La elegida

Capítulo 14

Mesas, mesas y más mesas, quien sabe cuántos arboles se habrían necesitado para fabricar muebles de ese tamaño. Esos muebles acaparaban buena parte de la visión de Giovanna, pero lo más importante (y aterrador) eran los objetos que estaban encima de ellas. Frente a ella había un gigantesco acuario de vidrio, dentro había casitas, árboles y algunas torres. Todo acompañado de muchas personas.

— Este se llama: La integración. He pensado que las personas de distintos reinos se odian porque no tienen a quien odiar en conjunto, a algo o alguien tan malvado que hiciera que todos sus prejuicios preconcebidos fueran nimios en comparación. Decidí poner en práctica esta teoría. Dentro hay personas de Milligan y Salinder, dos reinos que se han odiado a muerte desde hace generaciones. Pero ahora viven en una, vamos a decirlo, relativa paz y todo gracias a mi — Skandi se señaló a si misma con su mano roja.

Las personas del acuario estaban visiblemente asustadas ante la presencia de la dragona, pero ninguno se atrevió a moverse o a esconderse. Para Giovanna era muy difícil determinar quiénes eran de Milligan y quienes eran de Salinder. Eran iguales ante sus ojos. La sombra de Skandi debió ser un eclipse para ellos, los cubrió por completo.

— Algo no anda bien — comentó Skandi.

Sus ojos amarillentos se enfocaron en una madre abrazando a su hijo. La dragona tomó al niño entre sus dedos escamosos. Este gritaba de miedo y su madre compartía la desesperación, pero era incapaz de hacer nada para detener a la bestia.

— Se supone que tú vas aquí.

La dragona puso al niño en un pequeño bosque conformado por arboles de madera mal pintados.

— Te lo he dicho varias veces. Tú eres el rey del bosque.

La dragona acercó un saco con su otra mano. Era un gigantesco saco de piel con la palabra “Milligan” escrita en él. Dentro había tantas verduras como para alimentar a un país entero. Skandi tomó varias verduras con su mano y las introdujo dentro del acuario.

— A comer, pequeños engendros, y no se olviden que tienen que estar donde los he asignado o si no habrá severas consecuencias.

Cerró la tapa. Giovanna notó algo muy curioso en toda esta pequeña comunidad. Las casas eran una cabeza más pequeña que las personas que supuestamente las habitaban. Skandi notó como Giovanna observaba la deplorable arquitectura de este lugar. Si Skandi se autodenominaba “una artista” pues, era muy mala.

— Sé que lo vas a decir, las proporciones nunca han sido lo mío pero — se cubrió la boca para ahogar una risa cruel. Giovanna comenzaba a odiar a ese monstruo — nadie se ha quejado.

Giovanna volteó a otro lado, ya no quería seguir viendo a esas desafortunadas personas. La dragona también hizo lo mismo para seguir con el recorrido por este museo macabro. La siguiente pieza que Skandi le mostró era una pintura gigante de sí misma. Se quiere mucho, pensó Giovanna. Sin embargo hubo un detalle que ha hizo reír con mucha culpa, y algo de miedo.

— ¿Qué es tan gracioso? — preguntó la dragona con paciencia.

— Tienes un diente negro — Giovanna no pudo señalarle donde porque sus manos estaban atrapadas en el agarre de la dragona.

Skandi vio la pintura con más detenimiento y se dio cuenta que Giovanna tenía razón. La dragona de la pintura estaba sonriendo con alegría y la ausencia de ese diente la hacía ver como si tuviera un daño cerebral irreparable, sin contar que se veía fea.

— Dios, me veo horrible.

La dragona acercó a Giovanna a la pintura. Giovanna palideció hasta parecer un espectro de ella misma al ver la pintura con más detalle. Desde lejos parecía una pintura de una dragona de corazón negro, y un diente inexistente, pero de cerca era una mezcla de partes humanas y de animales pintadas de diversos colores, con el rojo como color predominante. Todos esos elementos orgánicos estaban pegados de forma “artística” para que desde lejos se viera como una dragona.

El olor era insoportable. Tarde o temprano Giovanna iba a vomitar.

— Estás pálida, mucama. ¿Sabes algo? Podrías servir como uno de mis dientes.

Lo dudo mucho, pensó Giovanna. Con lo amarillos que estaban (Giovanna los había visto desde muy cerca) Giovanna tendría que tener una incurable enfermedad en la piel para poder emular uno de sus asquerosos dientes. Obviamente no dijo eso. Le gustaba mucho vivir.

— Haré una visita a Milligan en unos días. Lo primero que conseguiré será un reemplazo para mi diente.

Retiró al humano podrido de su pintura y se lo comió como si fuera un trozo de lechuga que uno encontró entre sus dientes.

Las demás piezas de arte ocupaban las demás mesas de la cueva. Entre ellas había esculturas de dragones, mucho más grotescos y de expresiones más malvadas que las de Skandi. Con ella al menos podrías tener una nada placentera conversación antes de morir, cualquiera de los otros dragones te mataría sin dudarlo. La piel de esos dragones estaba forrada de piel humana, nuevamente pintadas de diversos colores. Uno de esos dragones tenía tres cabezas y todos estaban pintados con los colores del arcoíris.

— La familia — dijo Skandi con un tono cantarín —. Si tu pensabas que yo era mala es que no has conocido a mis hermanos. Esos, si son unos auténticos monstruos.




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