándose la nuca sin mirar a ninguno de los dos—. No es buena idea que los humanos viajemos a Aerilon… Los elfos que viven allí no pueden ni vernos.