Saeros reunió a todos los tripulantes en cubierta, justo en frente del timón, donde Katrina aguardaba para dar un discurso. Wander, que continuaba revuelto por la resaca, se apoyó molesto en palo de mesana donde podría pasar más desapercibido y huir de la luz solar. Iba a quedar un poco lejos de la capitana, pero esperaba poder oírla igual de bien. Phillia y Aluna, en cambio, permanecieron en primera fila.
En toda la mañana Aluna no había hecho acto de presencia después de la noche de juerga. Wander se sentía culpable por haberse emborrachado de aquella manera y, a pesar de que era incapaz de recordarlo, dejarla sola el resto de la noche. La elfa se unió a ellos en cuanto escuchó el grito del vigía anunciando que habían llegado a Aerilon. A diferencia de la noche anterior, se mostraba taciturna y se quedaba con la mirada perdida a cada rato. Unos pensamientos intrusivos hicieron que pensase que él era el culpable, pero no era un secreto que ese viaje para ella iba a ser complicado. Ahora más que nunca, Wander, la protegería por encima de todo.
—Ya estamos todos —repasó Katrina haciendo un esfuerzo por contar a todos los presentes—, y si falta alguien que se hubiera dado prisa…
»En situaciones normales no os daría esta charla, pero teniendo en cuenta a nuestros invitados es importante hacerlo. Aerilon es un continente que en su máxima extensión son bosques, llanuras, montañas… No está tan poblado como Hyllurd y los elfos que viven allí van a su bola. Están los que viven en los bosques, los que se han juntado en ciudades y los elfos oscuros, que están en tierras malditas al este. Lo más rápido desde Follhim es echar el ancla en la playa del Cañón de los dioses. Esto nos obligará a atravesar el bosque de Dalevdis.
Aluna se cruzó de brazos cuando Katrina mencionó el nombre del bosque y, Wander, abandonó su refugio para unirse a ella.
—Ese bosque está plagado de elfos que odian a los humanos y son enemigos de todo aquel que siga el culto de Kudos. —En ese momento Katrina miró fijamente a Wander—. Por suerte para vosotros, tenemos el privilegio de formar parte un acuerdo de contrabando entre humanos y elfos. —Esperó unos segundos para ver si todos tenían cara de haberse enterado—. Si tenéis alguna duda…
Wander odiaba ese final típico que siempre se hacía al final de una explicación. Tenía todas las preguntas del mundo y a la vez ninguna. Repasaba una a una todas las que había en su mente cuando Phillia se adelantó.
—¿Cómo pensáis convencerles de que nos permitan cruzar el bosque? —Phillia mostró muchas dudas en su entonación.
—No vamos a convencerles —respondió Saeros levantando una de sus manos como si no fuera un problema importante—. Comerciaremos con ellos para atraer su atención y vosotros tres cruzaréis solos por otro camino.
—No funcionará —negó de manera categórica Aluna—. Un bosque está habitado por cientos de especies, ciervos, osos, conejos, zorros, aves, insectos… y elfos. Existen núcleos de población y una especie de ciudad integrada en los árboles, pero los elfos se mueven libremente por todo el territorio. Podéis entretener a unos pocos, pero otros nos verán. Eso sin hablar de las bestias que acecharán en cada momento.
Katrina y Saeros se miraron y compartieron expresiones de desconcierto. Por su clara actitud, no compartían la preocupación de Aluna e ignorándola pasaron a repartir órdenes entre los presentes para terminar de acercarse al continente y desembarcar.
Aluna dio una fuerte patada en el suelo y se marchó con los puños apretados. Wander intentó detenerla, pero, al ir a retenerla por el brazo, se le escapó de entre los dedos acariciando solo la tela de su camisa.
—Creo que es mejor dejar que esté sola un momento —sugirió Phillia apoyando su mano izquierda sobre el hombro derecho de Wander.
—Como odio que lo pase mal. —Wander exhaló todo el aire y aceptó la propuesta de Phillia caminando hacia la barandilla de la borda de estribor—. No soy capaz de saber qué necesita en cada momento. Y creo que a veces soy yo el problema…
—Se está enfrentando a una situación que es muy difícil para ella —señaló Phillia—. Volver a Aerilon después de haber vivido en Hyllurd la expone a la muerte o algo peor.
—¿Te crees que no lo sé? —respondió malhumorado—. A veces pienso que habría sido mejor que no viniese con nosotros.
—Ha sido su decisión y es más fuerte de lo que piensas.
—Lo sé. —Wander agachó la cabeza y miró como el barco rompía la calma del mar. Las ondas llenas de espuma que dejaban a su paso hacían quisiera poder fluir como el agua—. No sé mucho sobre el amor, pero hace que pierdas la noción del peligro. Sé que lo ha elegido ella y no pretendo forzarla a hacer algo que no quiere. Es solo que no quiero que le pase nada —aclaró dando un fuerte suspiro—. Están ocurriendo cosas muy extrañas.
Suspiró y se volvió a centrar en la maravillosa orquestación del agua al ser perturbada por el barco. Haber abandonado Calathra era la mejor decisión de su vida, pero era la primera que tomaba sin pararse a pensarlo más de dos veces. Su impulsividad le había sorprendido y había algo en ella que le gustaba. Pero también era la culpable de la situación de Aluna. Notando que Phillia no dejaba de mirarle giró la cabeza hacia ella.
—Te noto cambiado —resaltó Phillia pasando su brazo por la espalda de Wander.
Él mismo era capaz de enumerar todas las diferencias que había notado en sí mismo, aunque se negaba a aceptar que había cambiado. Había cometido una temeridad por primera vez en su vida sin calcular cada escenario ni como contrarrestarlos todos. Con alta probabilidad ese era el mayor cambio de todos. A raíz de ello se había librado del yugo de Lurtz. El gobernador, en concreto, nunca le había tratado mal, solo que tampoco había hecho lo contrario y se sentía incómodo con sus órdenes. Siempre fue muy duro con él y cuando el resto de los soldados del ejército se metía con él, le agredían o le hacían la vida imposible, Lurtz, no se implicaba lo más mínimo y le decía que debía aprender a ser mejor y demostrar a todos que era un hombre. Cómo odiaba esa frase.
Editado: 15.11.2024