Era ya de tarde.
Las clases de Dolores en la escuela habían pasado, sin rastro de Noeh en todo el día. Ya era hora de finalmente irse a casa de Radimir para tomar la lección practica del día, por lo que la joven iba saliendo de su colegio hacia dicho lugar bastante contenta, llena de energía y vigor, lista para aprender más sobre la magia y todos sus intrigantes misterios, a la par que olvida el horror que es su vida diaria, misma que le torturaba gracias a las malévolas personas que parecían rodearle.
Al caminar, Dolores pensó: «¿será que en realidad estaré maldita? Si es así, ¿el maestro Radimir podrá destrozar la maldición?». Aquello dibujó una pequeña sonrisa en la joven, quien comenzó a cantar y bailar al caminar por las iluminadas calles de la colonia donde vivía el mago, viéndola los vecinos del lugar, personas ya mayores, contagiándose de su buen humor y vibra.
Finalmente, al llegar a la casa de Radimir, ella vio cómo una persona salía de aquel lugar, siendo aquella Noeh.
Dolores se quedó paralizada al notar esto, no viéndola su compañera de clase que parecía ir concentrada en continuar su camino, mirando sólo al frente sin notar sus costados, alejándose a paso veloz del sitio, caminando de manera un tanto extraña.
La estudiante de magia, temerosa, se le quedó viendo a la joven, preguntándose muchas cosas a la vez, escuchando la voz de su maestro de repente a su lado.
— ¡Oh, pobre alma en desgracia! —Citó el hombre, asustando a Dolores, volteando hacia Radimir, quien estaba a un costado de ella, observando a Noeh.
— ¡M-maestro Radimir! —Exclamó lo joven espantada—. ¡Buenas tardes, maestro!
—Buenas tardes, Doly. Me parece que vienes con un buen humor hoy, aunque te veo un tanto distraída —expuso el hombre, sonriendo y viéndole a los ojos de la chica, misma que retiró su mirada con una mueca nerviosa y alegre.
—Algo así, maestro —explicó la joven, regresando su mirada a Noeh—. ¿Vino por algo en especial? —Preguntó Dolores, respondiéndole el adulto.
—Sí, maquillaje mágico. Me enerva ver casos como el de ella —explicó aquel con un rostro bastante serio y unos ojos que no se quitaban de encima de la ya lejana Noeh—. Necesitas tener cuidado, Doly. Hay cosas que pueden alcanzarte sin necesidad de estar cerca. Mantén una distancia adecuada, por favor —expresó el hombre, caminando al interior de la casa, intrigándose la chica al escuchar eso, regresando sus ojos a donde se encontraba yendo Noeh, quien ya no estaba a la vista, metiéndose al hogar del mago para pasar al salón donde practicaban, comenzando el mayor a poner música nuevamente, invitándola a bailar.
Juntos, alumna y maestro, danzaron en conjunto todo el tiempo, aprendiendo nuevos pasos y dándole vuelo a la diversión, riendo y compartiendo la bella experiencia que era ésta. Aunque las cosas parecían que cambiarían de rumbo rápido, pues Radimir, a la media hora, dejó de bailar y detuvo el fonógrafo, trayendo con su magia un par de maniquís con bellas ropas de una época perdida que se movían bastante bien, a diferencia de los perros de la otra vez.
Aquellos seres llegaron de entre las sombras caminando, estando ambos vestidos con ropas femeninas, a pesar de uno de los muñecos tener cuerpo de hombre. Al posarse enfrente de Dolores, ambos hicieron una pequeña reverencia, cruzando los tonillos y levantando sus grandes y pomposos vestidos, volteando a verse la una a la otra para luego tomarse de las manos, como si fuera a bailar.
La alumna vio esto con algo de emoción, pero entonces no hubo nada más, creando un pequeño silencio incomodo en el lugar, girando su rostro la chica hacia el mago, quien la miraba con una sonrisa llega de intriga, estando recargado en una pared con la mano derecha en el mentón, apoyado su codo en la extremidad izquierda que rodeaba su cuerpo.
—Debes crear tú la música —explicó el hombre, impresionando esto a su alumna.
—¿Cómo?
—Canta —respondió el mago, sonrojando a su pupila.
—Pero, yo no sé cantar.
—Eso no importa, tu voz es hermosa. Encontrarás la forma —animó el adulto a su aprendiz, sintiéndose extraña Dolores, tratando de recordar una canción en particular, no consiguiendo absolutamente nada de buenas a primeras—. No tienes que necesariamente recitar una letra, sólo usa tu voz —dicho esto, la joven recordó una bella melodía cantada a capella sin letra alguna, comenzando a imitarla de momento.
Dolores cerró sus ojos, junto sus manos sobre su pecho y comenzó a recitar aquella hermosa melodía, como si imitara los instrumentos con su voz haciendo tarareos, a la par que los maniquíes comenzaron a bailar. Los pasos de los muñecos provocaron que la joven abriera sus ojos y viera cómo estaban moviéndose, impresionándose y desconcentrándose del canto, deteniéndose aquellos a medio baile, pues la chica dejó de entonar la melodía.
— ¡No te detengas! —Expresó el hombre, continuando la muchacha con su cantico, regresando los maniquíes al baile, mismo que fue volviéndose más y más fluido.
La alumna, de la nada, comenzaba a cantar únicamente usando su voz como guía, sin más tarareo, creando una expresión misma de ella, comenzando a subir el tono más y más, escuchándose bellos sonidos que llenaban las habitaciones del hogar con su bello cantar, bailando los maniquíes de tal forma que la danza se volvió completamente interpretativa, impresionando esto en sobremanera a Radimir, quien dio un paso al frente, notando lo que sucedía, apagándose lentamente la luz del sitio, siendo únicamente iluminada la zona de los interpretes de arcilla, ni siquiera pudieron pasar la luz por las ventanas.
La chica no se detenía, a pesar de que todo el ambiente cambiaba a la par de su voz, y más porque de alguna forma, su canto comenzaba a escapar de su boca como si ella no la controlara, seguida de unos profundos sentimientos que volvieron la interpretación una bella opera protagonizada por ella y aquellas figuras que ahora danzaban a su lado, invitándola a pasar al frente, manifestando aquella melodía que bañaba el sitio, todo esto a vista del mago, mismo que poseía un rostro de espanto e incredulidad al presenciar aquello.