La elegida

Entre la rabia y la incertidumbre

—¿Dónde estás? —pregunta.

—De camino al edificio, Carina no aparece.

—Creo que sé lo que está pasando —dice en voz baja, como si estuviera cuchicheando.

—¿Estás con ella? —pregunto, porque es lo más probable.

—Ajá, ya voy para allá —asegura.

—Está bien —digo antes de colgar.

Estaciono frente al edificio y me adentro sin hacer ruido alguno, al llegar a la puerta de mi oficina siento que alguien estuvo aquí, toco el pómulo dela puerta pero no la muevo. Lo suelto levemente sin decir nada, de reojo observo sobre mi hombre, golpeo mi codo en su estómago y giro pateándolo, me acerco a él en el suelo y tiro del cuello de su camisa levantándolo, lo golpeo con mi rodilla dejándolo sin aire.

Lanzo el primer puñetazo contra su nariz y aprovecho para arrancarle la máscara negra. Lo pego contra la pared estrangulándolo.

—¿Quién eres? ¿Quién te envidió? —presiono mi brazo debajo de su cuello.

Intenta bajar mi brazo de su cuello pasando su brazo sobre el mío, peor vuelvo a pegarle otro puñetazo.

—No voy a repetirlo —golpeo mi rodilla dos veces seguidas contra su vientre. Lo lanzo hacia el suelo y miro alrededor asegurándome de no haber despertado a nadie.

Lo tomo del cuello de su camisa y lo arrastro hasta mi oficina, éste era el mejor lugar para laboral sin sospechar, un antiguo edificio de mala muerte, para dar con éste lugar debieron seguir a Carina.

Cierro la puerta luego de meter su cuerpo completo dentro mientras se retuerce y gruñe groserías, busco una silla y lo ato.

—Voy a amordazarte porque como verás aquí viven personas, pero no será necesario si cooperas —explico.

Escupe a un lado y me mira desafiante mientras saborea su propia sangre.

—Mátame ya porque no me sacarás nada —asegura con una sonrisa malvada.

—Claro —mofo. —. He conocido peores, es algo típico en personas como ustedes —señalo.—. Se creen tan fuertes con tan poca experiencia, pero ustedes me divierten cuando me la ponen así de difícil, maledetta russia —le doy la espalda alejándome de él. —. Déjame pensar que haré contigo, no es fácil pensar estas cosas.

Trueno mis dedos observando la ventana fijamente, sonrío satisfecho, me gusta que el destino en ocasiones juegue a mi favor. Avanzo hasta la ventana y con calma la abro, saco un poco la cabeza para ver hacia arriba, que pena, ésta altura es tan baja, pero no importa si el lugar es peligroso.

Bufo regresando hacia el tipo, le desato sólo los pies y lo llevo hacia la ventana, coloco su cabeza hacia fuera y bajo un poco el vidrio.

—¡Estás loco! No voy a hablar.

—Eso dicen todos —ruedo los ojos.

Subo completamente el vidrio dela ventana para bajarlo de golpe sobre su cuello pero de repente la puerta se abre.

—Leo —Franco.

—Mal momento —bajo con menos presión el vidrio d la venta sobre su cuello.

—Leonardo —Franco tira de mi cuerpo hacia atrás.

—Me lo encontré aquí —explico. —. No será una muerte tan dolorosa, será rápido.

—Bueno, haz lo que quieras, pero llama a tus hombres, no pienso limpiar —aclara alejándose.

—¡OIGA! ¡NO SE VAYA! —empieza a gritar el tipo como un loco.

—Te dije que hay vecinos —reprocho tomando nuevamente el vidrio para correrlo hacia bajo.

—Yo que tu hablaría —dice Franco dejándose caer en su escritorio.

—¿Hai un idea piú dolorosa? —giro la cabeza hacia Franco.

—Penso che vada bene —me señala con su lapicero.

—Grande...

—¿De qué hablan? ¿Qué dicen? —farfulla gritando eufórico.

Sus gritos me molestan por lo que tiro del vidrio hacia bajo con fuerza.

—¡Alto! ¡Alto Alto!

Saco su cabeza de golpe provocando que se golpe a los costados de la ventana.

—¿Quieres jugar?

—Sólo me enviaron a asegurarme de que usted volvería aquí —tartamudea alzando las manos.

—¿Volvía? —enarco una ceja mirándolo no convencido. Acerco mi rostro al suyo con una sonrisa leve. —. Si no me sirve de nada lo que me dices, te mataré porque lo tomaré como una mentira —aclaro.

—Estoy diciendo la verdad...

—¿Qué te pareció lo que viste en la segunda planta? —pregunta Franco dejándose caer hacia atrás sobre su asiento. —. Hay cosas más importantes.

Vuelvo a atarlo y ésta vez sí lo amordazo, muevo mi asiento hacia el escritorio de Franco.

—¿Qué hay con Alessia? —pregunto cruzando mis pies.

—Ella sabe lo que debo y no decir —deja a un lado el ordenador y se concentra en mí. —. El hijo de Geronimo está muerto.

—¿Qué? —suelto atónito.

—Esto es una conspiración Leonardo, tú, Carina, la venganza, alguien quería juntarlos y hacerles pagar por algo —me explica frustrado.

—¿Carina que tiene que ver en eso? —exclamo molesto. —. Ni siquiera sabía nada cuando estaba con sus padres, ¿Por qué alguien querría hacerle daño?

—No lo sé, pero ahora es por ti, y eres el primer sospechoso.

—Por favor —agito las manos. —. Estoy haciendo negocios con él, eso no puede ser.

—Todo apunta a ti, por eso te digo que es una conspiración.

—¡Maldita sea! —grito parándome molesto. Pateo mi asiento, paso mi mano por mi cabello tirándolo con fuerza.

—Bro, cálmate —me pide Franco tocando mi hombro.

—¡No puedo! ¡Mataron a mi madre, no he tenido tiempo de soltar ni una lágrima y ahora esto! ¿Quién está buscando joderme? ¿¡QUIÉN? Si he establecido la paz con ese tipo como me lo pedirte —grito eufórico, con las manos a ambos lados de mi cabeza, voy a estallar.

—Estoy seguro de que estamos hablando de la misma persona.

—Y para rematar, al parecer Carina está embarazada —suelto apoyándome de espaldas al escritorio.

—¿Qué demonios? —espeta colocándose frente a mí. —. ¿No que era una intoxicación?

—Sí, pero el doctor me llamó y me dijo que en análisis de sangre se descubrió que está embarazada de dos semanas, ella no esperó los resultados porque fui por ella, además ella se conformó con saber que sólo estaba intoxicada —explico, calmándome interiormente.




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