La elegida

En busca de respuestas

Es extraño, pero Leonardo tiene dos días fuera, desde esa vez en la ducha no lo he vuelto a ver e inevitablemente me preocupo, estoy asustada, literalmente histérica, pero no quiero demostrarle nada a las chicas.

Yo sé que siempre le he dicho que lo odio, muchísimo, pero no me gustaría que le pasara nada, mucho menos que se fuera de éste mundo sin decirle que le perdono, aunque no sé si lo he hecho, eso no importa.

Escucho dos golpes en la puerta y rápidamente seco mis lágrimas, no sé que rayos me pasa, pero tengo una tristeza horrible, cualquier cosa me molesta, y de seguro las chicas dirán que es por él.

—Adelante —logro decir casi sin voz.

Yuri entra con una bandeja en manos sonriéndome.

—No has comido nada desde ayer, ni siquiera cuando estaba el señor presente te encerrabas así —dice acercándose. —. ¿Estás bien? —pregunta dejando la bandeja sobre la mesita.

—Sí, sólo no tengo ganas de nada —explico.

—¿Y eso? —pregunta tocando mi frente. —. ¿Es por qué el señor no aparece desde hace dos días?

—Eso también me preocupa pero no me siento bien, y sólo quiero dormir.

—No —niega. —. Hoy comes, sino no duermes —advierte.

—No tengo hambre —me quejo.

Toma mis manos ayudándome a incorporarme, coloca la bandeja sobre mis piernas y empieza a poner comida en mi boca.

—¿Hiciste lo que te pedí? —pregunto, y ella me calla con una cucharada.

—Kenia se encargó, pero así como está no va a ir ¿o sí? —me mira preocupada.

—Necesito ir a ver a esa mujer, ¿Quién sabe si no es despedirse que quiere? Aprovecho y hago que Franco me diga algo de Leo, sólo debo darle un poco de lástima —digo sonriendo.

—¿Quién lo diría? Toda una manipuladora —dice sonriendo. —. Puede que el señor esté en sus negocios, siempre tienen asuntos pendientes.

Puede ser, y ojalá y sea eso, si a él le pasa algo, de seguro vendrán por mí, al menos sé que mis padres y mi hermana me pueden proteger, pero si logro saber que está pasando y advertirles.

—Carina —me llama la chica.

—Sí, ya comeré —le quito la cuchara.

—Hazlo, o te enfermas —me señala y le asiento con una sonrisa.

Hay alá, espero que no haya pasado nada grave, por más que intento no pensar en ello, no lo logro, Leonardo nunca se iría dejándome así, lo sé, ni por más malo que sea, él es un hombre prevenido y serio, no haría algo así.

Termino de comer y con esfuerzo me levanto de la cama para ir a darme una ducha y ver si logro sentirme mejor, pero termino expulsando todo lo que comí recién en el retrete. ¿Y ahora qué? Me intoxiqué nuevamente, había estado bien desde que salí del hospital.

[...]

Franco nunca vino, por lo que le pedí a uno de los hombres de Leonardo que me llevaran al hospital, ninguno de ellos sabía nada de él, o tal vez no me iban a decir, ni siquiera Carlo me pudo decir algo, parece que en serio no saben nada.

Entro a la habitación pero está vacía, frunciendo el ceño voy a recepción para preguntar por la habitación porque no recuerdo el nombre de la señora, la señorita identifica rápidamente a la persona y por su cara parece que algo muy malo pasó.

—¿Señora? —la miro esperando respuestas. —. ¿Qué es de la mujer? —pregunta.

—Es mi suegra —es lo único que se me ocurre decir.

—Lo siento mucho, pero ella está muerta —me dice, con esa mirada que ponen los doctores cuando tienen malas noticias.

—¿Qué? —escupo confundida. —. ¿Cómo que? ¿Qué pasó? —farfullo titubeando.

—Unos hombres le dispararon, ya su esposo resolvió todo, no puedo darle más información.

Ni siquiera espero a que me diga algo más, salgo traumada del hospital, camino sin rumbo sintiéndome culpable, no me pude despedir, ella quería verme, por Dios, ¿Por qué no fui antes?

—Carina —alguien me detiene, levanto la mirada y me encuentro con Franco.

—La mataron —es lo primero que atino a decir. —. Ella dijo que quería verme, pero no fui, pero sí iba a venir —farfullo llorando. —. Tal vez quería decirme algo importante y yo...

—Carina —él me sostiene de la cintura al ver que me mareo. —. Carina...

Mi cuerpo se desploma y todo se vuelve negro para mí.

Cuando despierto, encuentro dentro dela camioneta, miro a mi lado y Franco está ahí, suspira al ver que he despertado.

—Casi me matas del susto —reclama.

—Una persona normal me hubiera entrado al hospital —comento.

—Eso iba a hacer si no despertabas en tres minutos —aclara.

—¿Dónde está Leonardo? —pregunto.

—Desde que enterramos a la señora, no lo he vuelto a ver, y bueno decidí darle su espacio —explica.

—¿Ella quién es? —pregunto frunciendo el ceño.

—No lo sé —responde seco y se baja de la camioneta. —. Llévala a casa —ordena.

El chófer pone la camioneta en marcha, pero no me pienso ir a casa, en algún lugar debe estar Leonardo, y esa señora debe ser alguien importante para que su muerte haya provocado eso.

—Llévame al lugar de trabajo privado de Leonardo, donde se reúne con Franco, no lo sé, lo que sea —pido.

—Señora...

—Trabajas para Leonardo, así que las órdenes de él no cuentan —sentencio.

Fuimos a varios lugares y nada, un casino y un bar de mafiosos fue lo último que visitamos, ahora no sé a donde vamos.

—¿Quiere que entre con usted? —me pregunta al estacionarse.

—No, no creo que sea necesario —respondo bajando. —. No creo que sea peligroso, si él frecuenta ese lugar o trabaja ahí, estaré bien.

Es un edificio de dos plantas, empujo la puerta hacia dentro como lo indica un letrero pegado ahí y entro, hay varias puertas y unas escaleras, en el fondo hay una puerta que dice "Privado, sólo personal autorizado" sin dudarlo camino hasta allí y abro la puerta, extrañamente cede y sigilosamente me adentro.

Parece la oficina de un detective la verdad, hay muchas fotos, una pizarra con nombres y mapa, hay dos escritorios y varios estantes con documentos. Sigo caminando y miro hacia el fondo, de espaldas a un sofá lo veo tirado en el suelo cerrando y abriendo un cuchillo.




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