La elegida

Capítulo 2

El camino a La montaña de los lamentos/La cueva de los 1000 cadáveres (nombre aprobado por la mayoría de votos en Milligan) era tan mágico como lleno de una aterradora ironía. Era un largo camino amarillo que la misma Skandi había pintado, con una pintura de origen desconocido, en caso de que alguien quisiera hacerle una visita. Para que no se pierda.

En cualquier otra historia ese camino amarillo los llevaría a un mundo mágico, lleno de aventuras y buenos deseos, pero en su lugar los lleva a una cueva de nombre terrorífico y a una muerte segura.

— ¡Miren! — exclamó uno de los habitantes, el único que tenía unos binoculares.

Este vio como Arton giraba a la derecha, alejándose del camino amarillo, de su destino. El rey le quitó los binoculares para ver lo que estaba pasando. Confirmó que Arton se había alejado del camino amarillo y que pensaba escapar.

Arton se perdió en la maleza.

— Ese hijo de perra nos engañó — dijo el dueño de los binoculares -. Lo que busca es escapar.

— ¡Arresten a su familia y amigos! — ordenó el rey —. Ese cretino cree que puede jugar con nosotros. Le vamos a enseñar.

Mientras un grupo de guardias se dirigía a la vivienda de Arton, tan destartalada como las demás, el Rey, en persona, iba a buscar a uno de sus mejores caballeros. Arton iba a cumplir su destino e iba a morir por su reino lo quiera o no.

Arton no tenía mucho más que buenas intenciones. Eso lo digo muy en serio, con la mano en el corazón. No tenía mucha familia que digamos. Su padre ya se encuentra en la cárcel luego de ser arrestado por una pelea en un bar. Joshua, el padre de Arton, estaba tan ebrio que creyó que esa pelea en un bar era un duelo y asesinó a su contrincante apuñalándolo con su espada.

Su contrincante no era otro que El Capitán de la guardia real de rey.

Debido a sus servicios militares durante la ocupación de las Islas de Guaralá se le redujo la condena al padre de Arton. Pasó de pena de muerte a cadena perpetua.

La madre de Arton murió de una terrible enfermedad en la piel. Una enfermedad bautizada como “El pecho peludo”, un nombre incorrecto porque un infectado podía tener pelos en todo el cuerpo. En realidad lo que no la mató fue la enfermedad, sino el pasear por los bosques durante la época de cacería. Ahora su cabeza cuelga en la pared de algún prestigioso cazador extranjero.

Si es que hay algo que Milligan tiene a rebosar son lobos. Varios cazadores de distintos reinos y poblados van a visitar a Milligan para poder matarlos.

Además de las buenas intenciones, una espada generacional y un canario de mascota (que ahora era un rehén del rey) Arton solo tenía el ejército, que había estado con él durante toda su vida, y esta travesía para enfrentarse al malvado dragón era un auténtico honor para Arton. Si iba a morir, que sea luchando.

Pero no era estúpido.

Arton quería matar al dragón más que a nada. Este asesinó a los pocos amigos que tenía cuando incendió el restaurante en el que todos estaban reunidos para celebrar su cumpleaños. Pero sabía que enfrentarse al dragón por su cuenta no era suficiente si lo que quería era matarlo. En su funda de piel de cocodrilo (al que Arton había matado con mucho placer, visualizándolo como si fuera un dragón en miniatura) reposaba su espada, que había formado parte de distintas guerras y había derramado sangre de personas de distintas razas y seres de distintas especies.

Sin temor a faltarle el respeto a los guerreros que lucharon con ella no era suficiente. Necesitaba un arma mucho más poderosa si quería acabar con ese monstruo.

Aquí entra la profecía.

Unas semanas antes de ser elegido Arton estudiaba en la biblioteca (a diferencia de los otros caballeros Arton prefería compaginar sus habilidades físicas y sus conocimientos en combate con la intelectualidad que solo le daban los libros), entre la montaña de libros que tenía se encontró con una profecía.

En los pantanos de Lliona (que se encontraba a tres días de viaje de Milligan) había unas piedras con forma de pies con una inscripción que decía: “Deposite sus pies aquí”. Si el elegido, una persona noble y valiente, ponía sus pies ahí un hada pelirroja, una emisaria de los dioses, le entregaría “La serpiente de fuego”, la espada más poderosa de todas.

El arma perfecta para matar al dragón.

Con ella decapitaría a la bestia y regresaría a Milligan, donde lo veneraría como el héroe que es. Riqueza, gloria y honor para Arton Sander. La idea de una celebración donde los principales ingredientes eran el alcohol y el sexo hicieron que Arton sintiera mucho, tal vez podía detenerse para masturbarse un poco. No, tenía un largo camino por recorrer.

Se detuvo en un restaurante porque tenía muchas ganas de orinar. Una erección lo acompañó camino al baño, el protector de su entrepierna era tan ajustado que su miembro no pudo estirarse más.

Una vez satisfizo sus dos necesidades se quedó a comer, beber y comprar algunas provisiones. Este iba a ser un viaje muy largo.

El viajo a Lliona duró tres días y dos noches. Era de día y el sol calentaba, pero eso no impedía al pantano de estar rodeado de una espesa neblina. Arton dejó su caballo atado a un árbol, el suelo era demasiado accidentado para el equino. Arton siguió su camino a pie dejando unas huellas profundas en el suelo. Los animales pequeños, incluso los mosquitos, se alejaban de él. Todos lo veían como una amenaza, de la cual querían deshacerse pero no sabían cómo.




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