La elegida

Torturada entre Dos Mundos

Niego una y otra vez con mi cabeza.

—Yo no he hecho nada —digo con pánico.

—¡Dime la verdad Carina! —exige tirando de mi pelo.

—¡Ah! —suelto un grito de dolor. —. ¡En serio estaba ahí desde antes!

—¡Dime quién de las dos te la dio! —aprieta su agarre a mi cabellera obligándome a mirarlo.

Caigo al suelo de la fuerte bofetada que me da.

—¿Vas a hablar o no? —se agacha frente a mí y vuelve a tomarme del pelo.

—Desde el primer día que llegué aquí estaba ahí —contesto llorando. —. Mi hermana lo echó en mis cosas, ellas no tienen nada que ver.

Toma mi mandíbula con fuerza.

—Estoy diciendo la verdad, lo juro —suplico llorando. —. No tengo la mínima idea de escapar Leonardo, ya entendí que no puedo ni podré escapar de ti. Ya lo acepté.

—¿Cuántas veces? ¿Eh? —tira de mi cabello hacia atrás.

—Puedes tirarlo si quieres, pero no les hagas daño a ellas, son inocentes, en serio, haré todo lo que quieras, no las mates —lloro, ya no puedo más, no podré soportar el peso de una muerte más. —. Te estoy diciendo la verdad, ellas no me dieron ese celular, se han rehusado a ayudarme a escapar, son fieles a ti.

—¿¡Cuántas veces!? —grita.

—No más, te juro que no habrá más quejas Leonardo, pero por favor no las mates, son inocentes, por primera vez puedes hacer algo por mí, haré lo que quieras, no te desobedeceré —farfullo desesperada.

Ellas no. Ellas son inocentes.

—¿No quieres que las mate?

Niego con la cabeza.

—¿Entonces te portarás bien? —asiento. —. Bueno, te creo, quiero que sepas que nunca he hecho esto antes y que en cualquier momento puedo matarlas y sus vidas dependen de ti —declara.

Asiento una y otra vez.

—Bien —menea la cabeza y se aleja para irse. —. Nos vemos querida.

Sé que no lo dejará así de simple, pero al menos no las matará, o eso espero.

En cuestión de minutos ambas chicas suben corriendo a socorrerme en el suelo.

—Escuchamos tus gritos, ¿estás bien? —me preguntan asustadas.

Asiento. —No pasa nada.

—¿Te pegó? —la morena toca mi mejilla. —. Ven, vamos a la cama —me ayudan a levantarme.

Me ayudan a llegar a la cama y tratan de tranquilizarme.

—Dios él estaba tan furioso, y yo tuve mucho miedo —digo sollozando.

—Es normal que tuvieras miedo, no te pongas así, no luches contra lo que sientes.

—Muchas gracias chicas —les agradezco con una sonrisa.

—No tienes nada que agradecer.

—Pónganse cómodas —les pido. —. A ver, cuéntenme, ¿cómo llegaron aquí? —pego mi espalda a la cabecera de la cama y las miro a ambas sentadas frente a mí sobre la cama.

Así pasé el día, escuchando la historia de sus vidas, una ya era madre, la morena, Kenia, trabaja para ayudar a sus padres y ahorrar para su universidad, pero mientras no tenga el dinero suficiente seguirá aquí.

Yo tengo dinero, pero ellas son libres, esa es la diferencia.

Tiendo la cama para irme a dormir, a pesar de lo que pasó ésta mañana las chicas me hicieron el día.

El chillido de la puerta me hace sobresaltar, pues las chicas siempre tocan, volteo hacia la puerta y lo veo entrar a la habitación, suspiro estirando las sábanas y me alejo de la cama.

—Buenas noches —saluda cerrando la puerta detrás de él. Su cabello rubio cae de un lado de su rostro, sus grandes brazos resaltan en la camisa azul que viste, es grande y alto, ¿Cómo puedo yo contra alguien así? Soy un bicho frente a él.

—Hola —murmuro bajando la mirada. —. Vas a respetar mis condiciones —mascullo.

Él suelta una leve risa y pasa a sentarse sobre la cama por lo que yo me echo hacia atrás.

—Puedo hacer lo que me da la gana contigo, como y cuando quiero y creo que esto te quedó claro —deposita sus manos sobre sus muslos mirándome.

Los botones abiertos de su camisa me dejan ver el rosario que lleva en el cuello, ¿Qué significado tendrá para él? Siempre lo trae con él.

Se levanta de la cama y se aproxima a mí, no me inmuto, ¿Por qué haría esto más difícil? ¿Para que me lastime con ganas?

Llevo puesto un simple vestido morado a tres dedos sobre mi rodilla, es liso y no tiene mangas.

—Entiende que me perteneces —gruñe. Saca algo de su bolsillo, es una cuchilla, hace un pequeño ruido al abrirlo y yo me asusto.

Roza la filosa cuchilla sobre mi piel, sube debajo de mi vestido y rompe mis bragas fácilmente.

—No te preocupes, no marcaré tu hermoso cuerpo, eso es sagrado —lanza el cuchillo detrás de mí.

No mi cuerpo pero si me rostro, definitivamente está enfermo.

Siento la tela de mis bragas deslizarse por mis muslos y caer hasta mis pies, no me inmuto, aún estando cubierta por el vestido, me siento incómoda y expuesta.

Inclina sus dedos y levanta mi mentón, me mira a los ojos y me sonríe satisfecho. Intento decir algo pero nada sale de mis labios.

—Shhh —lleva un dedo a sus labios.

"Es mejor que suceda por las buenas"

Pasa a colocarse detrás de mí y mi cuerpo se tensa, aprieto mis puños con fuerza, soy fuerte, es sólo mi cuerpo, soy fuerte.

Desliza el cierre de mi vestido y éste cae hasta mis pies, su respiración me hace cosquillas en el cuello, no quiero que mi cuerpo responda a sus toques. Desabrocha mi sostén sin tiras liberando mis senos.

—Haz esto rápido —ordeno cerrando mis ojos con fuerza.

Deposita un beso sobre mis hombros y susurra en mi oído.

—Te dije que sería lento y que mejor lo disfrutaras —su mano recorre mi muslo y llega a mi seno, de mis labios sale un jadeo al recibir un apretón de su parte.

No voy a llorar, no voy a llorar. Soy fuerte, no le demostraré vulnerabilidad, esto pasará, no rápido pero pasará.

Lleva su otra mano a mi otro seno y me toca ambos al mismo tiempo, muerdo mi labio inferior con fuerza para no gritar, ni jadear, a la vez que me esfuerzo por no llorar.




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