La elegida

Entre Recuerdos y Dudas: La Verdad Amenazante

El pecho de Leonardo se vuelve lo más cómodo cuando empiezo a tener sueño, no me ha dejado tomar más de una copa, y después de haberse alterado a tal nivel no puedo creer que se ha comportado como un niño conmigo, es como si sólo fuera así conmigo, y con el resto un odioso. Se siente bien, pero a la vez un poco preocupante y raro.

—¿Ya te aburriste? —pregunta alzando mi barbilla.

Niego levantando mi cabeza de su pecho.

—Sólo creo que mi cuerpo se agotó —digo sonriendo.

—Vamos a casa, esto ha sido súper aburrido —hace una mueca con sus labios. Se para del sofá y me extiende su mano ayudándome a ponerme de pie.

—¿Y por qué viniste? —pregunto pasando mi otra mano sobre mi vestido.

Se encoje de hombros mientras tomamos rumbo hacia la salida.

—Política de mafiosos, aunque literalmente Franco me obligó —explica.

Me río tapando mi boca con el dorso de mi mano.

—Pero no se supone que eres el jefe.

Pasa su mano por su cabello desordenándolo, se nota aburrido y cansado.

—Bueno, a veces cuando tiene la razón tengo que hacerle caso.

—Eso se llama madurez —aclaro, rodeando su cintura y me pegándome a su cuerpo.

Nos montamos en la camioneta y el chófer inmediatamente lo puso en marcha, Leonardo está algo extraño desde que salimos del lugar, se ha mantenido apoyado a la ventana con su puño debajo de su barbilla muy pensativo.

—¿Qué estás pensando? —le pregunto.

—En como eliminar a ese viejo bastardo —murmura entre dientes con la mirada fija en la carretera, suena como una persona totalmente diferente, y es lo que me preocupa, que esa parte tan dulce sea sólo conmigo, ¿por qué? ¿Acaso odia a todo el mundo menos a mí?

—¿Por qué? —pregunto confundida. Sí, pude ver mucho tensión entre los dos, pero no llegué a espectacular que fuese hacia tal punto.

Gira a verme, y cierra sus ojos con fuerza suspirando, respondió sin pensar.

—No... no fue lo que quise decir —me mira apenado, se acerca a mí y rodea mis hombros. —. Lo siento.

—De la nada te pusiste muy raro —suelto lo que pienso de golpe.

—No pasa nada —levanta mi barbilla y besa mis labios cortamente.

Cierro los ojos y disfruto de su aroma, elimino de mi cabeza todos los pensamientos y me relajo, sé que en algún momento recordaré y todo volverá a la normalidad.

Me despego de él cuando siento que la camioneta se detiene, el baja primero y luego me ayuda a hacerlo. Nos adentramos a la casa tomados de la mano, las luces están encendidas pero no hay nadie a la vista.

—¿Quieres comer algo? —le pregunto.

—No, estoy bien.

—¿Seguro? No vaya a ser que al día siguiente tu estómago ruja como un... —suelto un grito al sentirme elevada de golpe.

—No va a rugir, amaneceré feliz como una lombriz —dice sonriendo.

Río mientras apoyo mis manos en su cuello. Sube por las escaleras conmigo, sin dificultad abre la puerta y nos adentramos a la recámara, me baja con cuidado y suspiro, giro inmediatamente dándole la espalda.

—¿Me ayudas?

Baja el zíper completamente, y suspiro aliviada, retiro los pinchos que mantienen firme el moño y suelto mi cabello sobre mi espalda, paso los flequillos de enfrente detrás de mi oreja y volteo.

—¿Te sigo ayudando? —pregunta coqueto.

Sonrío tocando mi cabello, yo sé que mi mirada de inocente le provoca, pero me sale natural.

Inclina su mano y toca mi mejilla con ternura, pasea su dedo alrededor de mi cachete con suavidad. Corta la poca distancia que queda entre nosotros y besa mis labios lentamente.

Suelto las tiras de mis hombros liberándome del vestido, el cual termina hasta mis pies, pasa su brazo alrededor de mi cintura y gira conmigo, avanzamos hasta la cama y me deja caer con cuidado.

[...]

Volteo quedando acostada de espaldas, paso mi mano por mi rostro pero no abro los ojos, llevo mi mano a mis labios y bostezo girándome del otro lado pero termino encima de alguien.

Coloca su mano sobre mi cabeza y empieza a subir y bajar su mano de mi cabello, el tacto sólo hace que vuelva a dormir un poco más. Abro los ojos luego de un rato, y me encuentro con los suyos, me sonríe con cariño.

—Hola —murmuro.

—Buen día —inclina su mano y aleja mechones de mi frente.

—¿Hoy no irás a hacer negocios? —pregunto mirándolo a los ojos y él ríe.

—¿Quieres hacer algo? —me pregunta, pasando su pulgar en la comisura de mis labios.

—Lo que tú quieras.

—No lo sé, quiero hacer cosas que puedan ayudarme a recordar.

Su rostro se torna serio, sé que es un tema complicado que siempre nos cambia el ánimo, pero yo no quiero aprender a vivir con esto, quiero hacer lo posible para poder recuperar mi memoria, necesito mis recuerdos, ¿qué soy sin ellos? Nada.

—Sé que voy a recordar —le digo posando mi mano en su mejilla. Sus ojos sólo reflejan un misterioso doloroso, y tal vez es ese presentimiento, de que pasa algo del cual no me puedo acordar.

Aún con eso en la mente lo dejo abrazarme con fuerza, es como si de la nada se hubiese puesto sentimental, dejo que me envuelva con fuerza entre sus brazos y cierro los ojos con fuerza disfrutando de sus brazos envolviéndome, siento eso, esa barrera que hay entre nosotros, tan grave es que sé que él no lo puede disfrutar al máximo, de esto, que se supone que es un matrimonio.

Se aleja y me sonríe, sé que detrás de esa sonrisa hay algo más, me estoy haciendo la loca, pero en sus pequeños detalles que él intenta que sean perfectos veo eso que siempre lo hace chocar contra una pared.

—¿Quieres darte un baño conmigo? —pregunta mirándome coqueto.

Sonrío queriendo agachar la cabeza para evitar su mirada pero no lo hago, aún con sus ojos clavados en los míos, mantengo la cordura.

—¿No quieres mejor que te prepare algo de comer? —le pregunto mirándolo con sospecha.




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