La elegida

Epílogo

Tres meses después.

Esa “Parada en Milligan” se convirtió en una estancia de tres meses. Apenas llegaron con el dedo gigante del dragón, todos se sorprendieron de que, por fin, un héroe haya conseguido derrotar al dragón. Giovanna, Marc y Arton recibieron un desfile y Milligan jamás estuvo tan contento de desperdiciar dinero en alguien. Los prisioneros de “La integración” de Skandi regresaron con sus familias e intentaron recuperar sus vidas, aunque algunos todavía preferían dormir en el suelo.

Milligan recuperó toda su fortuna, conformada por los absurdos impuestos que la dragona los obligaba a pagar. Con ese dinero pudieron reconstruir parte de la ciudad que quedó irreparable debido a los ataques de Skandi. Lo que los ayudó a completar con la reconstrucción y convertir a Milligan en un reino mucho más próspero fue precisamente Skandi.

Mejor dicho su carne.

La carne de dragón se convirtió en una sensación en todo el país de Shiloh y Milligan fue su principal exportador. Las cosas no solo mejoraron para todo el reino en general, sino para el trio en particular.

— Por favor, Giovanna, han pasado tres meses. ¿Cuándo vamos a salir? — preguntó Arton, quien había reemplazado su armadura por un bonito delantal.

— Cuando termines de atender a los clientes. Ponte a trabajar.

Con el dinero de sus bolsillos Giovanna y Marc fundaron un restaurante. Giovanna sugirió llamarlo “La vaca”, pero Marc le dijo que era una idea estúpida porque no vendían ninguna carne bovina. Se quedaron con el nombre de “Skandi”. El restaurante fue todo un éxito. Todo gracias al odio que sintieron los habitantes de Milligan, la idea de devorarse la carne del monstruo que los estuvo atormentando por mucho tiempo, a precios accesible, era catártica. Toda la carne del dragón iba al extranjero, pero gracias a un trato que hicieron con el mismismo rey el restaurante de Giovanna tenía todo el monopolio de la carne de dragón en Milligan.

Contrató a los mejores cocineros del reino y gracias a ellos su negoció prosperó.

— ¿Sabes algo? — le preguntó Giovanna a su amigo desde la cocina —. Me estoy empezando a acostumbrar a esta espada.

La Serpiente de fuego se encendió y con ella cocinó la carne. La carne era una delicia tanto frita como a la parrilla, pero estando cruda era difícil de cortar. Sin embargo con la ayuda de la espada eso no era mucho problema.

— Al final todo salió bien — dijo Marc mientras cobraba a una familia que pidió brochetas de Skandi con mucha salsa picante.

El ojo de la espada, que estuvo cerrado durante tres meses, se abrió. El ojo era muy parecido a un ojo humano pero con el iris rojo. El ojo miró a todos los cocineros, estos se alejaron de la criatura. El ojo se enfocó en Giovanna.

— Oh Dios.

Marc estaba igual de mortificado que Giovanna. Arton entró a la cocina con una nueva orden. Al ver el enorme ojo convirtió la hoja de papel en una bola y la arrojó a la basura. El ojo comenzó a brillar de forma intermitente. Su brillo era de color amarillo.

“Se ha detectado un nuevo monstruo a más de cien kilómetros al oeste”.

Sin pedirle una opinión a Giovanna la espada brilló con más intensidad, el brillo llegó a los ojos de los clientes que dejaron de comer. Giovanna levantó la mano sin querer hacerlo en realidad. La Serpiente de fuego hizo un agujero en el techo y se llevó volando a Giovanna. Lo último que pudieron escuchar Arton y Marc fueron sus gritos, que desaparecieron junto con su cuerpo.

Marc retrocedió ante lo ocurrido hasta chocarse con el pecho de Arton.

— La alarma ha sonado. Hay un nuevo monstruo. Tenemos que irnos — dijo el caballero.

Marc no tuvo voz ni voto en esto. Arton lo tomó de la mano y lo sacó fuera del restaurante. Antes de irse anunció:

— El restaurante estará cerrado hasta nuevo aviso. Paguen lo que han consumido y váyanse.

Arton y Marc se subieron al caballo. Marc estaba incómodamente cerca de Arton. Arton jaló las riendas y el equino avanzó a toda velocidad, no tardaron en salir de Milligan. El caballo siguió a Giovanna que, con el brillo de la espada, parecía una especie de estrella diurna.

Una pregunta se formuló en la cabeza de Marc.

— Si la espada se activa automáticamente cuando aparece un monstruo entonces, ¿Por qué no se activó ante la presencia de La dragona?

— No hay tiempo para preguntas. Tenemos una misión que cumplir.

La pregunta siguió en la cabeza de Marc durante todo el viaje. Una pequeña semilla de duda se plantó en la cabeza de Arton.

Mientras tanto en el restaurante sin vigilar. Algunos comensales aprovecharon para tomar todo lo que pudieron antes de irse. Los cocinaron se llevaron el dinero como pago por sus servicios. Todos se comportaron como unos viles ladrones. Todos menos uno. El encapuchado terminó de comer su estofado de dragón. Delicioso. Sus felicitaciones para el chef. El encapuchado dejó unas monedas encima de la mesa, estas equivalían el costo de su comida sumado con una pequeña propina.

Salió del restaurante y se subió a su caballo, un caballo negro con una gran mancha blanca en la espalda. El encapuchado vio la estrella diurna dirigirse al oeste, vio a los dos locos salir del reino y, finalmente, vio lo que quedaba de su mano derecha. En comparación con el resto de su cuerpo su mano derecha parecía la mano de un anciano de 120 años.




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