La elegida

Un Momento de Intimidad Interrumpido

Tomados de la mano nos encaminamos hacia la casa sin prisa alguna, nunca esperé tener un momento tan íntimo, tan real y tan deseado de ser infinito. Me considero una persona fuerte, pero debo decir que temo por esto, sé que la estoy engañando pero yo espero que ella pueda llegar a entenderme y quizás perdonarme.

—En ocasiones piensas mucho, y si no estás pensando mucho, me estás haciendo reír —murmura, rompiendo el cómodo silencio que había.

—La mente es el peor enemigo linda, contigo puedo entretenerme sin tener que hablar, siempre estás en mi mente —aseguro apretando su mano.

Ella suelta una risita y se pega más a mí.

—Eso es bueno ¿no?

—Peligroso para mí, pero me lo merezco —suspiro hondo mirando al frente. Me siento perdido en mundo donde no hay salida y mi destino es la miseria.

—No digas esas cosas si no me explicarás nada —dice en tono triste, deteniéndose, por lo que me detengo también.

Me coloco frente a ella y tomo su otra mano, me acerco más cortando la poca distancia que queda entre nosotros.

—Paciencia, entenderás todo a su debido tiempo —tomo su rostro entre mis manos. —. Sólo deseo que no olvides estos momentos, que aunque te lleguen a doler, puedas tener esa parte de mí —paseo mis pulgares alrededor de sus cachetes.

Sus ojos se clavan en los míos, la confusión, impotencia e incertidumbre es evidente en su mirada, pero más la tristeza de mis palabras que se le suma a la que ya le provoca no tener sus recuerdos. Y esa es la parte que me mata, esos ojitos tristes que estoy tratando de hacer feliz pero que podría ocasionar algo peor.

Mueve ligeramente la comisura de sus labios sin apartar la mirada, corto la distancia entre nuestros rostros y sello nuestros labios en un beso. Sé que en algún momento me moriré de ganas por hacerte esto y no podré, no podré volver a sentirla porque habrá recordado y sabrá que soy su villano, que soy de quien debe cuidarse y no aliarse. Y aún sobre mis deseos, estaré en la obligación de darle su libertad, y lo que sea que me pidiera, porque esa mujer, hasta mi vida merecía, y ni así, pagaría tanto daño causado.

Ella se sostiene de mi saco y yo la tomo del cuello profundizando el beso, poco a poco me estoy volviendo adictivo a sus labios, y desgraciadamente será una droga que no podré tomar. Separo nuestros labios por la falta de oxígeno y rozo nuestras narices, su respiración choca con la mía y acaricia mi nariz.

Entre abre los labios jadeante, observo cada detalle de su rostro, sus labios carnosos, sus ojos, el ritmo acelerado de su corazón, la verdad siento que estoy en una película romántica. Vuelvo a unir nuestros labios pero ésta vez en un beso más hambriento, más necesitado, devoro sus labios sin censura y ella me devuelve el beso con intensidad, jadeando dentro de mi boca.

Nos separamos por la falta de oxígeno, beso cortamente sus labios y hago un camino hasta su cuello, voy repartiendo besos por todo su cuello y ella me responde con leves jadeos involuntarios y aferrando su agarre a mi saco. Suspira titubeando y aferro mi agarre a su cintura.

Subo mis labios a su oreja y beso el lóbulo de su oreja lentamente sintiendo como su cuerpo se estremece.

—Deberíamos terminar de llegar —comenta entre cortada.

Sonrío sobre su piel, busco sus ojos y me encuentro con su mirada inocente, beso la punta de su nariz levemente y me alejo.

—Vamos —pego su cuerpo al mío sin soltar su cintura y nos adentramos a la casa. Sin mirar alrededor vamos directamente a nuestra recámara.

Me quito mi saco y lo arrojo a un lado, ella se acerca a mí y se coloca en frente de mí, toca el rosario colgado de mi cuello y lo acaricia con sus dedos.

—¿Qué tiene de especial que siempre lo traes contigo? —pregunta, curiosa observándolo con extrañeza.

—Era de... —agacho la mirada y observo el rosario, tal vez no valga la pena, pero en la guerra y el amor todo lo vale, y aunque fuera una pequeña parte de lo que soy puedo abrírselo.

—No tienes que decirme —rompe el silencio.

Trato de buscar las palabras correctas para abrirme con ella pero no las encuentro, es como si algo conspira contra de mí, esto ha sido un secreto de uno, no de dos, pero ella, a ella quiero decirle pero es tan complicado.

—Era...

Cuelga sus brazos de mi cuello y calla mis labios posando los suyos sobre los míos. Besa mis labios lentamente, de esos besos suaves que no quieres que terminen nunca, desciende sus labios a mi cuello besándome con lentitud, desliza sus manos sobre mi pecho y empieza a desabotonar mi camisa. Rodeo su cintura con mis brazos y la alzo llevándola a la cama.

[...]

Arrugo la frente confundido, escucho murmullos y siento unas uñas clavándose en mi piel, froto mis ojos y abro los ojos agachando la cabeza, escucho un leve sollozo de parte de ella, inclino mi mano hacia la mesita de noche y enciendo la lámpara.

—Linda —aparto mechones de su rostro. —. Cariño —me inclino y beso su mejilla. —. Estoy aquí.

Hunde su cabeza removiéndose, toco su mejilla tratando de calmarla, parpadea varias veces antes de conseguir abrir los ojos, sus ojos están cristalizados y llenos de pánico.

—¿Tienes pesadillas? —le pregunto confundido. Su silencio es mi respuesta, pega su cabeza a mi pecho y no la rechazo, paso mi mano por su cabello. —. ¿Desde cuándo?

—Sólo ha sido un par de veces —murmura.

—Estabas llorando —comento preocupado.

—Pero sólo fue por la pesadilla —responde sin despegar su cabeza de mi pecho.

—Está bien —rodeo sus hombros abrazándola con fuerza. —. Tranquila.

Miro hacia la pared pensativo "si vas a recordar" eso es bueno, pero es un trago agridulce.

Al día siguiente despierto antes que ella, no la despierto y dejo que descanse, no estoy seguro que haya dormido bien, y tal vez lo haya hecho muy poco.




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