A los mandos del timón no supo con exactitud qué provocó que sus músculos se tensaran: si cómo en cuestión de minutos el cielo se llenó de nubes negras o que toda la tripulación corriese a la regala de proa a asomarse para ver algo en el mar. La amenaza de una bestia no había venido antes acompañada de una tormenta, haciendo que saltaran todas las alarmas en la mente de Katrina.
Buscó a Saeros con la mirada para ordenarle que le diera algo de contexto, pero el primer oficial tampoco aparecía por ninguna parte y, como todos estaban agrupados en la otra punta del navío ella no podía llamar a nadie para que asumiera el timón. Por suerte el mar todavía se encontraba navegable y tan solo estaba comenzando a chispear.
Estaba inclinándose de izquierda a derecha, lo que podía sin soltar el timón, intentando enterarse de qué estaba ocurriendo cuando ya no necesitó esmerarse más. Una columna de agua, como si de un géiser se tratara, ascendió por lo menos cinco metros salpicando todo y provocando que todos los curiosos corriesen en dirección contraria.
En ese mismo punto, un instante después, surgió la bestia marina más grande que había visto jamás. «Por la furia de Kyerin» pensó Katrina sin poder articular palabra. Al principio parecía que se trataba de un kraken, pero su cabeza se encontraba dentro de una concha en espiral plagada de enormes púas que se asemejaba al hogar de un cangrejo, aunque en este caso hacía de yelmo. Los tentáculos de la criatura se adhirieron al casco del barco provocando unas buenas sacudidas.
—¡Saeros! —gritó intentando llamar a su primer oficial estuviera donde estuviera—. ¡Por Kyerin, Saeros ven aquí o te juro que servirás de sacrificio para ese monstruo!
No supo a ciencia cierta si Saeros apareció por la amenaza o porque de por sí corría en su busca, pero Katrina agradeció que hiciera acto de presencia.
—¡Katrina! —gritaba de vuelta él—. ¡No sé qué clase de bestia es esa y en la concha hay un elfo!
—¿Un elfo?
—Sí, un elfo oscuro. —Saeros jadeaba sin parar y tenía la ropa empapada. Necesitó unos segundos para recuperar el aliento—. Wander está hablando con él… Parece que le conoce.
—Pero, ¿cómo un elfo oscuro ha podido salir así del mar? —reflexionó en alto Katrina observando la escena desde la distancia—. Toma el timón, Saeros, y mantén el Emperador a flote.
—Sí, capitana.
Katrina soltó el timón sin previo aviso, el cual empezó a girar con violencia, provocando que Saeros se viera obligado a pararlo en seco con todas sus fuerzas. Cuando sus manos interceptaron la rueda, una de las cabillas le golpeó la mandíbula dejando a Saeros un poco aturdido. Sacudió la cabeza para despejarse al mismo tiempo que hacía fuerza para evitar que el timón girase descontrolado.
Katrina corrió por la cubierta hasta llegar a la proa. Según se topaba con miembros de la tripulación les iba lanzando las órdenes que Saeros repetía nada más escuchar las de su capitana. Para tratarse de un monstruo tan grande no estaba resultando muy agresivo. En todo caso convenía prepararse para cualquier situación desagradable.
—¡No vamos a permitir que ninguna bestia nos hunda! ¡Cargad los cañones! ¡Coged vuestras armas! ¡Al aviso disparad a discreción!
Cualquiera al visualizar una criatura así se habría asustado, pero Katrina aguantaría el tipo para que sus piratas no perdieran la esperanza. En el momento en el que llegaba a la proa y se acercaba a Wander y Phillia, la bestia elevó dos tentáculos que eran diferentes a los demás, ya que carecían de ventosas y finalizaba cada uno en una cabeza de leviatán. Como si se tratase de dos serpientes marinas gigantes con consciencia propia.
—¡Yo te maté! —gritaba en ese instante Wander—. Clavé bien hondo mi espada para asegurarme de ello.
—No puedes matarme… Exteus tiene planes para mí. —El elfo oscuro saltó hasta una de las cabezas de leviatán que la bestia movió para ayudarle a bajar—. Sois una amenaza que voy a erradicar. Al igual que hicimos con la maga y el cazador.
—¡Ni se te ocurra poner un pie en mi barco! —amenazó Katrina situándose a la derecha de Wander—. Me importa una mierda quién seas o lo que quieras hacer.
El elfo se agarró a uno de los cuernos de la cabeza de la bestia hasta que pudo subirse a la barandilla y dejarse caer en el interior del barco. Katrina, desatada por la ira, desenvainó su sable y se abalanzó sobre el elfo oscuro emitiendo un grito desgarrador. Su enemigo, sin esfuerzo alguno, elevó su mano hacia ella y la elevó unos metros en el aire.
Katrina habría jurado que una mano enorme la estaba apretando con tal fuerza que le estaba rompiendo los huesos. De la misma manera que ascendió, fue lanzada con violencia contra la pared de madera del castillo de proa. Tras un duro golpe directo a su lumbar, se desplomó hacia el suelo cayendo a cuatro patas. Un pánico incontrolable la invadió al encontrarse dando bocanadas incapaz de respirar. Phillia acudió para socorrerla, conjurando su magia blanca, y ayudar a que se levantase.
—Se llama Dral’zin —informó la sacerdotisa—. Es un elfo oscuro que Wander mató en la cueva Deádoras.
—Si está muerto… —Katrina hablaba entrecortada jadeando sin control cuando conseguía coger un poco de aire—. ¿Por qué está…? ¿En mi barco caminando?
Dral’zin pasó de largo ignorando a Katrina y a Phillia y caminó con paso ligero hacia Wander, que desenvainó su espada y preparó su hacha con la mano libre.
Editado: 15.11.2024