La elegida

Tentación Prohibida: El Control y la Obsesión de un Matrimonio Roto

Giro de golpe al escuchar la puerta y me encuentro con él, ¿ahora qué quiere?

—¿Podemos hablar? —pregunta cerrando la puerta detrás de él.

—Te escucho —digo poniéndome los tacones.

—Dime qué es lo que quieres Carina, haré lo que sea que me pidas.

—Ya te dije que no quiero el divorcio —me paro dela cama y avanzo hasta él. —. Tendrás que verme todas los días, me llevarás a donde sea que vayas como tu esposa, tendrás a tu peor error contigo en todo momento.

—En cualquier momento que lo desees me lo puedes pedir —dice sin ninguna expresión en el rostro.

—Sólo quiero que sigamos siendo un matrimonio, pero cada quien por su lado, mi familia está fuera de todo esto —declaro.

—Bien —alza los hombros restándole importancia. —. Pero que no se te olvide que eres mi esposa —aclara.

Sonrío.

—Eso es imposible de olvidar, voy a salir —digo recogiendo mi cartera sobre la cama.

—¿A dónde vas? —pregunta.

—¿Qué parte de cada quién por su lado no entendiste? —pregunto enarcando una ceja.

—Eso no implica que no pueda saber donde estás, ¿y si te pasa algo?

—No te preocupes, estaré bien, ¿Qué me puede pasar? No creo que algo supere lo que ya me pasó —le paso por el lado y salgo de la habitación.

El primer día no me siguió, pero luego en mi otras salidas sí lo hizo, no le dije nada, se lo dejé pasar, no salía a hacer gran cosa, sólo era para fastidiarle la vida.

Entro a su despacho sin tocar antes, he podido notar que se ha concentrado mucho en su negocio para así evitar molestarme, aunque sólo me trata bien, eso no lo puedo negar, siempre se asegura de que yo esté en casa antes de irse a la cama y ha respetado mis condiciones.

—¿Puedes llevarme a casa de mis padres por favor? —pido mirándolo escribir algo con rapidez.

—Sí, ¿tiene que ser ahora? —pregunta entretenido en su ordenador, tanto que ni levanta la mirada.

—Sí —exclamo molesta para que me mire.

—¿No puedes esperar? —pregunta frustrado.

—Sino puedes sólo dilo —espeto molesta. —. ¿Carlo puede llevarme? —inquiero.

—Sí... espera —al fin levanta la mirada, me mira como si estuviese recordando algo. —. ¿Por qué él?

Frunzo el ceño confundida.

—No te entiendo.

—El otro día saliste en short de la casa para llevarle café, y hoy quieres que él te lleve directamente.

Mofo riendo.

—Tú has sido el loco, él es quien me ha estado llevando a todos lados, gracias —me doy la vuelta abandonando el despacho.

Voy a la recámara a tomar la bolsa que dejé sobre mi cama, bajo para buscar a Carlo pero Leonardo aparece apurado, no pierde ni una oportunidad, y en ocasiones me da pena subirlo y bajarlo de golpe.

—Pensé que estabas ocupado —comento subiendo a la camioneta.

—Nunca para tí —respuestas como éstas siempre utiliza, pero sé que pronto perderá la paciencia. —. Sé que esto es muy importante para ti —dice al montarse. —. Tienes mucho que no los ves.

—Si así fuese ya me hubieras llevado con ellos —arrojo a la defensiva.

No dice nada, sólo suspira mirándome desde el retrovisor, pero lo ignoro.

Cuando nos vamos acercando un poco a la ciudad donde viven mis padres, me voy familiarizando con los alrededores, y la nostalgia me invade, pero tengo que controlarme, no voy a llorar, ni siquiera he visto a mis padres y estoy así, ni hablar de cuando los vea. Tengo que ser fuerte.

Estaciona frente al portón y los guardias abren la puerta al ver de quien se trata, al estar dentro de la mansión bajo y empiezo a avanzar hacia la casa, asustada y nerviosa, ni siquiera el día que me tuve que ir con él la vi, ella no estaba ahí, ha pasado muchísimo tiempo desde la última vez que la vi. Miro alrededor pensando "eramos tan felices"

Toco la puerta moviendo mis pies nerviosa, la ama de llaves es quien me abre la puerta, su cara de impresión es mi saludo, luego me pide disculpas y me pide que entre. Leonardo viene detrás de mí, pero yo actúo como si estuviese sola.

Nos sentamos en el sofá mientras la ama de llaves busca a las chicas de servicio.

—¿Estás nerviosa? —pregunta Leonardo a mi lado.

Paso un mechón detrás de mi oreja y miro hacia las escaleras esperando que ella baje por ahí, pero recuerdo que ni siquiera la han ido a llamar. Siento la mano de Leonardo sobre la mía pero justo es cuando mi madre viene bajando, al verla mi pecho se hunde, me paro y corriendo la alcanzo antes de pisar el último escalón.

Nos abrazamos con fuerza, nos fundimos una en la otra sin decir palabra alguna. Cierro los ojos con fuerza queriendo no soltarla nunca, hago lo posible para mantenerme firme y no llorar porque no lo haré, me aleja para verme y empieza a tocar mi cabeza, quita mechones de mi frente y vuelve a abrazarme.

—Mi chiquita —dice sollozando sin dejar de pasar su mano por mi cabello.

—Estoy bien —me alejo y limpio sus mejillas. —. Mira, no he cambiado nada —digo tocando su cabello. —. ¿Dónde está papá?

—No está en casa —farfulla.

No digo nada, no pienso indagar ni incomodar, sólo aprovechar éste momento.

—Te compré algo —le digo entusiasmada.

Nos acercamos a Leonardo y mi madre lo saluda con naturalidad, en un rato él me dice que me esperará afuera dejándome a solas con mi madre.

—Dime mi amor, ¿de verdad estás bien? —pregunta tomándome de la mano.

—Sí mamá, tranquila, de verdad estoy bien —repito tratando de convencerla.

—Leonardo se veía raro —comenta. Ése era otro asunto.

—Deben ser sus cosas de negocios, ¿las cosas están bien entre tú y papá? —pregunto algo preocupada por eso.

Ella agacha la cabeza mirando nuestras manos unidas.

—No soy capaz de perdonarle lo que te hizo —dice con dolor en la voz.

—No —exclamo. —. Mamá no hagas eso, no quiero que sean infelices por mí, la familia es la familia, y si yo debía salvar a la familia lo entiendo, hazlo por mí, dale la oportunidad y sean felices, así yo también lo seré. Prométeme que lo vas a hacer —le pido. —. Prométemelo mamá —insisto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.