La elegida

Un Corazón en Conflicto

Siento algo cubrir mis hombros y volteo encontrándome con Leonardo detrás de mí, tomo el cuello de la chaqueta y me cubro más.

—¿A dónde vamos? —pregunto mirando hacia la camioneta.

—Al hospital —dice, avanzando hacia la camioneta.

El corazón se me sale del pecho del susto.

—Estoy...

—Lo sé, es normal —bufa, abre la puerta del auto esperando por mí, está frustrado, no durmió nada anoche, desde que llegó no lo ha hecho, y me siento muy mal aunque quiero mantenerme firme en mi postura. —. Vamos a ver a alguien.

Lo miro antes de subir, suspiro juntando mis labios en una línea. No puedo, más, ¿Por qué él si tuvo el valor y la capacidad de hacerme daño y yo no? Simplemente no puedo verlo así, ¿Por qué me duele tanto? Él está preocupado por mí, y yo por él.

Voltea a verme antes de poner en marcha la camioneta. Apoyo mi brazo a la ventanilla y mi cabeza perdiéndome en los paisajes de la calle.

Jugando con las puntas de mi cabello empiezo a escuchar con atención la canción que está sonando en la radio.

"Por su amor... has hecho tantas cosas que jamás harías por mí

Tal vez las mismas y de tantas que hice por ti

Ya no fumas y no tomas en reuniones porque ella lo pidió...

Pero sé, también puede hacer lo mismo por mi amor

Entonces nadie va a romperme el corazón, como lo hiciste y te largaste junto a él..."

—Y si tu amor no vuelve tendré que conformarme con fotografías, tendré que hacer un álbum con mis alegrías, y todos los momentos que viví contigo, seré un coleccionista si tu amor no vuelve —empiezo a tararear el coro. Ha pasado tanto tiempo desde la primera vez que escuché esa canción, tan intensa y apasionada.

—Me gusta —giro al escuchar su murmuro. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa.

Miro con detenimiento cada detalle sin importar lo rápido que va la camioneta, en ocasiones siento la mirada de Leonardo, pero no se la regreso. Muchas cosas pasan por mi mente, y desgraciadamente todo lo que pienso gira alrededor de él.

El auto se detiene y reacciono, me despego de la ventanilla y miro hacia su asiento pero él ya ha bajado, miro hacia mi ventana y veo mi puerta abierta. ¿Tan pensativa estaba? Le sonrío y él me sonríe.

Acepto su mano y bajo, tomados de la mano rodeamos el auto y nos adentramos al hospital, mediante el camino, con cada paso lo siento más nervioso, extrañamente aprieta mi mano más de la fuerza y yo sólo dejo que lo haga. Nuestros pasos van sincronizados, su mirada está fija en el camino, esto no es normal en él, él siempre está fuerte y seguro de sí mismo.

Detiene sus pasos provocando que yo haga lo mismo, observa la puerta por unos segundos antes de tomar el pómulo de la puerta y empujarla hacia dentro, cuando la puerta se abre, inconscientemente aprieta mi mano con más fuerza. Se aleja pidiéndome con gestos que me adentre primero, sin hablar paso a la habitación.

Mis ojos se mueven inmediatamente hacia la camilla donde está una señora acostada, está entretenida tejiendo algo, cosa que llama al instante mi atención, sonrío con los labios sellados sin poder evitarlo. Mis pies me impulsan a avanzar hasta ella, pero mi mano entre la mano de Leonarrdo me impide continuar, volteo a verlo confundida, él no dice nada, mira nuestras manos y me suelta lentamente, como si le costara hacerlo.

Doy varios pasos hacia la camilla, algo nostálgica por el ambiente.

—Hola —saludo con cariño.

—Hola —me responde con una gran sonrisa. Mira hacia enfrente y hace una reverencia. —. Hola señor.

Volteo a ver a Leonardo con cara de ¿¡QUÉ!? Él sólo me hace una seña con la mano para dejarlo pasar.

—¿Cómo está? —pregunta formalmente.

¿Quién es ésta mujer?

—Bien, gracias.

—Soy Carina —digo con entusiasmo estrechándole mi mano. No me gusta lo incómodo que está el ambiente.

—Eres muy hermosa Carina —me dice con una sonrisa.

—Gracias.

Leonardo avanza unos pasos hacia ella colocándose cerca de la mesita de la camilla.

—¿Lo ha pensado? ¿Piensa presentar cargos o no? —el tono tan seco de Leonardo me molesta, es una persona mayor, y le habla como si fuese uno de sus hombres o cualquiera.

—Ya no vale la pena —responde la señora con la voz bajita. Se nota sin fuerzas, agotada y de mal estado de salud. —. Estoy vieja y...

—¿Vieja? ¿Está vieja para hacer justicia? —exclama Leonardo con sarcasmo y algo molesto.

Le doy una mala mirada, y simplemente rueda los ojos, si no me piensa explicar nada que no me cree más dudas.

—Ya regreso —dice dándose la vuelta, y dando zancadas abandona la habitación.

Regreso mi mirada hacia la señora y le sonrío.

—Es...

—Es un buen hombre, sólo que no cree en los buenos.

Mientras Leonardo anda por ahí, abro un tema de conversación con ella que nos mantiene entretenida por unos veinte minutos hasta que regresa con comida para ella, mientras nosotras seguimos hablando él se mantiene ocupado haciendo llamadas en las que grita órdenes como un maldito loco desesperado.

No sé porque me trajo aquí, tal vez simplemente quería que lo acompañara y listo, aunque no entendí nada no pienso preguntar, por algo no quiere ni siquiera mencionar el tema, porque si obvio que vendríamos a ver a una señora, dudo que me diga motivos y detalles.

—Usted decide si quiere hacer justicia o no, por lo que no intervendré, sólo me pregunto que: ¿acaso ella no merece justicia? —dice, tomando mi mano mientras fija sus ojos en los de la señora. Luego de eso se da la vuelta y me lleva consigo casi arrastras por el apuro de sus pasos.

Subimos a la camioneta en silencio, yo me pongo en la misma posición anterior esperando que el ponga el auto en marcha.

—¿Quieres que te lleve algún lugar? —pregunta mirándome.




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