La edad de las bestias

Capítulo 51 - Una visita inesperada (Wander)

Después de haber viajado durante tanto tiempo con Phillia había terminado estrechando lazos con ella. A pesar de que Wander no soportase a la sacerdotisa nada más conocerla, poco a poco había podido ir detectando la persona que se ocultaba detrás de su temple y dureza. Estaba orgullosa de pertenecer a la orden de Rymtarr, su amor por todo lo vivo y su dominio de la magia blanca hacía que fuera excelente en casi todos los sentidos. Verla derrumbada llorando frente al esqueleto de una diosa mostraba su lado más humano. Llevaba días viéndolo.

Los elfos caminaron junto a Shiron y se dispusieron a presentar sus respetos juntos a Phillia y él. Wander vio esa como una oportunidad para echar un vistazo.

—Necesitamos a Phillia, pero es el momento de buscar algo, lo que sea —indicó Wander a Aluna en un tono de voz tan bajo que la elfa tuvo que apartarse el pelo de la oreja y acercarse a él.

Aluna confirmó con la cabeza y se marchó hacia el lado izquierdo sin decir nada. Wander entendió que él debía ir por el derecho, así que se puso manos a la obra. Los arcos estaban construidos también en mármol verde y estaban perfectamente pulidos. Le sorprendió no ver ni una mínima capa de polvo en todas las construcciones y tampoco grietas o huecos que pudieran indicar que ocultaban algo o al menos el paso del tiempo. La luz esmeralda de las antorchas tampoco era de gran utilidad, ya que los reflejos verdes en ese material eran imperceptibles.

Poco a poco siguió bordeando el cuadrado que conformaba el suelo y se situó en perpendicular al sarcófago de cristal. Su mente era mucho menos impresionable y que una diosa estuviera muerta para él no significaba gran cosa, pero no podía pasar por alto el tamaño de ese esqueleto. No negaba que siempre se imaginó a los dioses con formas humanas y mucho más grandes, así que los restos de la diosa encajaban a la perfección. Era difícil imaginar como habría sido en vida, pero en ese momento no era en lo que se debía centrar.

El resto de los arcos eran exactamente iguales y al cabo de un rato se topó con Aluna en la parte trasera del monumento. Los dos compartieron lo que habían descubierto, que era nada, y se dispusieron a analizar la enorme roca en su lado oculto. Era digno de mención que se trataba de un monolito sin más. No había runas, ni grietas, ni símbolos. Toda su superficie parecía lo más natural posible, salvo por los golpes de cincel y martillo con los que le dieron forma durante su creación. Wander se agachó para mirar la base y comprobó que el monolito surgía por debajo del mármol, obviando que el recubrimiento del mineral verdoso se realizó a posteriori.

—No esperéis encontrar nada raro —les habló Shiron en un tono normal al ver que Wander estaba tumbado en el suelo y Aluna de puntillas—. Yo mismo he inspeccionado este lugar cientos de veces. No hay nada. Aparte del sarcófago y el monolito.

El príncipe les hizo señas con la mano para que le siguiesen a la cara principal del monumento. Era idéntico al de Rymtarr: tenía las runas en un idioma antiguo cubiertas de jade y en el centro el símbolo de Azien, también en ese mineral. Shiron intentó empujar algunas de las runas sin que ocurriera nada y realizó el mismo esfuerzo con el enorme símbolo del centro. Después levantó los hombros y se volvió a mirarles.

—Nada. Ya os lo dije, no hay nada.

Ante ese comentario las gotas de sudor aparecieron en la frente de Wander. Recorrió de nuevo el perímetro del monumento ansioso por encontrar cualquier cosa que pudiera esconder algún secreto, pero no había nada. «O encontramos algo o moriremos aquí» se dijo a sí mismo palpando la fría piedra. Al regresar al frente, sus ojos se encontraron con los de Aluna, que ya no se esforzaban por retener las lágrimas. Entonces Wander miró a Phillia, que seguía arrodillada delante de los restos de la diosa. Wander caminó despacio hacia ella y se agachó para situarse a su altura.

—Te necesitamos —rogó—. Sé que esto es demasiado para ti y también sé lo que esto significa para ti. —Wander señaló al enorme esqueleto y después acarició el pelo de la sacerdotisa—. Nadie sabe más que tú sobre los dioses. Seguro que eres capaz de ver algo que se nos escapa.

Shiron chistó con un sonido fuerte en señal de desacuerdo. Wander lo ignoró.

—Eres una sacerdotisa de Rymtarr y la mejor maga blanca que he visto jamás. —Wander no había conocido antes a otra persona capaz de realizar magia blanca, pero Phillia no tenía por qué saberlo—. Pase lo que pase eso seguirá siendo así.

Phillia levantó la cabeza por primera vez y fijo su mirada en Wander. Tenía los ojos rojos de tanto llorar, las lágrimas ya no brotaban y el surco se había quedado marcado en sus mejillas. La sacerdotisa orgullosa no estaba por ningún lado. En su lugar se encontraba una mujer abatida sin fuerzas casi para respirar.

—No puedo… —respondió en un hilo ahogado de voz—. Ya nada tiene sentido para mí.

—¿Estás segura? —cuestionó Wander sin poder retener una sonrisa cariñosa—. Has convertido a este soldado calathreno en una mejor persona. Has conseguido que cree en los dioses y quiera descubrir todo sobre ellos. Has logrado que saliese de la prisión que me tenía atado durante toda mi vida.

Leyó la expresión de Phillia y supo que ella sabía que no era la única causa de todo lo que había mencionado, pero un breve destello surgió del fondo de sus ojos.

—Sin mí estás perdido —reconoció sorbiendo con la nariz.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 24.12.2024

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