La elegida

Renacimiento: Un Nuevo Comienzo Junto al Mar

Hace rato desperté y Leonardo no estaba a mi lado, no le hice caso y me metí a bañar, pero ahora que no lo veo en su despacho me preocupo, sé que esa serenidad que tenía anoche no es duradera, y me imagino que estuvo pensando en qué le haría a Alessia.

Salgo de la casa en busca de sus hombres para preguntarles por él, pero en el camino me encuentro con Carlo.

—¿Dónde está mi esposo? —pregunto molesta.

—No lo sabemos —se encoge de hombros. Su tono es extraño, lo miro pensativa y me siento apenada por eso, me referí a Leonardo como mi "esposo" y a él, yo le gusto, ay Dios.

—Sabes que él no está bien, en serio necesito ir a donde sea que esté, por favor Carlo, si sabes algo dime —le suplico desesperada. —. Se supone que eres mi amigo Carlo.

—Señora... —está molesto. —. Bien, no estoy segura pero espero que tenga suerte.

Me abre la puerta de la camioneta y subo, él sube y lo pone en marcha inmediatamente y como siempre maneja sin quitar los ojos del retrovisor, viéndome.

—Carlo —llamo.

—Si señora —responde más relajado.

—Sabes que esto no puede seguir así, Leonardo no dudará en matarte si se entera, y sabes que te aprecio —digo jugando con mis dedos nerviosa mientras nos miramos a través del retrovisor.

—¿De qué habla señora? —pregunta.

—Sabes bien de que hablo, sé que te gusto...

—Con todo el respeto señora, estoy locamente enamorado de usted desde que la conocí, pero sé mi lugar —declara sin miedo. —. Y yo sé que usted no siente lo mismo por lo que no existe ningún problema aquí, usted es la esposa de mi jefe.

Suspiro dejándome caer hacia atrás, no me gusta la manera en la que aclaramos esto, pero era ahora o nunca.

—Lo siento.

Al llegar él se estaciona, frente al mismo edificio donde lo encontré después de la muerte de su madre, ¿Qué estará haciendo allí? Abro la puerta y bajo rápidamente confundida, dando zancadas me adentro al lugar, empiezo a escuchar unos murmullos, pero no vienen de aquel lugar donde encontré a Leonardo ése día, avanzo hacia el lugar donde proviene el ruido y tomo la manija de la puerta nerviosa, miro alrededor preocupada y luego empujo la puerta hacia dentro.

De espaldas a mí veo a Leonardo, atada en una silla está Alessia y varios hombres alrededor. No, no, Leonardo no puede estar pensando en esa locura, cierro la puerta haciendo algo de ruido lo que provoca que él se voltee rápidamente.

—Carina —espeta sorprendido. —. ¿Tú qué haces aquí? —pregunta molesto.

Da varias zancadas llegando hasta mí.

—¿Estás demente? Ni siquiera se te ha cerrado la herida —reclamo agitando los brazos.

—Estoy bien —aclara. —. Ahora salte, no puedes estar aquí.

—¿Qué piensas hacer con ella? —pregunto mirándolo a los ojos.

—Lo que se merece —farfulla intentando darme la vuelta.

Me echo hacia atrás haciendo que suelte mis hombros.

—¿Piensas hacerle lo mismo que le hicieron a tu hermana? ¿Eh? ¿Eso es lo que quieres? —él escanea mis ojos sorprendido sin saber que decir. —. Lo sé todo Leonardo, sé el motivo de tu venganza, ¿no crees que es momento parar? ¿Qué diferencia habrá entre esos bastardos y tú? Así como ordenaron que le hicieran tal cosa a tu hermana así estás ordenando que hagan con ella —aparta sus ojos de los míos frustrado.

—Vete Carina —me pide molesto.

—¿Eso quieres? —pregunto mirándolo dolida. —. ¿Sabes por qué a pesar de todo no quiero que le hagas eso? ¿Lo sabes?

—¡Ella y tú no son iguales! —grita furioso. —. ¡No lo son!

—¿¡Y qué hay del dolor!? ¿¡No es el mismo sentimiento!? —le arrojo de regreso, gritándole con rabia. —. Sólo rompe el ciclo, seguirás con la historia, tu hermana, yo, ahora ella —murmuro bajando la voz.

—Más razones me estás dando para hacerlo—masculla entre dientes.

—¿Eso es lo que me quieres dar a demostrar de ti? —pregunto con rabia. —. ¿Tan poco te importa lo que yo sienta?

—Es mí venganza —declara señalándose, mirándome lleno de odio, rabia y más.

—Si lo haces olvídate de mí, podrá haberme hecho mucho daño —miro hacia Alessia. —. Pero para mí ninguna mujer merece eso.

Me doy la vuelta y salgo del salón, a pasos lentos y pensados empiezo a caminar hacia la salida, deseando que él cambie de opinión y que venga a decirme que no lo hará, pero pierdo todas las esperanzas cuando salgo del edificio. Ése es él, así es él, pero si no es capaz de sacar esa sádica idea de su cabeza ni siquiera por mí, pues esto no vale la pena.

Él está dispuesto a estar ahí y ver como uno a uno esos tipos abusan de ella, ¿tan fuerte es? ¿Acaso eso no le recordará a su hermana? ¿Podrá completar ese deseo de hacerle lo mismo?

—¡Carina!

Giro al escuchar su voz, lo observo venir corriendo hacia mí y cuando lo tengo contra mí ni cuenta me doy. Toma mi rostro entre sus manos y me besa mientras me farfulla como loco "perdón"

—Lo siento, lo siento, de verdad —dice besando todo mi rostro desesperado, toca mis mejillas y las caricia con su pulgar. —. Te juro que lo que más deseo es borrarte eso, todo eso, daría todo por poder hacerlo, no pensé que haciendo esto... yo de verdad lo siento —pasa su mano por mi nuca echando mi cabello hacia atrás. —. Perdóname —suplica pegando nuestras frentes respirando agitado.

Levanto mi mano y toco su mejilla con cariño, él no se hace esperar y me besa como loco, desesperado y hambriento de mis labios, rodeo su cuello con mis brazos intensificando el beso. Él baja sus manos a mi cintura y me alza haciendo que rodee mis piernas alrededor de su cintura.

Suelta mis labios ligeramente y echa la cabeza para atrás para verme a los ojos.

—Ya que estás aquí, te llevaré a la sorpresa —dice con una sonrisa.

—¿Sorpresa? —inquiero frunciendo el ceño. ¿Desde cuándo Leonardo es detallista?

—Sí —asiente con la cabeza. —. Pero primero dime que me perdonas —pide con seriedad.




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