La elegida

Capítulo 7

Marc tomó el lugar de Arton en este “combate a muerte”, Giovanna se mantuvo en la misma posición y con la espada brillando en la misma intensidad. El conocimiento que se tenían era mutuo, Giovanna sabía que Marc tramaba algo. Algo diabólico.

— Lárgate Marc. No hay nada que me puedas decir que…

— Comida — dijo Marc con una sonrisa agradable, algo poco común en él.

— ¿Comida? — el estómago de Giovanna comenzó a gruñir.

— Si, ¿Recuerdas la razón por la cual fuimos a Milligan en primer lugar? Comida: Asados de res, escabeche de pescado, escabeche de pollo, pollo al horno, pollo asado, puré de papa, más de treinta tipos diferentes de sopas, más de treinta tipos diferentes de salsas, pasteles de papa y arroz, dulces artesanales y los mejores y más grandes budines de pan cubiertos de caramelo que hemos probado en nuestras vidas. Tan grandes que no cabían en nuestras bocas. Si les salvamos el trasero de ese dragón, ¿Tienes idea de cómo nos van a recompensar?: Con un enorme banquete. ¿Te imaginas Giovanna? Toda esa comida solo para nosotros dos.

El solo pensar en esa deliciosa comida hizo que se le hiciera agua en la boca a Giovanna. Para ella lo único bueno que tenía Milligan era la comida. También algunos caballeros, miró levemente a Arton, aunque si estos llegaban a ser tan cretinos como este podía irse al demonio.

Giovanna dejó de pensar con el estómago, tenía que pensar con la cabeza. Giovanna le hizo una señal a Marc para que se acercara. Este obedeció. Estuvieron tan cerca que podrían darse un beso si quisieran, cosa que nunca pasará porque Marc comió una buena rebanada de pastel de cebolla en el bar. Además que ninguno de los dos estaba románticamente interesado en el otro.

Arton vio a dos sujetos que no conocía de nada hablando bajito a sus palabras. Esto le pareció sospechoso, podrían estar conspirando contra él. Dio unos pasos al frente para escuchar mejor pero la espada luminosa de Giovanna lo obligó a regresar a su sitio.

— Un poco de privacidad, por favor.

Arton solo se limitó a maldecir y a recostarse en un árbol con los brazos cruzados.

Giovanna y Marc siguieron hablando en silencio.

— La comida es tentadora Marc, fue muy sucio de tu parte el haberla puesto en colación — Marc sonrió complacido ante el “halago” de Giovanna —. Pero no me quiero enfrentar a un maldito dragón.

— ¿Quién dice que te tengas que enfrentar a un maldito dragón? Entraremos los dos, de acuerdo. Solo tendremos que entrar, agitaras la espada de aquí para allá para pretender que matamos al dragón. Cuando salgamos se lo decimos a Arton.

— ¿Y si no nos cree? Arton es muchas cosas — “entre ellas alguien muy guapo”, pensó — pero estúpido no es.

— Hablas como si lo conocieras.

— Soy muy buena haciendo un perfil de las personas.

Marc solo se limitó a levantar los hombros.

— Si no nos cree, no nos deja otra alternativa.

Marc pasó su dedo por su cuello haciendo un sonido asfixiante. El mensaje era más que obvio. Una sonrisa malévola apareció en los labios de Giovanna.

— Algo me dice que hay cierto rencor por aquí – dijo ella señalando los testículos lastimados de Marc.

— ¡Si! — Giovanna le cayó la boca al ver que Arton levantó la cabeza para mirarlos. Soltó la boca de Marc después de que este prometiera bajar la voz —. Hay mucho rencor en todo esto. No me gusta que me golpeen en los huevos dos veces, y si ese idiota no coopera lo matamos y punto.

— Está bien. Está bien. No te enojes — contestó Giovanna entre risas.

Para Giovanna Arton en un hombre guapísimo, pero esa razón no basta para perdonarle la vida. Hombres guapísimos existen en todo el mundo.

— Una vez recibamos la comida y la jugosa recompensa, siempre hay una recompensa, nos iremos. Y si el dragón regresa ya no será problema nuestro. ¿Qué me dices?

— Para venir de ti no es una idea taaaan mala.

— Es mejor que tu idea de antes, ya sabes. La que nos metió en todo este embrollo.

Giovanna frunció el ceño. Odiaba cuando Marc tenía la razón.

— ¿Qué opinas? ¿Lo hacemos? ¿Desplumamos ese maldito reino?

— Yo digo que si — dijo Giovanna con un entusiasmo adquirido.

Giovanna y Marc se dieron la vuelta, Arton estaba jugando con un juguete que era una pelota de madera amarrada a una cuerda, cerca de una copa (también de madera). Arton conseguía introducir la pelota dentro de la copa sin fallar. “Que simpático”, pensó Giovanna. Los dos ladrones, convertidos en héroes involuntarios, se acercaron hacia donde estaba Arton.

— Ya lo hemos decidido. Lo vamos a hacer — dijo Giovanna.

— Si, vamos a salvar tu reino, ser los héroes y toda esa mierda — añadió Marc.

— ¿De eso es lo único de lo que hablaron? — preguntó un Arton muy suspicaz —. Estuvieron hablando por más de veinte minutos. Pensé que le añadieron más temas a la conversación.

— Para nada — respondió Marc relajado —. Me costó mucho convencerla.

— Soy un hueso duro de roer — comentó Giovanna golpeándose el pecho con la espada. Giovanna prefirió cambiar de tema antes de que Arton los atacara con más preguntas —. Yo digo, ¿Qué estamos esperando? Vayamos a la cueva del dragón de una vez. Tenemos un dragón que matar, un reino que salvar y mucha comida que devorar.

— Si, lo que ella dijo — añadió Marc.

— Está bien. Vamos.

Arton no confiaba en ellos, hasta ahora ninguno de los dos le había dado una razón para ganarse su confianza. Igual, no importaba. Si alguno de los dos quería pasarse de listo e intentaba asesinarlo Arton lo mataría sin dudarlo. Eso incluía a La Elegida. Lo que ninguno de esos ladrones sabe es que si La Elegida muere en batalla La Serpiente de fuego buscará un reemplazo inmediatamente. Arton solo tendrá que buscar a ese reemplazo y obligarlo a enfrentarse al dragón.

Pase lo que pase Arton sale ganando; y si Arton sale ganando, Milligan sale ganando.

Una vez los tres se subieron al caballo este comenzó a andar Giovanna y Marc se agarraron como si fueran los eslabones de una cadena, ambos gritaron de miedo como si estuvieran parados encima de un puente colgante en medio de un acantilado sin fondo. Arton suspiró. “Vaya héroes me ha tocado”, pensó.




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