La elegida

Bajo el Manto de la Incertidumbre

DOS SEMANAS DESPUÉS.

POV: CARINA

Despierto sobre una cama tenida de blanco, no entiendo nada, ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué hago aquí? Me levanto de la cama y observo la amplia habitación, trato de hacer mi mente trabajar pero no me llega nada a la mente, no recuerdo nada, ¿Por qué no tengo ningún recuerdo? ¿Qué está pasando? ¿¡Qué rayos está pasando!? No es normal que no tenga ningún recuerdo.

Me dirijo hacia la puerta y tomo el pomo, ésta cede ante mi leve movimiento y la puerta se abre, salgo sigilosamente y miro un pasillo luego otro.

—Oh por Dios...

Giro de golpe topándome con una chica subiendo desde el pasillo que queda a mi izquierda.

—¿Quién eres tú? —pregunto desafiante, manteniéndome con firmeza cerca de la puerta.

Por un momento creo observar una sonrisa de triunfo en sus ojos, pero luego rápidamente la reemplaza por una hermosa sonrisa llena de amabilidad.

—Que felicidad —exclama avanzando hacia mí pero yo retrocedo.

—No te me acerques —demando.

—Tranquila, no pienso hacerte daño —dice sin detenerse.

La miro desconfiada y atenta para defenderme en cualquier momento.

—No sé quien eres —lanzo. —. ¡Y mi mente está vacía! ¿¡Quién eres!? ¿¡Quién soy!? ¿¡Por qué no tengo nada en la mente?

—Si te tranquilizas, te explico —alza sus manos en señal de paz. —. No te hace bien que te exaltes, puede causarte fuertes dolores de cabeza.

—¿Quién soy? Dímelo —exijo entre dientes.

—Tu nombre es Carina, hija de un mafioso, como yo —alza los hombros la decir lo último.

—¿Qué más? ¿Cómo llegué aquí? —farfullo

—Paso a paso —me frena. —. Perdiste la memoria y no es bueno decirte las cosas así por así, y aunque lo haga aún no vas a recordar nada.

—¿De qué me estás hablando? No entiendo nada —exclamo agitando los brazos. —. Quiero irme de aquí, llévame con mis padres, no me importa que sean mafiosos o lo que sea que se yo, sólo quiero entender qué está pasando —farfullo desesperada, me siento frustrada, angustiada y perdida, no entender y no recordar absolutamente nada es como una pesadilla, una terrible pesadilla de la que quiero despertar.

—Relájate, te entiendo —ésta vez dejo que se acerque, en este estado no puedo hacer mucho, sea buena o mala no lo sabría, mi situación no me dejaría, mucho menos ahora. —. Yo sólo quiero ayudarte.

Dejo que me lleve de vuelta a la habitación, no es que tuviera otra opción, alguien sin recuerdos es como una niña sin padres. Me acuesto sobre la cama como ella me indica.

—Relájate —me pide sentándose al borde. —. No trates de pensar en nada ni recordar porque es muy reciente.

¿Y eso qué? No soy doctora pero, uno puede empezar a recordar en cualquier momento ¿no? En realidad no tengo idea.

—No puedo —expreso con tristeza. —. ¿Cómo puedes pedirme eso si acabo de despertar y no sé nada de nada?

—Pero no es algo que sea permanente, además tienes unas amigas que están para ti —toma mi mano sobre la cama pero yo la aparto.

¿De qué amigas me habla? Esto es tan confuso, no entiendo nada y me asusta esta situación, no sé si confiar o desconfiar.

—No te preguntes nada, poco a poco te iremos contando todo —inclina su mano y toca mi cabeza suavemente. —. Le daré la noticia a los demás, ¿quieres venir?

Niego con la cabeza.

—Quiero estar sola —confieso.

—Entiendo —asiente. —. Puedes bajar cuando quieras —asiento en su dirección y ella se marcha de la habitación.

Me paro de la cama inmediatamente que escucho la puerta cerrarse y busco verme en un espejo, me siento frente a una mesita decorada y con algunas cosas de maquillaje y me observo confundida.

Mis ojos son cafés, mi cabello es negro, mi piel mulata se ve un poco pálida, como si tuviera mucho tiempo sin sentir el sol o haber estado en un lugar muy frío. Paso mi mano por mi rostro lentamente, toco mis labios pálidos y termino en mi cuello.

¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Quién es esa chica? ¿Por qué no sé absolutamente nada de mí? ¿Habré sufrido un accidente?

Quito las dos trenzas de mi cabello y lo peino dejándolo suelto sobre mis hombros, me veo bien, trato de sonreír pero no me sale, es como si fuese ridículo en un momento así.

—Espero recordar pronto, vivir así se siente desesperante y horroroso —murmuro tocando mi cabello mientras me observo en el espejo.

Me paro de la mesa y salgo de la habitación, bajo por las escaleras donde vi subir a la chica, a mi lado derecho está la salida, al menos eso me parece, a la izquierda al fondo creo que está el comedor y la cocina, en frente tengo la sala.

Camino hasta el fondo y es justo cuando me doy cuenta de que sólo llevo unas simples medias en los pies, termino de avanzar y me encuentro con tres personas sentadas en una mesa de vidrio, un silencio sepulcral se forma al ellos notarme.

—Oh hola Cari —el chico y la chica vienen a abrazarme, a excepción de la que ya me habló. —. No sabes que alegría nos da que hayas despertado —planta un largo beso en mi mejilla y le da lugar al chico para que me abrace.

—Hey chicos, no la abrumen —interviene la que aún sigue en el comedor.

Ambos se alejan y decido unirme a ellos a comer, tengo hambre, y aunque me da cosa, no tengo de otra, no sé sus intenciones, pero tampoco es que pudiera averiguarlas. Me siento al lado de la chica que me encontré en el pasillo, ésta me da una gran sonrisa amablemente, pero no se la puedo devolver, porque aunque actúe tan amble conmigo, no confío en ella y todo esto no me cuadra.

—¿Quieres té? —pregunta empujando una pequeña tasa hacia mí.

Miro la tasa frente a mí, alzo la mirada y miro a las tres personas que me acompañan.

—Oye, anda, no estarás pensando que somos unos psicópatas —me reclama riendo.

—Podrían serlos ¿no? —los miro a cada uno de reojo con una sonrisa asomándose en la comisura de mis labios.




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