La elegida

Jugando a los Roles

Vamos en una camioneta aparte, detrás viene Kenia con algunos de sus hombre, me rehusé a sentarme delante con él, y no deja de verme desde el retrovisor.

—No estoy embarazada si es lo que estás pensando —aclaro. —. Gracias a Dios —agrego.

—¿Qué tienes? —pregunta, pasivo, cosa que me extraña, pero es que es tan bipolar.

—Al parecer me intoxiqué con algo que comí, no vaya a ser que sea la vieja esa que me quiera matar —comento mirando por la ventana.

—¿Alessia? —inquiere confuso.

—Mira que fácil adivinaste —giro la cara para mirarlo desde el retrovisor con una falsa sonrisa.

—¿Por qué crees eso? —pregunta, mirándome con atención.

—¿Me crees tonta o qué? Noté cada detalle, tanto cuando no recordaba nada como ahora, estudia nuestros pasos, y controla los suyos, pero bueno —me encojo de hombros. —. Sabrás tú que eres su amigo.

Él se queda pensativo por mucho tiempo, yo sólo vigilo que esté viendo la carretera y no nos vaya a matar porque loco sé que ya está, no me cabe dudas, sólo tengo curiosidad de la razón por la que se volvió esa persona tan, tan indescriptible la verdad.

—La señora quiere verte —dice en un suspiro.

No sé, pero algo me dice que él tiene algún lazo con esa mujer, pero no quiero preguntar y tampoco es algo que pueda averiguar por lo misterioso que es su vida, no es algo que vaya a encontrar en la Internet.

—¿Quieres que vaya a verla? —pregunto.

—Ella quiere verte, tú decides si quieres ir o no —y ahí vamos con el rudo Leonardo que juega al duro, bueno, en realidad lo es, ¿Cómo habrá hecho para no sentir?

—¿Cómo le hiciste Leonardo? —me mira desde el retrovisor esperando a que me explique. —. Me refiero a poder lastimar sin remordimiento, no sentir nada y ser tan frío, ¿cuál es el secreto?

—La vida —contesta sin dudar, en un farfullo. —. Si hubiese podido ser tan cruel como lo planeé contigo lo hubieras experimentado, no ese poquito que probaste, las personas que somos así es porque cuando amamos lo entregamos todo, no sólo en lo sentimental, razón por la que las decepciones nos afectan tanto —nuca lo he escuchado hablar así, nunca me había dicho unas palabras tan significativas.

—Mmm —murmuro apenas, pensativa en sus palabras. —. Cuando lleguemos a casa, te vas de la habitación o me voy yo —cambio el tema.

—Seguimos casados Carina, tendrás que aguantarme —dice con una sonrisa en la comisura de sus que apenas alcanzo ver.

—¿Acaso me estás presionando para que te dé el divorcio? —pregunto de golpe, porque su comportamiento indica todo eso, si no me quiere hacer daño, ¿Por qué me trata así?

Su silencio es mi repuesta, pero sólo por un instante.

—No tiene sentido, me favoreces, por cierto, ya los medios de aquí saben de mi estadía por lo que debes tener mucho cuidado al salir, también saben de nuestro matrimonio por lo que deberías pedir el divorcio para que no salgas en ningún hecho...

—¿Qué crees que estás insinuando? —espeto inclinándome hacia delante. —. Tú y yo Leonardo, somos muy diferentes, así que ni te creas.

Cuando estaciona frente a la casa bajo de la camioneta tirando de la puerta un portazo, y camino directo hacia la puerta.

Subo a la recámara y pongo seguro en la puerta, aunque es inútil, me quito las zapatillas y me subo a la cama, necesito pensar, calmarme y pensar muy bien en lo que quiero.

Voy a dejar de lado el trato de mi familia con Leonardo, entonces, ¿Qué me ata a él? ¿El misterio por su historia? Eso es una bobada. Aunque según sus palabras recientemente, puede que Kenia haya tenido razón, porque casualmente justo después que empecé a salir cambia radicalmente su actitud, aunque no todo. Siempre fue un desgraciado.

De repente entra a la habitación y ni siquiera me sorprendo, camina directamente hacia el armario y saca un traje azul, observo cada uno de sus movimientos hasta que abandona la habitación tal como entró, en silencio.

¿A dónde irá?

Me quedo por un rato en la cama pensativa hasta que decido ir tras él, salgo de la habitación descalza y me dirijo hacia su despacho, pretendo entrar pero me detengo al escuchar la voz de Alessia. Claro, no sé que espera para lanzarse a Leonardo.

¿Qué demonios quiere esa mujer? Aparece cuando menos lo esperas, conmigo que no juegue a la super heroína porque no me lo creo.

—Podemos ir acompañados, ya que tu esposa no va...

¿Quién dice que no voy? El muy estúpido puso su carota y no me preguntó.

—Alessia, ambos estamos aquí por negocios, así que déjame atender mis cosas y no me estorbes —auch, que bofetada en pocas palabras. —. Deja de intentar hacerme ver que estás de mi lado.

Leonardo la está investigando, no confía en ella, y hasta no tener algo seguro no se la quitará de encima. Claro, tan astuto como demente.

Me alejo de la puerta y regreso a mi habitación, me dirijo hacia el armario y rápidamente empiezo a buscar un hermoso vestido.

Opto por un vestido rosado opaco sin tiras, con mangas caídas, me cubre las rodillas, es liso y tiene un pequeño abierto en mi pierna izquierda, me coloco unos tacones plateados. Me siento frente a la maquilladora y recojo mi cabello en una coleta alta dejando dos flequillos sueltos en mi frente, utilizo un labial rojo que me da un toque de traviesa y sonrío con malicia de sólo pensar en la cara de Leonardo.

Me coloco un par de aretes sencillos de color cristal, tomo mi pequeño bolso y meto dentro mi celular. Remuevo mi coleta mirándome en el espejo satisfecha, sonrío y salgo de la habitación.

Bajo las escaleras y me coloco cerca de la puerta apoyando mi mano al pasa manos desde ahí, observando a mi querido esposo de espaldas hablando por teléfono. Voltea entrándolo en su bolsillo y se queda estático al verme.

Sin disimular me mira de pies a cabeza, y regresa a mis ojos expresando confundido.




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