La elegida

Entre Secretos y Confesiones: El Peso del Pasado

Al principio frunce el ceño y luego suspira masajeando su frente.

—¿Qué rayos vino a hacer aquí ella? —pregunta molesto.

Pero... ¿Por qué? Se supone que son amigos, hay algo que no me están contando, tal vez la supuesta relación que existe entre ellos no es lo que quieren aparentar.

—Es lo que te pregunto a ti —le arrojo molesta.

—Pero ella habló contigo ¿no? —inquiere confundido.

—Preguntándome cosas extrañas, y informándome de que estabas salvándole el pellejo a tu ex —farfullo fulminándolo con la mirada. —. ¿Qué tienes con esa tipa? ¿Qué acaso a ti también te llueven las mujeres como a muchos?

Él suelta una risita negando con la cabeza, ruedo los ojos porque no entiendo que es lo que le causa gracia.

—Y para rematar te lo tomas como un chiste —reclamo.

—No es eso —dice entre risas. —. Es sólo que estás roja de los celos —tapa sus labios conteniéndose de la risa.

—¡Leonardo esto es serio! —exclamo enojada. Me lo sorprendo en la manera en la que me expreso, esto no debería de ser así, pero debo actuar con naturalidad. —. ¿De verdad fuiste a salvar a tu ex pareja? —pregunto, bajando el tono de mi voz, yo no soy de gritar.

—Ven, ¿así me vas a recibir? —se queja. Abre sus brazos y rodea mis hombros y empezamos a dirigirnos hacia la sala.

—Tu amiga me da mala espina, por eso estoy así.

Nos sentamos en el sofá y yo cruzo mis piernas apoyándome de lado para verlo a la cara. Lo miro esperando a que me diga lo que me tenga que decir pero él no parece con intensiones de decirme algo.

Toma mi rostro entre sus manos, y antes de poder soltar un: ¿Qué? Estampa sus labios contra los míos tomándome por sorpresa, sus labios se mueven suavemente sobre los míos obligándome a reaccionar y corresponderle.

—Te extrañé —susurra contra mis labios. —. Y me prometí a mí mismo que sería lo primero que haría —ronronea sin dejar de besar mis labios.

No entiendo, ¿Por qué es así? Se muestra tan real que dudo de si en verdad sólo lo hace por mi perdón, en todo caso, hemos ido muy lejos para que sea por un simple perdón. ¿Qué es esto Dios mío? Una situación enferma, y no sé como saldré de ella.

Me da un casto beso antes de alejarse y verme a los ojos. Lo ha notado.

—¿Qué sucede? ¿En qué tanto piensas? ¿No te alegra verme? —farfulla, alejando sus manos de mi rostro.

¿Qué hago?

Trato de hacer mi mente trabajar, pero nada, no logro encontrar algo con qué abordarlo, ¿así pienso fingir que no sé nada¨?

—¿Es por Alessia? —insiste.

Niego con la cabeza rápidamente mientras busco tomar sus manos sobre el sofá.

—Sólo me perdí por un momento en mis pensamientos —murmuro mirando nuestras manos.

—Carina si pasa algo puedes decirme —declara, con un tono muy severo. —. Prometiste no ocultarme tu estado, quiero saber que hice mal —dice, algo molesto.

Levanto la mirada y escaneo sus ojos, Dios, ¡qué difícil es esto! Sus ojos desbordan de sentimiento, pero también sé que esos mismos ojos me causaron mucho miedo y angustia.

—Es que no pasa nada.

Rueda los ojos molesto, intenta quitar sus manos de las mías pero no lo dejo, levanta la mirada mirándome con reproche.

—La chica que fui a salvar es como una hermana para mí, y sí tuvimos algo, pero nada oficial —explica sin cambiar su expresión de desagrado. —. No entiendo porque Alessia quiso venir a meterte cosas en la cabeza.

—Eso deberías explicarme tú —aclaro.

—¿Tienes miedo de ella? —pregunto mirándome confundido.

—Como verás... soy una presa fácil, la gente hace y deshace conmigo —alzo los hombros, fijando mis ojos en los suyos para ver su reacción.

Sus ojos se muestran apenados y con miedo, pero lo oculta rápidamente con facilidad.

—No tienes porqué hacer eso —levanta su mano y toca mi mejilla. —. No quiero que le temas a nadie, para alguien tocarte un pelo tiene que pasar sobre mí primero—alza su mano libre que sigue unida a la mía y besa el dorso. —. Si estás a mi lado, no importa que haya un millón en contra, no temas porque eres mi prioridad.

Éste hombre está lleno de labia, ¿o enserio siente lo que está diciendo?

Me giro completamente hacia él y fijo mis ojos en los suyos, él me mira atento, a la espera de mis próximas palabras.

—Leonardo, ¿tú me amas? —pregunto.

El ritmo de su respiración disminuye, es como si los latidos de su corazón se hubieran detenido de golpe, clava sus ojos en los míos con intensidad, como si estuviese viendo más allá de lo que yo puedo ver. De repente toma mi mano y lo lleva a su pecho, sin apartar sus ojos delos míos.

—Cari... —ronronea. —. Yo... —se aclara la garganta. —. No sé nada del amor, pero... creo que mis actos valen más que mis palabras, dicen más de lo que yo podría lograr, expresan lo que con palabras no puedo decir ni explicar.

Baja la mirada pensativo, pero inmediatamente la vuelve a subir.

—No vas a entender esto, y estarás más confundido que yo cuando...

—Recuerde —completo por él.

Él me mira sorprendido.

Sólo que ya recordé todo. Y no sé que hacer, contigo, ni conmigo; aunque no quiera admitirlo siento que de alguna manera tienes unos sentimientos intensos por mí, y eso sólo hace que sea fácil vengarme, pero no creo ser capaz.

—Carina...

—No digas más —lo interrumpo. —. Me alegra que estés aquí —me inclino y beso su mejilla, seguido me acuesto sobre sus piernas mirando hacia su camisa azul.

Él posa sus manos sobre mí y empieza a jugar con mi cabello. ¿Por qué el destino quiso unirnos? Peor, de esa manera tan cruel, ¿Por qué nos conocimos? ¿Con qué propósito? No lo entiendo, quiero disfrutar de su olor, abrazarlo fuerte como esas veces en las que él lo hacía, pero ahora que recuerdo algo me lo impide, algo no me deja y estoy indecisa.

[...]




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