La elegida del príncipe del averno

Capítulo 5

⛧♰ 𝐀𝐳𝐚𝐳𝐞𝐥⛧♰
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—¿Qué, ya nos vamos? —pregunté fingiendo tristeza.

Había conseguido lo que había querido.

Estaba plantado en la puerta de la heladería, esperando como un perro fiel a que saliera, aunque la única fidelidad que le ofrecía era la de arrastrarla conmigo. Le di el pase a Melissa y de inmediato fui tras ella. Su cabeza era un caos. Cada paso que daba, mi presencia le retumbaba por dentro como una alarma.

Apresuró el paso, quería correr pero no me quería demostrar cuán asustada estaba.

—Deja de seguirme —soltó al fin, con una voz tan quebrada como su lógica.

Ah, los mortales. Tan frágiles.

—¿Por qué caminas tan rápido? —pregunté, dándome el lujo de alargar mis pasos con naturalidad—. Te vas a cansar y te tropezarás.

Y eso añadiría un plus a mi entretenimiento.

La facilidad con la que la alcanzaba la ponía aún más nerviosa. Sus piernas casi no podían con su propio peso. Me veía como su depredador y eso me complacía. Me adelanté solo un poco, lo suficiente como para mirarla de frente y obligarla a frenar bruscamente.

—¿Tienes miedo?

—Aléjate, maldita sea —soltó, y por primera vez percibí su rabia casi tan viva como su miedo.

Me estaba divirtiendo. Aun así, reduje la velocidad para quedar a su altura, postergando la ejecución de mi plan para saborearlo mejor.

—¿Te va a dar algo si me quedo caminando a tu lado?

No respondió. Solo apretó los labios y siguió andando como si eso pudiera salvarla. Vanos esfuerzos por perderme de vista.

En cuanto llegó a su casa, su respiración era tan ruidosa que llenaba el silencio. llegó a su casa estaba totalmente exhausta. Abrió la puerta y la cerró de golpe tras de sí para que yo no la cruzara, convencida de que por fin me había dejado fuera.

—Te dije que no caminaras así —me burlé, apareciendo nuevamente frente a ella. Ilusa.

No me habló, tampoco me miró. Solo se dejó caer en el otro sillón, echándose aire con las manos temblorosas. Tenía los ojos cerrados, tratando de recuperar el aliento. Le tomó un tiempo recomponerse para finalmente contestarme.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —dijo con voz entrecortada—. ¿Acaso hice algo para que vinieras… a buscarme? —Se interrumpió, tragando aire—. Dímelo. ¿Te invoqué sin saberlo?

Me encogí de hombros con una tranquilidad que se le hacía insoportable.

—A decir verdad, solo quería molestarte un poco —me acomodé en el sillón junto a ella, cruzando las piernas con descaro.

Me gustaba ver cómo estaba perdiendo el control, como si me alimentara de ello.

—No, no me refiero a eso —replicó, conteniendo el impulso de gritarme—. Hablo de lo que me dijiste antes en la heladería…

Clavé mis ojos en ella, tirando de los límites de su paciencia. Por fin estaba dispuesta a enfrentarme, aunque no supiera cómo hacerlo.

—¿Acerca de tomar tu alma?

Asintió lentamente. Seguía deseando que esto solo fuera un mal sueño.

La estudié en silencio, disfrutando del visible aumento de su desesperación. Me tenté por ver su hipnótica apariencia mostrando el temor que yo manejaba perfectamente. Luego me repudié por ello, había algo en ella que me estaba envolviendo, y ese puesto era mío.

Me levanté del sillón con tranquilidad y caminé hacia ella. Al hacerlo, se encogió contra el respaldo, como si el cojín pudiera protegerla.

—¿Te asusta eso?

Se mantuvo firme, o al menos lo intentaba.

—No has respondido mi pregunta —dijo con seriedad.

Esbocé una sonrisa y me tomé mi tiempo, tratando de extender los silencios para aumentar su ansiedad. Caminé alrededor del sillón como si estuviera evaluando a mi presa. Me encantaba. Me encantaba ella.

—¿Quieres la respuesta real?

—Sí —respondió de golpe—. Necesito saber qué mierda hice para que te aparecieras de repente en mi casa.

Un suspiro desvaneció mi sonrisa.

—No hiciste nada en especial —contesté, dando vueltas por la habitación.

Ella frunció el ceño.

—¿Qué se supone que debo interpretar de eso?

Me detuve y le lancé una mirada ladeada.

—Simplemente fue algo… al azar, diría yo.

—¿Qué? —parpadeó, confundida—. ¿Al azar?

—Así es —dije con una sonrisa torcida, acercándome una vez más—. Al azar te elegí… a ti.

“Al azar”. Una palabra miserable. Un concepto cruel.

¿Y su vida? ¿Y su dolor, su lucha por seguir en esta miserable vida suya? ¿Todo eso solo era una cosa irrelevante en el tablero de alguien como yo?

Vi cómo su mirada se apagaba por un segundo, como si algo dentro de ella se hubiera roto. Fue hermoso. Trágicamente hermoso.




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