La elegida

Tentando al Destino: Entre el Miedo y la Supervivencia

¿Dónde encontré el valor? No lo sé, sólo que no puede enojarse porque intento sobrevivir en su jaula.

—Sólo trato de entretenerme, sobrevivir en ésta maldita prisión —espeto molesta.

—No estás en una prisión —declara. —. Tú te has puesto en esto, si tan sólo hubieras entendido que tu lugar es aquí y que no puedes huir sería diferente.

—Da igual, ya sé mi lugar, no te preocupes por repetírmelo —lo miro con molestia. —. Bienvenido quiero esposo —agrego y me doy la vuelta para continuar.

No dice nada, sólo escucho sus pasos alejarse, las chicas regresan hacia mí y tocan mis hombros en apoyo.

—Eso fue muy valiente de tu parte.

DÍAS DESPUÉS.

Ahora sí podía asegurar que había conocido su lado sádico, apenas tenía semanas viviendo bajo el mismo techo que él, ¿Qué será pasar toda la vida junto a alguien así?

—Podrías tomar pastillas, digo al menos deberías disfrutarlo —comenta Yuri.

—¿Cómo crees? —espeta Kenia. —. ¿Qué tipo de consejo le estás dando?

—Kenia, por algo debo empezar, si no es bajo amenazas es a la fuerza —explico.

—Pero y cuando pase el efecto —refuta.

—Ya no importa nada, mejor me voy a alistar antes de que venga —me retiro de la mesa y subo a mi recámara a alistarme.

Me pongo el vestido que él mismo había enviado con sus hombres, ahora también controlara mi vestimenta, salió conmigo una vez, supuestamente en recompensa porque me he estado portando bien, pero yo ya no siento nada, poco a poco va muriendo Carina Ivanov.

Me miro en el espejo con asco, soy hermosa pero una inútil que no sirve ni para sí misma. Suspiro, tomo mi bolso de mano y bajo las escaleras, él me espera en la sala, me sonríe satisfecho al verme.

—Estás hermosa —halaga tomando mi mano.

—Gracias —susurro, ni sé por qué le doy las gracias.

Salimos de la casa con su mano en mi espalda baja, ya mi cuerpo se acostumbró a su tacto, ya no me causa nada, no me quedan sentimientos ni hormonas, sólo estoy respirando y ya.

Odio esos eventos, pero es la única manera que abandono la prisión llamada mansión donde vivo con el loco de mi esposo.

—No te alejes, cariño —susurra en mi oído antes de alejarse.

Un señor se me acerca y entabla una conversación conmigo, yo de estúpida trato de contarle de mis problemas, supongo que aquí hay gente peligrosa, no gente inocente así que no sería mala idea pedir ayuda.

Siento un fuerte agarre a mi muñeca y volteo de golpe.

—Deja de pedir ayuda como loca ¿me entendiste? —gruñe contra mi oído alejándose conmigo.

—Necesito ir al baño —jadeo por mi brazo.

—Bien, sé que no intentarás nada estúpido, acá no hay gente que tenga sentimientos.

Asiento levemente y sobando mi brazo camino hacia el baño, me meto en uno de los cúbicos y empiezo a escuchar sollozos, hago mis necesidades rápidamente y salgo a lavarme la cara, pero los sollozos no se detienen.

Empiezo a buscar de donde provienen, abro la puerta y me encuentro con una chica tratando de subirse el zíper de su vestido, su espalda está llena de marcas de azote, oh por Dios. Me quedo perpleja mirándola sin poder creer lo que mis ojos están viendo, llevo una mano a mi boca para no hacer ningún ruido.

—¿Tú quién eres? —pregunta volteándose. —. Vete.

—Oye no, no quiero hacerte nada —farfullo en shock. —. ¿Qué te pasó?

—Vete antes de que vengan por mí, sólo debo cubrirme bien —dice llorando.

—Quiero ayudarte —insisto. —. No te dejaré en ésta condición.

—¿Cómo? No sabes nada de esto, de seguro ni sabes el tipo de personas que están allá fuera.

Al menos Leonardo no me hace eso, sólo me tortura sexualmente—pienso.

—Quédate aquí —le pido en suplica. —. Ya regreso, ¿vale? Te voy a ayudar —le aseguro.

Salgo del baño y apurada empiezo a buscar a Leonardo entre la multitud.

—Leonardo —tiro de su brazo hacia mí y éste termina con su rostro muy cerca del mío.

—Dannazione —maldice en su idioma. —. ¿Qué te pasa? No ves que estaba hablando.

—Ven conmigo, por favor —le suplico. —. Por favor.

Suspira molesto. —No me hagas perder el tiempo mujer —gruñe molesto.

Lo arrastro hasta el baño y le muestro a la chica.

—¿Qué me dices con esto? —espeta.

—Necesita ayuda —murmuro.

Ríe sarcástico.

—¿A ti qué te pasa, Carina? ¿Me ves cara de defensora de las mujeres o qué mierdas? Deja de meterte en problemas —me empuja para soltarse de mi agarre.

Decide irse pero lo detengo.

—Por favor —sostengo su mano con fuerza, miro mis manos sosteniendo la suya y me siento extraña al hacer esto.

No puedo creer que alguien sea capaz de maltratar a una jovencita de esa manera, Leonardo no me ha hecho más que abofetearme cuando está furioso, y gracias a que cree que ya soy sumisa no peleamos.

—¿Podrías por primera vez hacer algo por mí?

Voltea para verme y suelto su mano.

—¿Qué gano yo? ¿Qué si la ayudo? —pregunta serio.

—Ya sabes que no me voy a escapar —me encojo de hombros. —. Puedes pedirme lo que sea —aseguro.

—¿Sabes? Me sorprende que aún tengas pena en tu corazón —dice mirándome con ironía. Me mira como si no creyera que yo fuera así, ¿Por qué él tiene esa mentalidad sobre las personas?

—Las crueldades no nos hacen odiar a la gente, nos hacen más fuertes —ríe con más intensidad.

—Será porque no naciste ni te criaste en la crueldad, ¿a ti quién te ayuda a escapar de mí?

—¿Vas a hacerlo o no? —exclamo molesta.

—Perdón reina —exclama.

—Lo siento —me disculpo rápidamente.

Regresa hacia la chica y le hace varias preguntas, luego llama a sus hombres, o es lo que supongo.

—Ve al evento y espérame —me ordena y asiento antes de salir del baño.

Nerviosa entre la gente trato de estar causal, me tomo varios tragos para relajarme, mi papá no nos dejaba tomar, sólo en año nuevo y fiestas en casa.




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