La elegida

Capítulo 9

Antes de ir a la cueva del dragón el trio de héroes fue a un pequeño pueblo llamado Zandie para comer algo y descansar. Para resolver la inhabilidad de Giovanna y Marc de montar a caballo Arton compró una carretilla de madera que amarró a su caballo. Los dos ladrones agradecieron el gesto, sobre todo Giovanna que tenía que parar cada media hora para vomitar. El solo subirse al caballo y no tener suficiente espacio para moverse le daba vértigo.

¿Cómo pudieron mantenerse vivos durante tanto tiempo?, se preguntó Arton.

Arton llenó la carretilla de provisiones y para evitar que los dos ladrones, valga la redundancia, se roben la comida Arton puso algunas trampas para ratones en las bolsas de pan. Marc se lastimó los dedos dos veces, pero eso no le impidió tocar.

El viaje a la cueva del dragón duró un día y medio que, para Arton, se sintió como una semana y media. Arton descubrió una faceta nueva de sus acompañantes, un pasatiempo para ser más precisos, y ese era el cantar de la forma más desafinada posible. Marc tocaba la guitarra con maestría, mucho mejor que varios músicos profesionales en Milligan, y componía canciones a una velocidad sorprendente, sobre cualquier tema. De hecho la última canción que cantaron sobre una pareja de salamandras que se estaban apareando.

Giovanna también era buena tocando la guitarra, pero no pudo compartir su talento con el mundo porque tenía la espada pegada a su mano. No la podía soltar.

— ¿Por qué diablos no puedo soltar esta maldita espada?

— Supongo que todavía no confía en ti — respondió Arton desde su caballo —. La espada cree que no harás el trabajo que se te fue encomendado como “La elegida”.

— Ya dije que lo voy a hacer — se quejó Giovanna — ¿Qué más quieren? — se dirigió a la espada como si fuera una persona normal —, libera mi mano por favor. ¿Tienes idea de lo difícil que es comer solo con la mano izquierda? Si no lo haces no habrá misiones ni demás tonterías, ¿entendiste?

La espada le mostró un ojo con la pupila alargada, muy parecido al ojo de una autentica serpiente. Parpadeó un par de veces. Giovanna gritó y soltó la espada, Marc se alejó en el poco espacio que tenía disponible.

— ¿Qué está pasando allá atrás? — preguntó Arton preocupado.

— Esa maldita espada está viva — Giovanna señaló la espada inmóvil, el ojo había desaparecido.

— Y liberó tu mano.

— Si y liberó mi…

Giovanna miró su mano como si esta perteneciera a otra persona, movió los dedos para confirmar que era su mano. No había nada mano en ella, salvo por las cicatrices. Pero esas ya las tenía desde antes, eran el resultado de años dedicados al robo y al pillaje. Casi todas las cicatrices eran por ventanas que se cerraban solas entre sus dedos.

Giovanna sintió un gran alivio al recuperar su mano.

La espada había entendido, puede que en verdad esté viva; que exista la posibilidad de poder comunicarse con ella. Esos temas Giovanna los dejó para después, tomó la guitarra y comenzó a tocar y a cantar. Tocaba muy bien la guitarra pero su canto era deplorable. Marc se unió al coro de dos personas, su nivel de canto era igual de malo que el de Giovanna.

La canción duró cinco minutos e hizo que Arton deseara tener las manos libres para cubrirse los oídos.

— ¿Qué te pareció? — le preguntó Giovanna a Arton con la esperanza de recibir un elogio —. ¿Crees que tengo futuro como cantante?

— Si te soy sincero prefiero escuchar a un grupo de vacas pariendo al mismo tiempo antes que escucharte cantar otra canción.

— Grosero.

Marc se reía a carcajadas ante la crítica objetiva de Arton.

— Y tú tampoco te quedas atrás, Marc — le aclaró Arton, Marc dejó de reírse —. Cada vez que cantas le haces daño a la música como arte.

— ¡Idiota! — exclamaron ambos ladrones al mismo tiempo.

Al no encontrar más insultos ambos se quedaron callados ante las palabras de Arton. ¿Eso bastó para desanimarlos? ¡Claro que no! Marc le sugirió continuar con la música y Giovanna aceptó. Ambos siguieron tocando y cantando sus desafinadas melodías, torturando los oídos de Arton en el proceso.

Arton no lo pudo soportar más y exclamó:

— ¡Cállense ya maldita sea! Ustedes son los peores cantantes de todos los tiempos — Arton dijo esas palabras justo en el momento en el que Giovanna y Marc estaban cantando sobre lo poco importante que es la crítica.

— Si tanto críticas, ¿Por qué no cantas tú? — sugirió Giovanna —. Demuéstranos que eres mejor que nosotros.

Marc también estuvo a favor de esa idea. Arton solo se limitó a reír de la forma más pedante posible.

— Muchachos, soy mejor que ustedes. Cualquiera es mejor que ustedes.

— Estoy seguro que te sabes esta canción — dijo Marc.

Marc comenzó a tocar la canción “El viñero de uvas”, una de las canciones más representativas de Milligan que contaba la historia de uno de los mayores tesoros de Milligan: Su vino. Giovanna acompañó la melodía con un violín que sacó de una bolsa de tela, para seguir con sus tradiciones lo había robado de una tienda en Zandie. Giovanna dominaba mejor el violín que la guitarra. Arton se mordió la lengua y gruñó. Maldijo a esos dos idiotas. De todas las reglas no escritas de Milligan, una de las más importantes era que si alguien tocaba una canción representativa de Milligan tenías que cantarla sí o sí.




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