La edad de las bestias

Capítulo 22 - Cueva Deádoras (Jhin)

Como Phillia se había marchado, Jhin se vio obligada a dormir sola en la habitación de la casa del Bosque Rimouwin. La idea no hacía que se sintiera cómoda, pero le otorgó un poco de paz y pudo reflexionar sobre todo lo ocurrido. Había aprendido mucho gracias a la sacerdotisa, pero tenía que admitir que necesitaba ese descanso. Phillia se había obsesionado con su legado Rymka y resultaba agobiante que estuviera encima de ella todo el tiempo, presionándola para aprender magia blanca.

El combate contra la hidra no había ayudado, ya que el miedo y la desconfianza hicieron que se sintiera pequeña. En toda su vida jamás se imaginó teniendo que enfrentar a una bestia de aquellas características y, de no ser por Theron, habría permanecido acurrucada en el suelo. Por alguna razón que no era capaz de explicar, que el cazador demostrase una confianza real en ella despertó un sentimiento que creía inexistente, aunque con el tiempo que había pasado ya no había ni rastro de él.

Antes de acostarse intentó generar algún escudo sobre el mobiliario, pero no fue capaz de lograrlo. Lejos de desanimarse, se dijo a sí misma que si no era un ser vivo no funcionaría. Le costaba mucho trabajo reconocer su poder, solo que comprobar de qué era capaz al enfrentarse a la hidra la había hecho reflexionar. Theron podía tener razón y estaba siendo dura consigo misma.

A la mañana siguiente, Jhin coincidió con Wander en el pasillo, le saludó y él ni siquiera la miró. Tras la conversación del día anterior, el calathreno la estuvo evitando y apenas le dirigía la palabra. Jhin no comprendía su comportamiento, sobre todo después de que le prometiese protegerla y no abandonarla. De cualquier manera, descendieron juntos en dirección a la planta de abajo.

Theron les estaba esperando para desayunar en el pequeño comedor que había frente a la sala de estar. Jhin y Wander se unieron a él y un sacerdote calvo les preparó panceta, huevos y pan.

—He atravesado la cueva Deádoras cientos de veces —comentó Theron hablando con la boca llena—. En poco tiempo estaremos en Calathra.

—Esperemos no toparnos con más sorpresas… —murmuró Wander dando golpes con el tenedor en el plato.

—Sorpresas, ¿cómo cuál? —preguntó Jhin preocupada.

—No sé… Más bestias por el camino, como los lagartos del bosque —concretó Wander.

—Perdonadme, jóvenes, no he podido evitar escuchar vuestra conversación.

El sacerdote que les sirvió se acercaba a ellos con los brazos cruzados en la espalda, cogió una silla de la mesa de al lado y se sentó junto a ellos.

—El rey Arthur ha ordenado derruir el túnel de la cueva Deádoras que lleva a Calathra.

Theron comenzó a toser atragantándose con el mendrugo de pan que se acaba de comer y Jhin y Wander se giraron para mirar al hombre.

—¿Cómo que lo ha derruido? —cuestionó Wander con los ojos abiertos de par en par.

—Como oye, hijo—confirmó—. Le está declarando la guerra a Calathra forzando a las caravanas de comerciantes a atravesar el traicionero desierto Deádoras para llegar a Pollswin. Con todo lo que está ocurriendo, nadie se atreverá a hacerlo.

—Arthur ha perdido el juicio… —espetó Wander tocándose el pelo.

—Arthur es un imbécil —Theron se levantó empujando la mesa volcando las bebidas—. Esto no nos impide continuar. Iremos al desierto y lo cruzaremos.

El cazador de bestias se largó de allí sin ayudar a recoger el estropicio. Jhin y Wander ayudaron al sacerdote a limpiar y después le agradecieron que compartiese la información. Jhin no conocía ese desierto, pero Wander estaba más serio de lo habitual, lo cual parecía imposible. Cuando escuchó al sacerdote, no supo cómo reaccionar, pero tras ver a sus dos acompañantes empezó a asustarse.

Antes de partir hablaron del riesgo y, a pesar de que todos coincidían en que era peligroso, si querían viajar a Aerilon no tenían más remedio que ir al puerto de Follhim, al sur de Calathra. Wander tenía intención de pedirle ayuda a Lurtz, además de que debía informar de lo ocurrido. Jhin y Theron tuvieron que esperarle en la puerta, ya que el calathreno estaba agradeciendo a los sacerdotes toda la ayuda.

—¿Es verdad que en Calathra tratan mal a las mujeres? —preguntó Jhin a Theron sin dejar de vigilar que Wander no se acercase.

—A ver… —Theron comenzó a mover la cabeza a los lados, pensando como responder—. Mal, mal… no sé si decir que las tratan mal es la respuesta más cercana a la realidad, pero si es verdad que tienen las libertades muy limitadas y, si para el colmo eres una elfa, te espera la esclavitud doméstica. Yo solo he estado en pequeños pueblos, así que puede que mi información no sea perfecta, pero si te preocupa que puedan hacerte algo, lo dudo. Serás como una turista y viajas con uno de sus soldados.

Theron la tranquilizó un poco, aunque todavía quedaba el asunto del desierto. Para que no se preocupase le juró que no era para tanto, pero la semilla estaba sembrada.

Cuando Wander llegó, montaron en los caballos que les prestaron y partieron hacia la cueva Deádoras. La nieve estaba casi prácticamente derretida y el clima era agradable. Los caballos cabalgaron con facilidad por los caminos y sintieron que viajaban mucho más rápido. Cuando llegaron a la cueva, los dejaron atados a unos cobertizos abandonados siguiendo las instrucciones de los sacerdotes.

La cueva Deádoras era una excavación humana realizada por los mineros de Calathra. Las paredes eran perfectas y los túneles amplios, por los que podía transitar sin problemas un carromato de buen tamaño. Caminaron todo el día y, cuando estimaron que podía ser de noche, montaron un pequeño campamento en mitad del túnel para descansar.

Jhin sintió alivio al descubrir que ningún monstruo surgió para atacarles, permitiendo dormir bien a los tres. Wander se empeñó en hacer guardia y acabó discutiendo con Theron, el cual defendía que era mejor que todos durmieran para evitar lastrar a los demás. Wander, haciendo muestra de una cabezonería imparable, terminó obedeciendo, no sin antes protestar varias veces al aire.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.09.2024

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