La elegida

Prisionera de la Oscuridad

POV: CARINA.

Despierto sobre la cama y miro alrededor desorientada, todo está organizado, y mi dedo mejor vendado, pues recuerdo sólo haberlo amarrado con un pedazo de tela.

Bajo de la cama y arrastro mis pies hasta la puerta, ésta todavía tiene seguro, la fuerzo pero consigo lo mismo: nada. Frustrada dejo de intentarlo, pego mi cabeza a ella pero no escucho nada, me acerco hacia el armario y me acuesto en el suelo para poder tomar el celular debajo de éste, lo tomo y me dirijo al baño, le llamo a Lenin pero no contesta, hace horas antes de caer dormida le escribí varios textos, pero el imbécil no contesta, claro, debe estar resentido porque le termine.

Vuelvo a guardar el celular en el mismo lugar y empiezo a chequear si hay cámaras o algo similar, no puedo detectarlo con un teléfono tan de mala fama, si tan sólo tuviera acceso a una computadora.

Muevo la mesa del escritorio y lo pongo en medio, me subo y observo alrededor, largo rato observando mis ojos caen sobre un pequeño cable negro detrás del aire acondicionado, muevo la mesa hacia allí y alzándome intento alcanzarlo pero mi estatura no ayuda.

Doy un salto pero no logro siquiera arrancarlo, doy otro salto y ésta vez si logro arrancarlo pero al caer sobre la mesa ésta empieza a tambalear conmigo, hago todo para mantener el equilibrio pero mi peso no ayuda y termino cayendo de espaldas, aprieto con fuerza el pequeño botón negro con pequeños cables pelados que se clavan en mi palma pero no me lastiman.

Mis ojos están en el techo por como caí, el techo empieza a dar vueltas y mi vista se nubla cada vez más.

POV: LEONARDO.

Su primer día en casa la dejo sola y ya termina en un hospital internada, sé que no es fácil, pero era cuestión de tiempo para moldearla, será sumisa como debe ser.

Tuve que dejar un negocio inconcluso para ir por ella al hospital, no pude ir el mismo día pero lo importante es que ya estoy aquí.

Dando zancadas camino avanzo hasta su habitación, entro sin siquiera tener permiso, es mi esposa, no hace falta permiso para entrar a verla. Cierro la puerta detrás de mí y la veo dormida sobre la camilla, se ve tan pequeña e indefensa, pero no lo es, si lo fuera me sería muy fácil moldearla y tenerla como en realidad la quiero, y a mí me gusta eso, me gusta lo difícil.

Me acerco a la camilla y desconecto esas cosas de su cuerpo, la tomo entre mis brazos y salgo de la habitación con ella. Las personas con las que me encuentro en el camino me miran atónitos y yo los ignoro.

—¡Oiga! ¿Qué hace? Aún no está bien, ¿está usted loco? —una enfermera se coloca en mi camino.

—¡Fuera de mi camino! —exclamo.

—No puedo dejar que se la lleve así —demanda seria.

—Es mi esposa, puedo hacer lo que me venga en gana con ella, si quiere cuidarla acompáñeme o muévase de mi camino ahora —la miro esperando a que se decida. Ella no dice nada. —. Muévase —le ordeno haciéndola a un lado.

—¡Bien! —exclama siguiéndome.

Camino hacia mi camioneta y la dejo con cuidado en la parte de atrás y me monto en el asiento copiloto, pongo la camioneta en marcha cuando la enfermera se sube.

¿Tan en serio se tomaba su trabajo?

Estaciono frente a la casa y me bajo rápido para tomar a Carina y entrar con ella a la mansión.

—Cárgala bien —me ordena la enfermera detrás de mí.

—No me de órdenes si quiere vivir —subo las escaleras, camino por el pasillo hasta dar con su habitación. Abro y entro, todo está en orden, de seguro ya las sirvientas organizaron todo, la tiro sobre la cama y giro para ver a la enfermera. —. Haz que despierte —le ordeno.

Esa estúpida me debe una explicación—pienso mientras salgo de la habitación.

Bajo a la sala y mando a llamar a las chicas de servicio.

—Yuri tú sube con la enfermera por si necesita algo —le ordeno a la morena. —. Tú, explícame lo que pasó.

Ella juega con sus dedos nerviosa.

—No lo sé señor, hicimos todo como le pidió, organizamos, le dimos de comer, pero no comió, se durmió, fue hasta en la tarde que escuchamos un ruido subimos a ver y la encontramos tirada en el suelo inconsciente, la llevamos al hospital inmediatamente.

—¿Cómo a qué hora? —pregunto.

—Cómo a eso de las cinco, señor —contesta con la mirada gacha.

¿Por qué aún no despierta entonces? Ya casi es medio día, debió de haber despertado, si esa maldita mocosa muere, ¿cómo la haré sufrir?

—Lárgate —le ordeno.

Hace una reverencia con la cabeza y se marcha.

—Ya vas a ver Carina, provócame y te irá peor —digo entre dientes con una mano bajo mi barbilla.

Impaciente espero sintiéndome como un León enjaulado hasta no poder más subo, entro a la habitación y ambas mujeres se tensan.

—¿Qué? —espeto mirándolas mal. —. La única que debe preocuparse aquí es mi esposa, así que ustedes tranquilas, ¿cómo está? —le pregunto a la enfermera.

—No se rompió nada, pero no creo que sea posible que se pueda mover aún —me explica. —. Con unos masajes estará bien, no cayó tan alto.

Miro hacia la joven sobre la cama y escaneo su cuerpo, viste la misma ropa, que vergüenza, ¿acaso no pensaba cambiarse o qué? Sus párpados me hacen sonreír, ya despertó, y no es nada bueno lo que le espera.

—Fuera —les ordeno.

—La paciente aún no está bien —reclama la enfermera.

—Acá no es su paciente, ¡fuera! —grito y ambas salen apuradas.

Los ojos cafés de mi querida esposa me miran atónitos, con miedo y pánico, verla así me provoca una satisfacción tan grande, aunque a veces se haga la valiente sé que me teme, y si me teme, no será fácil que me desobedezca.

—Ahora me vas a explicar, ¿Qué diablos fue lo de ayer? —pateo la silla haciéndola sobresaltar, avanzo y arrastro la silla para sentarme al lado de la cama y verla de cerca. —. ¿Caer te dejó sorda? ¡Te estoy hablando maldita estúpida! —grito tomándola del pelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.