La elegida

Atrapada en un Matrimonio Infernal

La peor estupidez que podría cometer, sería pedir ayuda, provocar más muertes, ¿Qué más puedo hacer que aceptarlo? Igual estoy casada con él. No me queda de otra que aceptar mi destino.

Bajo y me dirijo hacia la cocina, llevándome la sorpresa de verlo ahí tomando café, ni siquiera lo pienso y me doy media vuelta.

—Ven siéntate, disfruta de ser libre —su voz me irrita.

Libre en cuatro paredes todos los días, que patético.

—Quiero poder comer, sabes que tu presencia me causa nauseas —digo sin voltear a verlo.

Sigo de largo para salir de la cocina, pero él tira de mi brazo y me pega contra la pared. ¿Cómo no me habrá alcanzado rápidamente con esas piernas?

—Te advertí de que cuidaras tu sucia boca, ¿o no?

Aparto el rostro mirando hacia la mesa de la cocina, siento su respiración en mi cuello, está demasiado cerca.

—¿Qué más quieres de mí? ¿Eh? —trato de empujarlo pero él se pega más a mí.

—Eres en realidad una fiera, pero no te va a durar mi reina —aparta mechones de mi frente. —. Si te portas bien puede que un día te saque a pasear.

—No soy tu perra que sacas a pasear una vez a la semana, ¿me entendiste? ¿Quieres que me comporte como tu esposa sumisa? —río. —. Eres un maldito loco, narcisista, enfermo y un gran hijo de...

Tira de mi cintura con fuerza, pegando completamente nuestros cuerpos.

—Ten mucho cuidado con lo que vas a decir, tu preciosa boca te puede costar la vida —empuja mi cuerpo contra la pared. —. Ya veo que se te da bien soportar el dolor, pero aún no te he torturado —toca mi barbilla con su dedo índice.

—Púdrete —espeto.

No entiendo porque sigo resistiéndome, no importa lo que haga, él me tiene y me va a tener quiera o no, le hablo mal eso no cambia nada en él, lo insulto y sólo consigo que me lastime.

—No te envío al sótano sólo porque ésta noche será especial —sonríe como todo un pervertido y se marcha.

Suspiro secando mis manos sobre mi vestido, odie que me intimide, odio que logre darme miedo, odio todo de él. Camino hacia la mesa y de mala gana me siento a desayunar, al menos no me tiene amarrada en una cama sin poder salir de la habitación, pero da igual, no puedo salir de ésta mansión.

Mastico la comida con rabia, como si ella fuera la culpable de mis desgracias. Escucho un ruido que viene de la puerta trasera y veo a Yuri entrar.

—Buen día señorita —saluda con educación.

—No tienes que decirme así, somos casi de la misma edad supongo —digo en voz baja sin levantar la mirada.

—Al señor no le gustará —me lo esperaba.

—Como sea —murmuro sin ganas. —. Oye —volteo a verla jugando con el tenedor. —. ¿Tendrás por ahí alguna pastilla para dormir?

—¿Para?

Sonrío mientras pienso, pero no le puedo decir eso a ella, confío más en la morena.

—No puedo dormir, y ya vez que aquí no hago nada —le hago una mueca de aburrimiento.

—Tengo un frasco pero ya no las uso, te la traeré.

—Gracias —asiento.

—¿Estás mejor? ¿Ya decidiste no hacer nada? —pregunta acercándose.

—Ni modos, ya acepté mi destino —digo regresando mis ojos hacia mi plato.

—Creo que es lo mejor, puede que la conciencia le reproche al señor al verte así, sumida y aceptando todo lo que venga.

Suelto una risa sarcástica.

—¿Y tú crees que ése tipo tiene conciencia? Disfruta verme sufrir, en el corazón tiene un hueco, en la cabeza un coco, tiene el cerebro durísimo, pero si algo le voy a demostrar es que soy fuerte, y que tal vez piense que logrará volverme nada, sí lo hará, pero renaceré y seré más fuerte, al fin de cuentas, todo pasa.

Suelto el tenedor dejando de apretarlo con fuerza, odio tanto a ese hombre.

—El karma existe, relájese —me pide.

—En ésta vida no —me paro de la mesa y subo a mi habitación. Me siento en la cama cruzada de brazos, cada vez que ése infeliz quiera tocarme, haré que se duerma, aunque sólo será hasta que se de cuenta.

[...]

Miro la ventana del baño y la cierro, ya, desde hoy acepto que mi lugar es al lado de un animal, alguien completamente distinto a mí, hasta de país hay diferencia.

Ya cargo con cuatro muertos, no doy para otro más.

Salgo del baño y me lo encuentro en mi habitación, recé todo el día para que tuviera un imprevisto y no llegara a casa, pero ni modos, en algún momento iba a pasar, sólo que desde mañana, espero que tenga sueño, ojalá y la morena quiera ayudarme con eso.

—Felicidades por tu ducha —exclama sarcástico. —. Es lo que dicen ustedes después de un buen baño ¿no?

Lo miro furiosa, mis ojos lanzan chispas de fuegos hacia él, si tan sólo fueran reales y lo mataran, un alivio. Pero seguiré soñando.

Me muevo hacia la cama y él se sienta en ella, me alejo y me paro frente a él, a una distancia muy prudente para mí.

—No me vas a tocar —demando. —. Sabrá Dios con cuántas mujeres te acuestas, no vengas a contagiarme de alguna enfermedad —me cruzo de brazos.

¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso quiero que me tome a la fuerza y me haga daño? ¿Por qué mejor no me porto bien y me evito una mala experiencia? Dios mío, es que es tan difícil aceptarlo, me da asco de sólo intentar obedecerlo, pero, no me queda de otra.

Ríe sarcástico como siempre.

—Soy malo, pero eso no me hace andar acostándome con cualquiera porque no es así, no me acuesto con cualquiera —explica apoyando ambas manos a la cama.

—No te creo —aclaro. —. Haz esto rápido y usa protección —ordeno apartando la mirada.

Se levanta de la cama y se acerca a mí, doy un paso hacia atrás pero me atrae a su cuerpo tirando de mi cintura hacia él.

—Disfrútalo, porque será lento —sentencio, su voz es demandante como siempre, sólo que ahora si tengo miedo.

Uso mis brazos para empujarlo.

—No hagas esto, Carina, será mejor por las buenas y lo sabes —advierto mirando molesto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.