La elegida del príncipe del averno

Capítulo 1

Azazel
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Llevaba meses buscándola.

Siempre que lo intentaba empezaba con la adrenalina recorriéndome, y al final del día la emoción se esfumaba.

Saltaba de tejado en tejado como sombra fugitiva, siempre con los sentidos alerta. El mundo bajo mis pies se desdibujaba, la ciudad se volvía una mancha cada vez más aburrida. Pero esa tarde, justo cuando el cielo se pintaba de naranja y yo consideraba causar un poco de caos para pasar el rato, la vi.

No era especialmente llamativa. No al principio. Pero su aura... su aura era otra cosa. Brillaba como si algo en su interior no perteneciera del todo a este mundo.

Me acerqué. El aroma a fresa y electricidad me invadió antes de verla de cerca. Estaba sola, sentada en su sofá, viendo televisión como si nada mientras que mi mente acababa de ser revuelta por su figura.

Desvié mi vista, era de esperarse que me removiera los sentidos, después de todo eso era lo que me había atraído hasta ahí, en primer lugar. Pero no podía dejar que pasara tan fácilmente, yo era alguien superior, no podían impresionarme de esa forma desde el primer momento.

Decidí aparecer frente a ella, escabulléndose por su ventana. No necesitaba ser intimidante, mi sola presencia hablaba por sí misma.

Le sonreí con malicia, había tanta calma que el entorno me ayudaba, pero cuando hablé mi voz rebotó en eco por toda su sala. No se inmutó, y mi orgullo se hirió por ello. Tenía la cabeza levantada, mirándome como si fuera un payaso sin gracia, incluso le oí chistar los dientes.

—¿Y tú qué? —dijo sin apartar la vista de la pantalla.

¿Disculpa?

Fue todo lo que necesité escuchar para quedar totalmente incrédulo.

Tenía unos ojos verdes que al mirarme hicieron que se me alterara algo por dentro, aunque no sabía muy bien qué. Pude notar cierto semblante oscuro. Se veía muy agotada y le rodeaban sentimientos de desánimo que yo podía percibir.

—¿Te asusté? —pregunté, impaciente por alimentarme del horror que provocaría.

La chica me observó con fastidio por un microsegundo y luego se dispuso a agitar su mano frente a mí.

—¿Podrías moverte de en medio? Estoy ocupada viendo algo.

No. Eso no podía estar pasando.

Giré hacia el televisor y luego hacia ella de regreso. Su voz demostraba que estaba más irritada que temerosa, y pensarlo me llenó de fastidio. ¿Qué era todo esto?

Me senté a su lado. Quería estudiar su reacción más de cerca. Seamos honestos, incluso yo me habría alterado si estuviera en su lugar.

—Deberías verme a mí en lugar de ver esa cosa y mostrarte tan aburrida.

—La verdad es que no tengo ganas de aguantar ninguna tontería.

Estaba despeinada, ojerosa, con el control remoto en la mano.

—¿Todas tus conversaciones son así de interesantes? —pregunté con sorna.

Ni una palabra. Ni tan siquiera una mueca.

Mientras yo seguía procesando la escena, se inclinó hacia el piso para tomar una botella. Cuando terminó de servirse una copa —casi rebosante—, me apoyé en el vidrio para sujetarla entre mis manos y analizarla. Hice movimientos circulares para calcular cuánto le quedaba al contenido.

Tal vez no era que yo había hecho algo mal. Es que ella estaba atontada con licor. Y ya casi no había nada.

—Por lo que veo, ya te has llevado unas cuantas.

La miré de reojo, seguía sin prestarme atención.

Se recostó después de hacer desaparecer la mitad de la copa. Vaya.

—¿Eres alcohólica o sólo estás teniendo un mal día?

—¿Acaso te enviaron a evaluarme? —espetó sin humor

—Solo vine a conocerte. Y a divertirme un poco.

—Pues llegaste tarde —subió el volumen del televisor sin mirarme.

Me acerqué más.

—Soy un demonio.

—Ah, ¿sí? Qué original. —Se sirvió otra copa sin inmutarse.

—Azazel —dije, con intención de que el nombre causara impacto. Nada.

—Ok, Azazel. Pues quédate si quieres. Pero no molestes.

Mi mandíbula se tensó. ¿Qué clase de mortal no temía a un demonio?

Le arrebaté la copa, la dejé en el suelo. Ella suspiró. No de miedo. De aburrimiento.

Medité con más profundidad los hechos, pero en toda mi longeva existencia no tenía registro de que alguien hubiese actuado así.

Me balanceé hacia su cuerpo para tomar sus lentes sin darle espacio a objeciones, miré a través de ellos, notando la distorsión. Se estaba quedando ciega, la pobre.

Y después lo vi en su mente, le estaba echando la culpa al alcohol, había bebido hasta perder el juicio. Estaba dopada, insultándose a sí misma por haberse excedido, era la segunda botella.

—¿Piensas que soy una alucinación? —pregunté.

—Aunque —se detuvo a pensar—. Una muy molesta, si me lo preguntas, y que no me deja ver mi programa —subió el volumen, tanto que calló sus propios pensamientos.

Bajé el sonido de inmediato sin mover ni uno solo de mis pelos y al parecer tampoco moví ni uno solo de los de ella.

—¿Qué programa podría ser tan interesante como para opacarme? ¿No crees que yo soy mucho más interesante que eso? —señalé detrás de mí.

—Lo que creo es que me estoy volviendo algo loca. Pero no me podría importar menos ahora mismo.

Justo eso, generalmente las mortales se volvían locas por mí, sin embargo no esperaba ese tipo de locura.

—Y si soy parte de tu imaginación, ¿no me estás imaginando muy atractivo?

—Y además de molesto eres arrogante —dijo para sì misma, luego se volteó para mirarme—. ¿Y qué es lo que buscas aquí?

—Entretenimiento —declaré.

Y ella bostezó. Y recostó su cabeza en el respaldo, mirando hacia el techo ¿Le estaba aburriendo yo?

—¿Ya probaste con los vecinos? Son igual de molestos.

No tenía sentido. Mi presencia solía causar histeria. Gritos. Plegarias. Pero ella… ella bostezaba.

—Puedo ser aterrador.

—Prefiero que seas silencioso. Verás, es muy tarde ya, y realmente tengo sueño, así que no es un buen momento.




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