La elegida

Entre Elegidos y Sacrificios

Bajo las escaleras y con lo primero que me encuentro es con ella parada a dos metros de las escaleras con unas maletas hablando con uno de los guardias de la casa.

—¿Ya te vas? —pregunto acercándome sonriente.

Ella se gira hacia mí sonriendo con satisfacción.

—No, convencí a Leonardo de lo incómoda que me siento en esa habitación y me permitió instalarme en una de las de arriba —aclara.

Aprieto mis puños fuertemente de la rabia, mi cara palidece pero no se lo demuestro.

—¿Eso crees? —ella me ignora e intenta subir, pero me coloco en el primero escalón evitando que suba. —. Leonardo no puede tomar decisiones sin consultarme, pero eso sólo pasará cuando yo no esté aquí porque no pienso seguir compartiendo el mismo techo que una como tú —la miro de arriba abajo.

Ella se acerca a mí soltando su maleta en el camino.

—¿Tienes miedo? ¿Verdad? —inquiere inclinado su rostro hacia el mío. —. Sabes que él me quiere —asiente sonriendo. —. Es eso, y estás celosa.

—Bájate de esa nube que te queda muy chico, si de verdad quieres mudarte arriba, ve y ruegale que me convenza porque así no lo vas a lograr —aclaro negando con mi dedo índice.

—¿Y por qué tendría que convencerte? Es su casa —arroja.

—También la mía, que no se te olvide que soy su esposa —digo con una sonrisa socarrona.

—Pero él a mí me quiere —se defiende con la misma excusa barata.

—Y sigo su esposa, ésta es mi casa y yo decido, ¿no te cansas de decir él me quiere? —mofo. —. Él a mí me quiere —imito su voz haciendo una mueca. —. ¿Qué me importa que te quiera? Si te quiere tanto que te compre una casa, pero tus días aquí están contados querida.

—Tú no me conoces Carina —murmura entre dientes. —. No sabes de lo que soy capaz, por lo que apártate de mi camino que te puede ir mal, Leonardo es sólo mío, es cuestión de tiempo para que se deshaga de ti.

—Claro —agito los brazos. —. Olvidé que duerme detrás de tu espalda todas las noches —lanzo sarcástica.

Aprieta su mandíbula con fuerza, yo sólo disfruto de su reacción, hasta que me empuja pegando sus palmas contra mis hombros, jadeo del dolor sosteniéndome del reposa manos pero hago demasiada presión sobre el brazo equivocado.

—Ah —gimo quitando mi mano para apoyarme con el otro.

—No finjas no creo que le des algo más que lástima.

Ahora sí que quería a esa loca fuera de mi casa.

—Carina —Yuri viene corriendo hacia mí.

—¿No que no la podían tutear? —pregunta sonriendo.

—¿Usted que le pasa? —Yuri la empuja. —. Recién salió del hospital, ¿Qué cree que hace?

—Yuri —llamo.—. Déjala —digo bajando el escalón.

—No lo sabía —dice con la cara pálida. —. ¡Ella me provocó! —grita defendiéndose.

—¿Qué está pasando aquí? —ella es la primera en girarse hacia la puerta al escuchar la voz de Leonardo.

—Leonardo —exclama corriendo hacia él.

—Pues que... —Yuri intenta explicar, pero alzo mi mano para que se detenga.

—Basta Yuri, vamos a la cocina —le pido.

A pasos ligeros nos dirigimos hacia la cocina, me siento en una silla más alta que las otras de espaldas a la encimera, ella quita varios botones de mi blusa para revisar la herida.

—No se abrió —dice aliviada. De todos modos me pasa un poco de alcohol y me da un calmante para el dolor, éstas chicas me han cuidado como una bebé, y aunque le pagan digamos por eso, no lo justifica, ellas lo hacen con amor, por eso voy a extrañar a Kenia. —. ¿Cómo dejó que la atacara?

—Sólo le dije la verdad, no tengo la culpa de que no sepa defenderse con palabras.

—Ay señora —dice sonriendo.

Leonardo aparece en la cocina y ruedo los ojos manteniendo mis ojos lejos de él.

—Carina —murmura acercándose.

—¿Cómo está tu amiga? —pregunto deteniendo sus pasos. —. Creo que mis palabras dolieron más que su empujón —digo sarcástica.

—Yuri déjanos solos —pide.

—Sí señor —asiente para marcharse.

—Quédate, no hemos terminado —digo llevándole a la contraria.

—Sí señora —ella vuelve a asentir.

Yuri me mira porque Leonardo le sigue pidiendo que se vaya y yo que se quede.

—Tú me dijiste una vez que había reglas, y yo estoy defendiendo las mías —aclaro. Le extiendo la mano a Yuri y ella me ayuda a bajar de la silla.

—¿Vas a seguir con esto? —pregunta cansado. —. Yuri, déjanos solos —demanda molesto. —. Ahora.

Miro a Yuri y le asiento con la cabeza para que se marche. Bajo un poco la mirada abotonando nuevamente mi blusa.

—¿Qué quieres Leonardo? —pregunto levantando la mirada.

—Hace dos días teníamos mucho que decirnos y de la nada construiste tu muro.

—Hace dos días metiste a esa salvaje a la casa sin mi permiso y ahora hasta se cree con derechos —agito mi brazo.

Da varios pasos hacia mí y toma mis muñecas con suavidad.

—Esto es serio Carina, debo protegerla, ella me necesita —me dice mirándome fijamente a los ojos.

—Como yo no, me voy yo —declaro con seriedad.

—Carina por favor, sabes en el peligro que estás, no me pongas en ésta situación —suplica. —. Es una chiquilla que está en problemas.

—Eso crees tú Leonardo, esa chiquilla piensa que soy su oponente y así como no me soporta yo tampoco a ella —me suelto de su agarre. —. Mañana vienen mis padres porque es un día importante, no la quiero aquí, es la primera vez que ellos vienen aquí, tú decides qué harás con ella porque no voy a darle explicaciones a mis padres sólo me iré con ellos al terminar la fiesta.

—Ella quiere disculparse, no es tan mala como piensas, dale una oportunidad, sólo será hasta que pueda mantenerla a salvo —insiste.

—Si no me convence se va a tener que ir, pero maña ni su sombrea quiero en ésta casa, ya te lo advertí Leonardo.

Es la primera vez que veré a mi padre después de tanto tiempo, la última vez fue cuando me aferraba a su camisa para que no dejara que Leonardo me llevará, recuerdo su expresión de dolor, pero lo sereno que su mantuvo.




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