La elegida

Extra -3 la elegida

.Extra -3


Sonrío negando con la cabeza, es absurdo, no creo que tengamos que buscar un nombre al bebé obligatoriamente cuando el sexo será sorpresa, pues que el nombre lo sea también.


Mientras me pongo el suéter camino hacia la ventana para observarla pasear por le césped con una mano en su vientre, es enorme para su cuerpo, abro la ventana y me apoyo a ella. Pienso en gritarle algo pero, me detengo al ver que jadea sosteniendo su vientre con más fuerza, frunzo el ceño confundido, mirándola ido por unos segundos.


Me alejo de la ventana y salgo de la habitación, bajo las escaleras corriendo y me dirijo hacia el patio. La encuentro haciendo un ejercicio de respiración, busco tomar sus manos y mirarla a los ojos.


—¿Ti-tienes contracciones? ¿Llegó la hora? —pregunto, angustiado, nervioso y hasta desesperado, no me gusta no saber que hacer, razón por la que había decidido tomar una clase de padres primerizos.


Grita entre dientes apretando mis manos a la vez que cierra los ojos, ¿por qué hoy? Se supone que el parto sería en una semana, ¿por qué se habrá adelantado?


—¿Por qué se ha adelantado?


—Leonardo deja de hacer preguntas y llévame al doctor —pide molesta. —. ¡Por favor!


—Ya ya —farfullo. —. Cálmate, todo estará bien, vamos.


—Ahhh —pega su cabeza a mi pecho sin soltar mis manos. —. Creo que ya viene —susurra con la voz débil, y seguido empieza a quejarse más del dolor.


Paso mi brazo por su cintura y la alzo entre mis brazos mientras le grito a mis hombres que preparen la camioneta y salgo con ella de la casa.


—Vamos a conocer a nuestro bebé, es emocionante, pronto no sentirás dolor —farfullo adentrándola a la camioneta. Dejo que apriete mi mano todo lo que quiera y sin darme cuenta estoy haciendo el ejercicio de respiración para que ella no deje de hacerlo.


—No. Es. Gracioso —su voz es pesada.


Sonrío sin poder evitarlo.


—No lo estoy haciendo a propósito —llevo nuestras manos a su vientre y ella deja caer su cabeza en mi hombro. —. Te lo juro.


Cuando llegamos al hospital una enfermera nos pasa una silla de ruedas rápidamente para que ella se siente, mientras la enfermera la empuja hacia donde no tengo idea, sólo dejo que haga su trabajo, ella no me suelta, su mano sigue aferrada a la mía.


—Estarás bien mi amor, pronto acabará esto —miro a la enfermera quien está bastante relajada, cuando yo siento que me estoy volviendo loco, estoy emocionado porque viene nuestro bebé pero, no soporto ver a Carina así, ni quiero imaginar el parto. —. ¿Cuánto tiempo cree que tarde? —le pregunto.


—Su esposa ni siquiera ha roto fuente, esto recién empieza, mejor cálmese.


Carina busca mis ojos horrorizada, yo ni siquiera sé que decirle, entre abre los labios quejándose, beso el dorso de su mano, necesito aliviarme o no podré estar para hacerlo por ella.


—Pero… ya viene —murmura, viéndome a los ojos preocupada.


—Tranquila —beso nuevamente sus manos, no puedo evitar hacerlo, siento que le estoy compartiendo algo de mi energía de esa manera.


La enfermera gira a la izquierda y se detiene frente a una sala que al instante abre las puertas, continua empujando pero, luego se detiene y me mira. No, no pienso dejar a mi esposa sola, que ni me lo pida.


—No puede pasar —aclara con determinación.


Carina sostiene mi mano con más fuerza al escucharla.


—Leonardo no me dejes —pide.


—No lo haré cariño —aclaro mirando a la enfermera.


—No puede pasar —repite la enfermera.


—Tendrá que hacer una excepción, y no debería perder más tiempo porque deben atender a mi mujer ahora —exclamo, recapacito y respiro para tranquilizarme, no quiero alterar a Carina.


—Yo me encargo —alguien nos interrumpe, la enfermera asiente y se retira. —. Hola Leonardo, tú creando estragos en mi hospital otra vez.


Recordar aquello no es algo que quiero hacer ahora, aún así ruedo los ojos de sólo pensarlo.


—Mi esposa está apunto de dar a luz —lanzo en mi defensa.


Se inclina delante de Carina y le hace un montón de preguntas, lo que me molesta porque debería estar atendiéndola, es que no ve que le duele, igual no digo nada, ella es la profesional y yo la elegí para éste proceso.


—¿Pasó algo? Tu parto no era hoy —eleva la mirada al no obtener respuestas departe de Carina.


—Una simple discusión no pudo haber hecho eso ¿o sí? —pregunto confundido.


[…]


Paseo mis dedos alrededor del rostro del pequeño, es tan frágil que siendo su madre temí tomarlo de los brazos de la enfermera, es que Dios, es un sentimiento tan inexplicable, de estar parada me hubieran dejado de funcionar las piernas en ése momento.


—Estaba tan emocionada de conocerte, tu padre también—¿dónde estará ése hombre? Tan loco que estaba y ahora desaparece.


Me acomodo la espalda contra la cabecera de la cama y sujeto al bebé contra mi pecho, miro hacia la puerta al escuchar un ruido proveniente de ahí. Frunzo el ceño al ver a Leonardo entrar con un inmenso ramo de flores blancas y amarillas.


—¿Dónde estabas? —pregunto.


—Fui a comprar flores, es lo que dicen ¿no? —comenta acercándose y deja las flores a un lado, lo miro sin entender nada aún.


—Es que no había escuchado algo así.


—Bueno, regalamos flores cuando alguien da a luz —posa su mano sobre el bebé y se inclina para besar mis labios antes de tomarlo él. —. ¿Te gustan? —pregunta mientras trata de sostener bien al bebé. —. Lorenzo, aquí está tu papi —sonrío viéndolo embelesada.


—Sí, son hermosas, aunque demasiadas.


Las puertas de la habitación vuelven a abrirse, y lo primero que visualizo son un montón de flores, luego a mi familia y la de Leonardo, llenaran la habitación de flores.




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