La elegida

el Placer: Un Juego Peligroso

La vida te dará y te quitará lo que más amas.

El dolor que siento en mi dedo no es nada comparado al que arde en mi pecho, continuo forcejeando con él pero es tan fuerte, cuando se adentra a la mansión me tira al suelo.

Se agacha hasta mi altura y toma de mi mandíbula con fuerza. —La única regla que tengo es que te portes bien, pórtate bien y todo estará bien.

Le escupo en la cara. —Púdrete maldito loco.

Su dura mano se estampa contra mi mejilla, jadeo del dolor cayendo acostada en el piso frío.

—¿Te gusta provocarme? —pregunta enderezándome. —. Pues continúa haciéndolo y sufrirás más de la cuenta.

Me levanta completamente del suelo, y con sus dedos hundidos en mi piel me arrastra hasta las escaleras.

—Eres muy ruda, pero sólo es cuestión de tiempo —me empuja para que camine por el pasillo. Abre una habitación y me lanza dentro. —. Tengo un cuarto oscuro por si deseas pasarte por allí intenta algo y deseo cumplido —ríe con una mirada del mismo diablo puedo asegurar.

¿En qué me metí? ¿A quién rayos mi padre me entregó? ¿Un satánico en piel de humano? Tira de la puerta un portazo frente a mí en el piso y sobresalto asustada.

Me paro inmediatamente y me lanzo a golpear la puerta.

—¡Sácame de aquí infeliz! ¡Abre la puerta! ¡No puedo estar encerrada! —grito y grito pero nada.

Mi garganta se seca de tanto gritar, miro detrás de mí escaneando la habitación, no está nada mal, me acerco a la mesita de noche donde encima está la lámpara, busco en los cajones algo para vendar mi uña. No se ve tan mal, pero aún tiene sangre, ni siquiera la mitad de mi uña sobró.

Camino hacia el baño y le echo agua a mi herida, miro alrededor buscando algún escape, hay una pequeña ventana, pero no sería fácil salir por allí, para eso debía dormir a los guardias.

Me acerco a la ventanilla pero no puedo hacer mucho con mi uña rota, escucho un ruido dentro de la habitación por lo que salgo literalmente corriendo.

Dos chicas están organizando mis cosas en la habitación.

—Ustedes pueden ayudarme —farfullo mirándolas temblando. —. Por favor, estoy aquí en contra de mi voluntad.

—No nos concierne, señorita, sólo hacemos nuestro trabajo —responde una agachando la cabeza.

—Por favor —exclamo. —. Mírenme, no estoy bien —digo con la voz débil.

—No nos meta en problemas, por favor —responde la misma chica.

La morena me mira apenada, con la mirada se disculpa por no poder ayudarme, si hay piedad dentro de ella, tarde o temprano la convenceré.

—¿Trajeron mi celular? —pregunto.

—No sabemos, sólo cumplimos ordenes.

—Dejen todo, yo arreglaré mis cosas —les pido.

—No podemos, señorita —me dice la morena.

—Nadie tiene porque saberlo, yo lo haré, váyanse —les ordeno y abandonan la habitación.

Me siento como indio en el suelo y empiezo a quitar mis cosas de la primera maleta, mi hermana debió dejarme algo, lo sé, ni siquiera estuvo ahí para despedirnos, por lo que es seguro que de alguna manera haya hecho algo.

Saco toda mi ropa y otras cosas de ambas maletas pero nada, frustrada empiezo a levantar ropas del suelo para volver a meterlos dentro, cuando de repente algo cae al suelo, abro los ojos impresionada y miro hacia el suelo asustada.

Es un aparato. Un pequeño celular, no es de gran marca, lo que me conviene en estos momentos, lo tomo casi temblando, tengo miedo, miedo de lo que ése loco pueda hacerme pero no me pienso quedar aquí, si piensa que seré sumisa ante él, se equivocó. Podré ser su esposa, pero no su juguete.

Tiro el pantalón que tenía en manos sobre las ropas apiladas en un lado de la habitación, dejo todo así y me siento sobre la cama para anotar el número de Lenin y enviarle un mensaje, es el único que puede ayudarme, no puedo esperar nada de mi familia.

POV: MARIELLA.

Suelto varios disparos hacia la misma botella, de la rabia que siento empiezo a disparar con más intensidad, recordar el rostro de mi hermana me llena de coraje, ése maldito narcisista llegó de la nada a apoderarse de todo, tengo tantas ganas de mandarlo por dónde vino, que vaya a su maldito país a destruir.

¡Maldita basura! Gente como él sólo la mafia los hace importantes, pues son una mierda de estorbo que no te gustaría tener en el camino, pero nos conviene tenerlo de nuestro lado, razón por la que no pudimos evitar que mi hermana se casara con él, estamos en mucha desventaja.

—¡Hey! —unos brazos me rodean y quitan de mis manos la pistola. —. Cálmate —me pide.

Su respiración me hace cosquillas en el cuello, su aroma inunda mis fosas nasales, ese tipo me trae loca, Dios, aún no sé como estuve dispuesta a casarme con ese maldito para salvar a mi hermana, cuando estoy loca por él.

—No puedo, ni siquiera tuve el valor de estar ahí, despedirme —mi voz se quiebra.

—Tu corazón no daba para ver como la alejan de ti, es todo —susurra en mi oído, con la voz tranquila.

Volteo en sus brazos para ver sus ojos verdes. —Un maldito psicópata, sádico ha tomado a mi hermana y yo no puedo hacer nada, ¿de qué me sirve ser la hija de uno de los rusos más poderosos? No la puedo librar de ese bastardo.

—No es tu culpa, si tu padre no pudo, menos tú, pero no todo está perdido, podemos idear un plan, sabes que yo por ti hago lo que sea —lleva una mano a mi cabeza sonriéndome.

—Soy una Ivanov, y de alguna manera le haré pagar —digo entre dientes empuñando mis manos.

—Así se habla preciosa.

Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Me suelta para tomar su radio portatil y contestar, hago silencio porque sé que quién sea que esté detrás de la línea no me puede escuchar, estaría poniéndolo en peligro.

—Está bien, voy para allá —dice terminando la conversación. —. Tu padre acaba de salir, me toca guardia en casa con los otros.




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