La Efigie de Espinas

Séptima Lección: Palidez

Sin pensar mucho en todo lo ocurrido, los días pasaron rápido para Dolores, aprendiendo un poco más sobre lo ya revelado en los primeros días sobre la magia y continuando con el canto, mejorando cada día más y más, poniéndose muy orgulloso el mago del enorme esfuerzo de su alumna, quien se veía completamente entusiasmada con los avances que hacía en los pocos días que tenía tanto cantando como bailando. Radimir era un excelente tutor, y se notaba que amaba dichos artes demasiado, aunque Dolores nunca le había escuchado cantar, le parecía que debía tener una voz hermosa, o todo lo contrario. Cualquier opción en sobremanera.

En cuanto a Noeh, la chica evadía no sólo a Dolores, sino a todos, justo faltaban dos semanas más para que volviera a su salón y todo regresará a la normalidad. La estudiante de magia no tendría que lidiar más con ella, su pequeño infierno terminaría pronto y las clases transcurrirían normales, como debería de ser. Tal vez Noeh trate de atacarla en el receso o en la salida, pero nada de eso se comparaba a tener que verla durante toda su estancia en la escuela.

Pronto, el fin de semana regresaría, teniendo todos su último día antes del descanso como cualquier otro, saliendo la chica emocionada de su aula para encaminarse a con su profesor de artes místicas, siendo llamada por alguien antes de cruzar el portón principal.

— ¡Dolores! —Gritó una voz masculina, volteando la chica a ver de quién se trataba, logrando notar que su compañero Emma iba hacia ella—. ¡Ey! ¿Por qué la prisa? —Preguntó el joven, a la par que se acercaba a la chica y le guardaba su distancia para no incomodarla.

—Tengo un compromiso saliendo. Por eso debo irme —explicó Dolores, sujetando con ambos manos varios de sus libros, soplando de repente el fuerte viento y meciendo su falda y largo cabello, observando Emma la escena de cómo Dolores con su mano derecha trató de bajar su prenda inferior para no revelar de más, mientras se sujetaba los cabellos con la otra, oponiéndolos a su rostro, cayéndose sus libros enfrente de ambos, agachándose tanto la joven como Emma para recogerlos.

— ¿Puedo acompañarte? —Preguntó el chico, sonrojando a la joven.

—Y-yo creo que será mejor que no… —respondió nerviosa Dolores, desviando la mirada y recibiendo los libros de su compañera, al menos los que alcanzó a tomar él, poniéndose de pie ambos.

— ¿Vas a ver a alguien?

—Sí, a mi maestro de m… ¡Música! —Atinó corregir la adolescente a último momento, exaltándose un poco y extrañando esto al hombre, mismo que sonrió al enterarse de la mentira a medias.

— ¿En serio? No tenía idea de que tocabas algún instrumento. ¿Cuál manejas? —Preguntó el joven bastante emocionado, asustando un poco dicha reacción a Dolores, quien lo miraba extrañada—. Bueno, es que tengo una banda, y no sé si te gustaría formar parte de ella. Nos falta una vocalista igual, tal vez des la nota en ella, además de tocar el instrumento —mencionó el joven, pensándoselo la muchacha de buenas a primeras, respondiendo con una suave sonrisa.

—No creo que me dejen mis padres pertenecer a algo así, más porque seguramente todos son hombre, ¿no? —Explicó la aprendiz de mago, desanimando un poco al joven.

—Así es… Pero todos son buenos chicos, y estamos siempre bajo la supervisión de mi hermana mayor o mi madre. No creo que haya problema si les dices a tus papás que hablen con mi mamá —aquellas palabras hicieron reír un poco a Dolores, pues era obvio que ni en chiste su madre dejaría que formase un grupo musical con ellos, pues se supone que las artes en su religión son únicamente para la alabanza del Creador y nada más.

—Pues, el problema es que mi religión no me lo permite, ¿sabes? Mis padres son muy creyentes.

— ¡Oh! Ya veo, bueno en mi caso somos Luminiscentes, pero no eres de esas chicas que se molestan si no somos de la misma religión, ¿o sí?

—Para nada, Emms. Eso no me importa —específico la joven, sonriendo plenamente.

—Eso quiere decir que: tomas clases de música religiosa o son tomadas en secreto —aquellas deducciones lograron poner nerviosa a Dolores, turnándose su piel completamente colorada, descubriéndose a sí misma—. ¡Estás tomando clases en secreto! —Exclamó el chico, pidiéndole Dolores que bajara el tono, chistando de momento.

— ¡Es un secreto! ¡Por favor, no le digas a nadie! —Pidió la adolescente, bajando un poco la voz y acercándose a Emma, quien sonrió de momento al escuchar eso.

—Está bien, lo haré; pero prométeme que, si arregló algo para la banda, vendrás —condicionó el chico, asintiendo la joven con la mirada baja, un tanto nerviosa y apenada, casi llorando—. O-oye, es sólo un juego… no lo digo en serio, no es amenaza… ¡De verdad! —Expuso el chico, levantando la mirada Dolores, un tanto confundida—. Es que me encantaría que vinieras a escucharnos, o a formar parte de nosotros. Me haría mucha ilusión —las palabras del joven se sintieron realmente auténticas, y la joven notó sus mejillas enrojecidas, al igual que su mirada un tanto clavada en la suya, por lo que prefirió tratar de cortar la conversación de inmediato.

—Yo… no sé… te digo después. ¡Adiós! —Una vez dicho eso, la muchacha salió corriendo, dejando solo a aquel hombre que sonrió al notar la pequeña escena, suspirando de momento.

Pronto, Dolores consiguió encontrarse con una esquina en la colonia donde vivía Radimir, poniéndose detrás de una de las paredes que daban a la calle que cruzaba a la que usó para llegar allí, recargándose de espaldas, respirando agitadamente y sintiendo los tiernos latidos de su corazón, entendiendo poco lo que pasaba y sonriendo dichosa de momento, calmándose para aspirar aire profundo y soltarlo, comenzando su camino a casa del mago, quien seguramente ya la estaba esperando.

En el trayecto, Dolores recordó algo emocionante acerca de su lección del día: se trataba de una salida de campo. La última vez fueron sólo a comprar algunas verduras a una tienda departamental de la cercanía, pero ahora sí podría tratarse de algo fenomenal, y más porque resulta que Radimir pertenece a un mundo lejano al de ella, mismo hombre que posee la habilidad de transportarse a lejanos lugares, donde existe abiertamente la magia y numerosos misterios que todos en su planeta desconocen completamente.




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