El aire acariciaba su rostro mientras se precipitaba a la muerte. La cabeza le palpitaba y no se veía capaz de mover ni un músculo, pero lo que más le dolía era pensar que no había podido cumplir su promesa de proteger a Jhin. Por un instante la misión le pareció insignificante y solo lograba visualizar sus ojos rosados. Las lágrimas se perdían en el aire dejando una sensación congelada en su rostro, al mismo tiempo que giraba sin control.
De manera inesperada, Wander llegó al final del trayecto, solo que no sintió ningún impacto ni dolor. «¿Estoy muerto?», pensó creyendo que la muerte se sentiría diferente. Todavía notaba una gran presión en su cabeza y la brisa en su piel. Wander abrió los ojos esperando no encontrarse en la cueva, aunque no fue así. Cayendo, varios metros por encima, Wander vio a Phillia y entonces comprendió lo que había ocurrido: la sacerdotisa le había salvado con un escudo mágico.
Sin perder ni un segundo, Wander se puso en pie y se desplazó cojeando donde calculó que iba a caer Phillia. Abrió los brazos y se situó para atraparla. Pensó que igual era una mala idea, pero no iba a permitir que muriese después de salvarle a él.
Como si de una gran roca se tratara, Wander frenó la caída de Phillia y se cayó de espaldas contra el duro suelo de tierra. Phillia, que tampoco esperaba lo que Wander acababa de hacer, se puso en pie y se apresuró a conjurar su magia para curarle todas las heridas. Le llevó un buen rato, lo cual la agotó considerablemente. Pasada casi una hora Wander estaba en perfectas condiciones y ella exhausta.
Wander extrajo su manta de la bolsa y arropó a la sacerdotisa para evitar que cogiera frío. Pensó en hacer un fuego, solo que el ambiente era muy húmedo y no quería llamar la atención de Zaltixx. Por más que se esforzara, jamás podría olvidar el nombre del reptil.
Cuando Phillia se recuperó y se despertó, se encontró a Wander sano y a salvo, solo que estaba sentado agarrándose las rodillas con la mirada perdida.
—¿Estás bien? —le preguntó incorporándose, haciendo que la manta se resbalase por su espalda.
—Sí —confirmó sin mover más músculo que su lengua.
—No necesito ahora al chico de pocas palabras, Wander —protestó Phillia enfadada.
Wander supo que ella tenía razón, pero por muy bien que se sintiera físicamente, no podía dejar de pensar en Jhin y Theron. Sabía a la perfección que Phillia lo sabía o al menos lo intuía, lo cual le ponía de peor humor.
—Tenemos que ir a buscarles —sentenció poniéndose en pie—. ¿Vienes?
Phillia no solo no hizo ni amago de levantarse, sino que le miró con el entrecejo fruncido y negó con la cabeza.
—Wander, es probable que estén muertos —aclaró Phillia ahogándose en la última palabra.
—No, pueden haber sobrevivido, como nosotros.
—No es así, Wander. Estamos vivos por mi magia y porque tú me has atrapado en el aire. —Phillia estaba mostrándose muy dura con él—. Aunque al hacer eso podrías haber muerto también.
Negándose a aceptarlo, Wander hizo un gesto de desprecio con la mano e intentó asomarse por el borde del precipicio dando la espalda a Phillia. A juzgar por la altura a la que estaban y que todavía podía ver el puente, no habían caído muy profundo. Sondeó todo el paisaje, pero era denso y oscuro. Apretó los puños, dio una fuerte patada al suelo y regresó con ella.
—Nadie sobreviviría a una caída así —insistió ella con un deje de voz.
—¿Qué sugieres entonces?
—Honrarles y seguir adelante —manifestó hinchando el pecho—. Cumplir la misión que os encomendaron a los dos, por Jhin.
La misión, la estúpida misión. Si no se hubieran metido en ese lío, Jhin seguiría viva en Cintheria y él probablemente en otra misión que Lurtz le habría encomendado, pero a salvo. Lo primero que pasó por su cabeza fue en tirar la toalla, volver a Calathra y pedirle a Lurtz que se la asignara a otro, pero después cayó en que la causa real por la que Jhin y Theron estaban muertos era la razón por la cual partieron de Cintheria.
—Tienes razón —acabó diciendo Wander en tono firme—. Hay que cumplir la misión y destruir a sus asesinos.
—¿Sus? —preguntó extrañada Phillia—. ¿Hablas en plural?
—Sí, junto al lagarto había un elfo oscuro —informó a la vez que recogía la manta y la doblaba sin cuidado para guardarla en su macuto—. Llamado Dral'zin, el cual me he encontrado ya en tres ocasiones y que está totalmente implicado.
—Deberíamos darle caza pues —recalcó Phillia incorporándose y ofreciéndole la mano a Wander, que el chico estrechó con firmeza.
Buscaron desesperados una ruta para lograr subir y regresar al puente. Con gran dificultad, escalando algunas rocas, acabaron alcanzando la cima y el lugar donde se produjo la batalla. Antes de subir la última cornisa se asomaron despacio para asegurarse de que no había enemigos a la vista. Al encontrarse ellos dos solos, Wander subió primero y ayudó a Phillia a unirse a él.
Antes de continuar hacia el desierto, cruzaron el puente en dirección contraria con el fin de recuperar sus armas. Por suerte, seguían en el suelo, justo donde el reptil les agarró del cuello antes de lanzarles al vacío. Las recuperaron y se pusieron en camino. Antes de volver a dejar puente atrás, Wander volvió a asomarse con la esperanza de ver a Theron y a Jhin, solo que de nuevo se topó con la negrura. Cerró los ojos, apretó con fuerza sus puños y continuó andando junto a Phillia.
Wander no se creía que Phillia tuviera tanta templanza, ya que sabía que había desarrollado un fuerte sentimiento protector hacia Jhin. Comprendía que a la muerte del cazador de bestias no le diera importancia, pero la de la joven Rymka le debía estar afectando. Era así o sencillamente Phillia se había puesto una máscara o simplemente se confirmaban sus sospechas y carecía de sentimientos. Wander no tenía suficiente confianza con ella como para descubrirlo.
En poco tiempo habían llegado al cruce donde el camino seguía hacia Calathra y empezaba el desvío al desierto. Tal y como les advirtieron, el túnel se había derrumbado y estaba obstruido por un montón de rocas de gran tamaño. Phillia y Wander siguieron el desvío a Deádoras, caminando uno detrás del otro, esperando que no se complicara todavía más. La abertura por la que entraron era mucho más estrecha y traicionera. Las paredes se iban encogiendo y separando a antojo y el suelo era completamente desigual, además de que en ese punto la humedad seguía estando presente.
Editado: 15.11.2024