La elegida

Secretos Revelados y Decisiones Urgentes

Sonrío por las palabras de Kenia, no puedo decir lo mismo, pues el pastel no está tan mal. Sin poder evitar echo una mirada hacia la puerta para verificar, no sé porque estoy tan nerviosa, desde ayer no lo he vuelto a ver, y ya va a anochecer, aunque él casi no está en casa pero en las noches siempre está.

Con las chicas me distraje, y dejé de estar acechando su regreso como lobo que acecha a su presa, sólo que en realidad necesito hablar con él.

Mientras juego mis dedos, Yuri se acerca a mí y me susurra al oído.

—Ya llegó.

La miro sorprendida y ella me sonríe, meneo la cabeza y me paro de mi asiento.

—Buenas noches chicas —les deseo con una sonrisa amplia.

Camino dando zancadas hasta las escaleras pero al pisar el primer escalón, bajo la velocidad y despacio subo por las escaleras, luego tomo el pasillo en dirección hacia su despacho lugar que frecuenta mucho.

Levanto mi mano y golpeo mis nudillos contra la puerta, algo nerviosa, sin saber qué vendrá detrás de esto, ¿me confesará sus sentimientos? Pensativa empiezo a tronar mis dedos cuando de repente abre la puerta.

Jadeo de la impresión alzando la cabeza, mis ojos se encuentran con los suyos y trago grueso, está con esa mirada indefinida, que no dice nada y que dice mucho, esa mirada asesina y muerta a la vez.

—Hola —me armo de valor y saludo.

No me responde, se hace a un lado dejándome pasar. Me adentro al despacho cerrando despacio la puerta detrás de mí y empiezo a mirar alrededor para distraerme un poco.

—¿Podemos hablar? —pregunto, moviendo mis ojos hacia los suyos.

—Ya estás aquí —arroja indiferente colocándose de espaldas a su escritorio, apoyando ambas manos a los costados.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunto.

Hace un gesto con la cabeza para que me explique.

—¿Por qué tomarte la molestia de acompañarme en esos momentos donde no recordaba nada? Se supone que me querías ver sufrir, ¿Por qué simplemente no te sentaste a observar ese teatro?

—Sabes que no eres la persona que yo buscaba —dice, con cierta incomodidad en la voz.

—¿Entonces?

—Para poder tener mi conciencia limpia —suelta, mirándome a los ojos fijamente, como si estuviese esperando mi reacción.

¿Por qué? ¿Tan difícil era decirme eso? ¿Por qué el quiso dejarme claro lo contrario? Si era evidente que lo único que buscaba era limpiar su conciencia, y otra vez caí, caí como tonta en su trampa.

¿Por qué hacerme creer que sus intenciones eran otras? Esto no tiene sentido. Quiero voltearme porque siento que mis ojos están cristalizados pero no lo hago, mantengo mi mirada en la suya enfrentándolo.

—Tenía que aceptar mi error.

Dice avanzando hacia mí, sin mostrar algún remordimiento ni nada. ¿¡Cómo puede ser así!? Casi me lo creo, casi me lo creo, en serio que sí, pensé que tenía unos motivos más fuertes, y me creí ese cuento de que tenía sentimientos por mí.

—Eres un desgraciado Leonardo —espeto entre dientes furiosa, apretando mis puños para contenerme.

—Y lo seguiré siendo —dice, con orgullo el muy descarado.

Doy un paso hacia él y estampo mi palma contra su mejilla.

—Te odio —mascullo. —. Te odio —repito entre dientes y golpeo su pecho con mis puños fuertemente.

Lanzo un último puñetazo contra su pecho y lo miro a los ojos con rabia, no había cambiado nada, el hecho de que su venganza terminara de esta manera no cambió nada en él, y sabrá Dios si aún no piensa vengarse. Me doy la vuelta y abandono el despacho sintiéndome horrible, tonta por haber creído en él, estúpida por ilusionarme.

Ahora sí que en serio lo odiaba, camino en dirección hacia la recámara, vamos a cambiar de habitación hasta que yo decida que hacer. Me adentro a la habitación y lo primero que hago es correr al baño a vomitar, de seguro me intoxiqué, porque no es la primera vez que vomito, y eso no es normal en mí.

El muy desgraciado sólo ha estado buscando su bienestar, es tan egoísta, sólo trataba de limpiarse la conciencia y yo por poco caigo en su enredo, pero me las va a pagar, ahora sí que no hay duda de que me las pagará, si tanto le remuerde la conciencia, haré que sea el triple.

[...]

Llevo ambas manos a mis labios atónita, con el corazón en la mano. Ay Dios mío, Dios mío eso no, no por favor.

—¿Qué sucede? —pregunta kenia a mi lado mirándome preocupada.

Volteo a verla sin relajar mis facciones, sigo en shock con el corazón latiendo como loco.

—Sino estoy intoxicada, pues...

—No —se apresura a decir rotundamente.

—Puede ser —comento. —. Yo... ni siquiera estaba pensando en eso, ¿cómo? No recordaba nada y —farfullo asustada.

—Cálmate, calma —me pide Kenia tomándome de los hombros. Me atrae a su cuerpo abrazándome. —. No te hagas esto, no sufras antes de tiempo, sólo debe ser un susto, y cualquier cosa no es tu culpa.

—Yo no quiero —niego. —. Mucho menos de él —digo queriendo llorar.

Se aleja y me toma de los hombros con fuerza enderezándome.

—Eres fuerte, puedes con esto, no te apresures con los comentarios —me pide tratando de calmarme.

—¿Me consigues un test? —le pido. —. Por favor, inventa cualquier excusa, yo no quiero salir —agacho la cabeza.

—Está bien, tranquila —toca mi barbilla levemente.

Asiento levemente pero no estoy calmada, me volveré loca hasta no saber que esto no tenga nada que ver con un embarazo, porque ni muerta quiero un hijo de ese bastardo, prefiero a que me mate antes de que suceda algo así.

Me la paso como un león enjaulado en lo que la espero, desesperada. Ay de que ese imbécil me haya embrazado.

—Dios mío no me hagas esto —ruego juntando mis manos hacia mi cabeza. —. Ay Dios...

Me siento nuevamente en el mueble tratando de calmarme aunque realmente es imposible, inclino mis manos hacia delante y agacho la cabeza respirando acorde.




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