La elegida

Despertar en la Oscuridad

empujo a una señora hacia un lado y corro hacia la habitación, los guardias no están en la puerta, lo que me preocupa aún más, entro a la habitación y veo a una enfermera preparando una jeringa, ella voltea repentinamente por el ruido de la puerta, cuando me ve, y yo la veo, se impulsa hacia mí con la jeringa pero la esquivo.

Con fuerza me abalanzo sobre ella tirándola al suelo, tomo su mano que sostiene la jeringa y la golpeo varias veces contra el piso, usa su otra mano para pegarme un débil puñetazo tirándome hacia un lado, sin darle tiempo a levantarse la pateo, gateo hasta ella y la tomo por detrás del cabello, me paro empezando a arrastrarla de las greñas.

—¡Maldita perra! —grita tirando fuertemente de mi pie provocando que caiga de boca, el fuerte golpe logra marearme por lo que no logro siquiera intentar levantarme lo que ella aprovecha para salir corriendo.

Jadeo del dolor, uso mis palmas para intentar levantarme, siento un horrible sabor en mi boca y un hilo de sangre corriendo por la comisura de mis labios, gimiendo del dolor levanto mi mano para estirarla hacia la camilla y apoyarme para poder levantarme, pero unos brazos me rodean ayudándome a levantarme.

—¿Se encuentra bien? —escucho la voz de Carlo, y busco su mirada.

Me ayuda a sentarme en el sofá y retira mechones de mi frente con cuidado, nunca olvidaré éste golpe, y voy a disfrutar darle una buena paliza porque nos volveremos a ver.

—¿Fueron tras ella verdad? —pregunto y él asiente.

—No se ve nada bien —comenta con una mueca de horror.

—Estoy bien —refuto.

—No lo está —declara. —. Quédese ahí —me pide haciéndome señas con la mano. Empieza a revisar en los cajones que está al lado de la camilla y se acerca con algodón y un pequeño pote que al parecer contiene alcohol.

Con cuidado limpia la comisura de mis labios y mi frente donde tengo un pequeño raspón, detiene sus movimientos justo sobre mi nariz, observa cada parte de mi rostro con detenimiento, lo observo concentrado sin decir nada, pero recuerdo que estamos en la habitación donde está Leonardo, un terror horrible me invade, si él hubiese visto esto ya Carlo estaría en el suelo con no sé cuántos disparos.

Carraspeo con algo de dificultad y él pone distancia entre nosotros quitando el algodón sobre mi nariz.

—Gracias —murmuro casi sin voz.

—A la orden —inclina su cabeza. —. Señora.

Justo cuando se para del sofá la puerta se abre y entran varios hombres agitados y sudados.

—No pudimos atraparla, pero seguiremos buscando...

—Dejenla tranquila, que crea que está a salvo —habla el Italiano de ojos grises. —. Cuando la señora quiera la tendrá bajo su poder —dice mirándome y yo sólo junto mis labios en una línea.

Aunque ahora mismo quiero matarla, sigo respetando el hecho de que ésta venganza es de él, yo no estoy sedienta de venganza.

Obligada por el ojos grises me revisa una enfermera, para asegurarse de que estoy bien y no tener ningún problema con Leonardo cuando despierte. Exagerados.

Con Carlo y dos más de los hombres voy a casa a darme un baño y a cambiarme, aún siento dolor en mi frente, me di un fuerte golpe al caer, de eso no hay duda.

Regreso al hospital encontrándome con Franco en la habitación dando vueltas mientras habla con Leonardo quien sigue dormido.

—¿Cómo diablos es que es Alessia? La hija de ese tipo de la que nadie nunca supo nada, se escondió para vengarse, pero ¿Qué rayos tiene que ver Carina en eso? No lo entiendo.

—Tal vez mi padre le robó el clan al morir —comento demostrando mi presencia. —. Si ése tipo no tenía hijos, no había reclamos.

Él voltea a verme sorprendido, me encojo de hombros con los labios sellados.

—¿No es así como funciona? Rey, reina, príncipe —pregunto acercándome.

—Siempre quedé con una duda, ¿recuerdas como fue que aprendiste a manipular sistemas de seguridad? —sonrío por su pregunta.

Su pregunta me hizo recordar la cara de espanto de Leonardo al pensar que había recordado.

—Me lo enseñó Lenin, al menos aprendí algo de mi enemigo.

Apoyo una mano a la base de la camilla observando a Leonardo, no entiendo por qué aún no despierta.

—¿Sabes si el rosario funciona? —pregunto girando a verlo.

—¿Él te lo entregó? —asiento confundida. Se acerca rápidamente y se lo quita del cuello para dejarlo en su mano.

—No sabía que era religioso —muevo mis ojos hacia su mano.

—Todos creemos en algo —se acerca a mí y toca levemente mi hombro. —. Va a despertar —asegura. —. Puedes estar tranquila, éstos hombres son los mejores de su padre y Alessia está acorralada.

Retira su mano de mi hombro y giro de golpe antes de que se marche.

—Franco —llamo. —. ¿Tú conoces la historia? —pregunto.

Él se queda mudo ante mi pregunta, y en sus ojos veo lo incómodo que es esto, él lo sabe, pero le asquea la historia de la misma manera que a Leonardo.

—Eso le corresponde —objeta.

—Pero no lo hará —insisto.

—Porque su deseo era dañarte como a su hermana, respeta su pasado —se da la vuelta y se marcha sin decir más.

Rodeo la camilla y me siento al lado de la camilla, si yo no quiero recordar lo poco que me contó Brenda, él que lo vivió mucho menos querrá revivirlo porque lo mejor dejo su pasado donde pertenece, en el pasado.

Tomo su mano donde tiene el rosario y la entrelazo con la mía dejando en medio el rosario. Apoyo mi espalda contra el respaldo del asiento y miro hacia enfrente sin concentrarme en nada específico.

Llevo puesto un pantalón largo y una camisa azul con flores negras, Yuri eligió mi ropa rápidamente por mí, gracias a Dios no le pasó nada porque no sé que sería de mí, peor con tantos muertos que ya tengo en mi cabeza.

—Tienes que despertar, tu madre merece justicia, y tú... —miro nuestras manos entrelazadas. —. Mereces ver el lado bueno de la vida, te prometo que te perdonaré, pero para eso debes despertar.




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