La elegida

Entre Confusión y Deseo: El Encuentro Imprevisto

POV: CARINA.

Sonrío pasando mi mano por mi cabello, ésta chica sabe como subirme el animo, a pesar de que no logro recordarla.

De repente ella inclina sus manos y toma las mías sobre la mesa, me clava sus ojos y me observa con algo muy profundo en su mirada, dolor, es como si estuviera apenada o me estuviera sintiendo lástima.

¿Será porque no recuerdo nada?

—Tú... ¿te sientes cómoda con él? —me pregunta, y no lo hace como algo así por así, me demuestra que hay algo detrás.

Frunzo el ceño mirándola confundida, no entiendo por qué me está preguntando esto.

—¿A qué te refieres? —pregunto.

—Me refiero... —hace una pausa. —. Al señor, a tu esposo digo —mira hacia la sala como si estuviera con miedo a que alguien la escuchara.

Me encojo de hombros meneando la cabeza, la miro fijamente a los ojos pero no logro objetar nada, no sé que decirle.

—Pues, es mi esposo, ¿debería no? —inquiero confundida.

—¿No sientes nada? ¿Extraña? ¿Su presencia no te incomoda? —pregunta, tratando de que la entienda.

—No —niego confusa. —. Él... es muy no sé como explicarlo —digo frustrado. —. Es muy precavido, es como si necesitara de mi permiso para besarme —río. —. Cosa que es bien raro porque estamos casados ¿no?

Ella finge reír conmigo pero en su rostro veo que no alegra mi respuesta, algo sucede, pero como siempre no puedo saberlo, no hasta que mis recuerdos les de la gana de volver, de sacarme de esta tortura que parece ser ligera pero no lo es.

—Me alegra que te sientas bien con él, le preocupa mucho como te sientas —explica con una sonrisa.

Le devuelvo la sonrisa de labios sellados, que pegado hice para merecer esto, ella al parecer quiere decirme algo, pero como no recuerdo, no va a funcionar y se nota que es algo que no debería estar haciendo.

—Me voy a duchar, comeré luego —le aviso retirándome de la mesa, ella asiente y yo me voy.

Subo por las escaleras y me meto a la recámara, me dirijo directamente hacia el baño mientras me desprendo. Me coloco debajo de la regadera y mientras el agua cae sobre mi cuerpo observo mi reflejo en el cristal sosteniendo un mechón de mi cabello.

Junto mis labios en una línea y me observo así nada más, sin ningún sentimiento, sin ningún pensamiento, porque no recuerdo mi pasado, no sé muy bien acerca de mi presente, mucho menos tengo idea de mi futuro.

Y por primera vez, me veo a mí misma sonriendo, alegremente, pero es fugaz, como de esos recuerdos de las películas, que pasan con rapidez y no alcanzas observar bien ningún detalle.

Decido terminar de ducharme, me envuelvo en una toalla y antes de salir exprimo el agua de mi cabello. Camino hacia mi cama desenredando mi cabello mientras avanzo, me detengo frente a la cama, levanto la cabeza echando mi cabello hacia atrás y mis ojos hacen contacto con un vestido sobre la cama.

Mis ojos aprecian tanto la tela como el color, es un morado claro, largo, con tiras y escote, tiene un abierto en el lado derecho no tan largo, es liso, pero sé que mi cintura resaltará.

Me acerco lentamente y toco la tela, es suave y se siente muy fina, debajo lleva otra, sonrío tocándola. No puedo creer que se haya tomado la molestia de elegirme un vestido, me pongo una bata mientras y llamo a la chica de servicio para que me ayude con mi cabello.

Ella me lo seca y me va dando ideas de como me puedo peinarme y que vaya con el vestido.

—Se verá realmente hermosa —dice mirándome en el espejo.

A veces es tan extraño, usa formalidades y en otras me habla como si nos conociéramos de toda la vida.

—¿Me quieres decir algo? —le pregunto confundida. —. Puedes hablarme, yo... sé que no entiendo pero...

—Tranquila —toca mis hombros con cariño. —. Todo está bien, estás aquí —me sonríe.

Le devuelvo la sonrisa con cariño.

Recoge mi cabello en un moño no tan alto y pasa varias mechones en el lado izquierdo de mi rostro.

—¿Te gusta? —pregunta.

Muevo mi cabeza y asiento admirando como el peinado resalta mi rostro.

—Está hermoso.

—A usted todo siempre le queda hermoso —asegura.

—Gracias —murmuro mirándome en el espejo. —. ¿A dónde crees que me lleve Leonardo? —le pregunto mientras ella empieza a maquillarme.

—De seguro a uno de esos eventos de ricos —responde sin darle mucha importancia.

Si bien recuerdo, algo así me había dicho Leonardo, ¿será de esas cosas de negocio de mafia? De ser así no creo que me llevaría.

Al terminar de ayudarme ella se va dejándome sola, y es ahí donde los nervios empiezan a atacarme, no sé a donde me llevara Leonardo, puede que estén personas que me conocen pero que no recuerdo, y será extraño.

Me siento al borde de la cama de frente al espejo, junto mis manos y empiezo a jugar con mis dedos sin saber que hacer, ¿por qué aún no llega? Ya casi van a ser las seis, y me pidió que estuviera lista antes.

Me paro de la cama y decido salir, tomo el pómulo de la puerta y lo empujo hacia afuera, salgo de la habitación y cierro la puerta antes de empezar a bajar por las escaleras, pienso en que debí tomar algún bolso de mano ya que me siento muy suelta, pero sólo sería por tenerlo ya que ni celular tengo para ponerle dentro. El pensar en esas cosas son las que me hacen sentir mal.

Coloco mi mano sobre el pasa manos mientras trato de bajar con delicadeza, se me hace extraño sentir que es algo de mí bajar de esa manera.

"Una mujer debe ser delicada"

¿Quién me dijo eso?

No lo recuerdo, pero al menos estoy recordando algunas cosas, por pequeñas que sean.

Escucho un ruido en la puerta y giro un poco la cabeza para ver de que se trata, es él, me detengo a tres escalones para terminar de bajar y lo observo entrar, viste un traje negro, su cabello está peinado de lado, luce excelente como siempre, igual, ¿qué no ha de quedarle bien a ese hombre?




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