La edad de las bestias

Capítulo 39 - Tierra a la vista (Phillia)

El espectáculo que ofreció la capitana Katrina fue vitoreado por todos y cada uno de sus tripulantes y, sobre todo, por Saeros, que levantaba bien alto su puño izquierdo mientras sujetaba el timón con la otra mano. En toda su vida, Phillia, jamás habría imaginado la valentía de los piratas y menos aún la entrega de sus líderes. Katrina había demostrado ser capaz de todo por salvar su barco y a su gente. Por mucho que Phillia despreciara la delincuencia y los actos de piratería, apreciaba por encima de todo el valor a la vida como servidora de Rymtarr.

Tenía que reconocer que tras ser testigo de la hazaña de Katrina, Phillia, pensó que no iba a sobrevivir a la caída. Por ello, tanto ella como los piratas que participaron en la maniobra de ataque, se abalanzaron a la regala del barco para asomarse en busca de Katrina. Después de cegar a la bestia, Katrina se deslizó por su viscoso cuerpo hasta terminar de nuevo en el mar.

Habrían jurado que la Capitana tardó varios minutos en aparecer en la superficie del agua, no obstante, apenas fueron unos segundos. Para entonces, uno de los piratas ya había asegurado un cabo al palo de trinquete y corría de nuevo a la borda para lanzárselo a su capitana. Katrina nadó con mucha dificultad hasta que puso agarrarse a la cuerda y gritó para avisar a todos de que podían subirla a bordo. Tiraron con fuerza hasta que la misma Katrina puso escalar el cascarón de madera y, al fin, reencontrarse con todos.

Se quedó a cuatro patas unos instantes para respirar y recomponerse. Phillia aceleró la situación utilizando su magia, sanando las heridas que pudiera tener Katrina y, de paso, elevando su entereza con otro hechizo. La sacerdotisa no podía hacer más, pero bastó para que la Capitana se pusiera en pie.

—Decidle a Saeros que descargue otra vez contra ese monstruo —ordenó exhausta y dando bocanadas.

La pirata más cercana corrió saltando las barandillas y escalando por las paredes para llegar cuanto antes junto al primer oficial. En cuanto Saeros escucho lo que tenía que decirle, dio la orden de disparar de nuevo los cañones. Tras una explosión ensordecedora, todos los cañones de estribor dispararon con fuerza su munición que dio de lleno en el cuerpo de la bestia que, malherida, se alejó unos cuantos metros del barco.

Sin razón aparente, la bestia comenzó a retorcer sus tentáculos y se separó todavía más del casco como si de golpe sintiera miedo de la tripulación. Phillia se acercó para verlo mejor junto a Katrina, donde compartieron varias miradas de incredulidad. En ese instante, Wander y Aluna surgieron de los restos del castillo de proa junto a parte de la tripulación que se encontraba en la cubierta de artillería. Phillia levantó sus cejas al ver que Wander y Aluna iban cogidos de la mano.

—Dral’zin está muerto —anunció Wander señalando un bulto que arrastraban los piratas—, otra vez.

El cuerpo del elfo no se movía y volvía a parecer un cadáver. Estaba atado con cuerdas en una posición bastante imposible, lo que Wander y Aluna justificaron como prevención ante que Exteus decidiera volver a darle vida de nuevo. La visión de lo que quedaba de Dral’zin trajo a la memoria de Phillia momentos que habría preferido olvidar. «¿De verdad Exteus le hizo revivir?», se preguntó Phillia al mismo tiempo que eliminaba esos recuerdos y temblaba solo con pensar que Exteus podía ser el culpable. Entre varios piratas arrastraron el cuerpo de Dral’zin y lo arrojaron por la borda.

Las horas siguientes se centraron en la reparación del Emperador haciendo uso de los escombros y algunas maderas que guardaban en las bodegas. Phillia tuvo que volver a sanar a Wander en cuanto el calathreno anunció sus heridas, después de marearse y desplomarse en cubierta. A la hora de emplear su magia se vio obligada a descansar con el trabajo a medias.

—No puedes confiar en que siempre te voy a poder curar —advirtió—. Tienes que tener más cuidado.

—Créeme que yo no quiero esto. —Wander apretaba con fuerza la mano de Aluna cada vez que se movía—. Dral’zin no es un enemigo que subestimar. Esta vez no se agotaba su magia.

Phillia no quiso hacer comentarios sobre la afirmación de Wander. Para ella ya era suficiente descubrir que Exteus podía resucitar a los muertos como para aceptar que también podía hacer a sus títeres invencibles. En cualquier caso, Wander había podido abatirle de nuevo gracias a la ayuda de Aluna. Una vez se aseguró de que el chico estaba sano de nuevo, pesó a regañar a Aluna por la imprudencia de sus actos.

—¡Wander podía haber muerto! —Aluna estaba alterada y se dejó caer hasta quedarse sentada con los brazos y las piernas cruzadas en el suelo—. Los elfos oscuros temen la magia verde y sabía que si hacía que le atacaba con un hechizo podría distraerle.

—Eso no hace que sea menos peligroso… —Phillia se agachó para estar a su altura y suspiró.

—Ella sabe lo que ha hecho —dijo Wander poniendo su mano en la espalda de Phillia—. Y gracias a ello estamos los dos con vida.

Phillia torció el gesto y se alejó unos pasos de los dos. Esa misión ya se había cobrado un precio muy alto y no estaba dispuesta a permitir que viniera a por más. Solo pensar en que le pasase algo a alguno de los dos la sacaba de quicio. Sin embargo, entendió que por mucho que ella se empeñase, no podía evitar el peligro. Volvió a suspirar y les propuso ayudar a los piratas a reparar el barco, ahora que todos estaban bien.

Gracias al trabajo de todos en la defensa y reparación del Emperador, y que la tormenta que amenazaba con azotarles amainó en cuanto Dral’zin y la bestia desaparecieron, pudieron retomar su camino y descansar del último episodio de peligro. A la noche, después de que los tres se despertasen de una larga siesta, se unieron a los piratas en la cubierta para la celebración.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 15.11.2024

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