Es increíble la conexión de nuestra alma a conjunto de nuestra familia, es magnífico el poder qué tiene nuestra sangre para llamarnos, buscandonos, queriendo juntar cada pieza del rompecabeza. Para guiarnos hacía nuestra felicidad, encontrándonos.
Jugando con nuestro destino, atormentandolo, mareandolo, divirtiéndose con cualquier jugada.
Haciéndonos creer que nada es igual que antes, para luego caer en su tentación foraz, envolviendonos entre todos; creando una barrera indestructible, nuestra sangre uniéndose formando un pacto eterno, en un sin fín entre décadas y décadas...
El poder qué tiene sobre nosotros nuestra sangre, es tan magnífico, maravilloso. El tener la necesidad de encontrar a tu familia, inclusive el deseo de mantener una conexión.
Cuándo tu família esta destinada a encontrarte nada podra impedir aquéllo, sus almas se entrelazan entre si formando una barrera qué empuja sus almas llamándose, encontrando el camino necesario para fundirse entre sí, logrando su cometido; el reencuentro.
-Cuéntame de ti- pedí observando el cielo.
-¿Qué quieres que te cuente?- preguntó sonriendo.
-Tu historia- respondí con simpleza.
-Te aburriras- dirigí mi mirada rápidamente hacía su rostro, frunciendo el ceño.
-Es imposible qué eso suceda- sonrió.
-Crecí en una família numerosa, desde pequeña me encontraba rodeada de adultos, aprendiendo cada asunto serio que lideraba mi padre.
Cada año de mi vida era un calvario, la soledad atacaba sin piedad mi alma, creando un vacío incontrolable en mi interior.
Mi madre se encontraba a mi lado todo el tiempo, preparándome para cederme su puesto, quería que fuera una buena reina.
Aún puedo recordar sus palabras; "No temas de todo lo qué podría ocurrir, siempre ve con la verdad, lucha contra todos para salvar a miles de personas que darían la vida por ti, se felíz y has felíz a tu Reino, seras un orgullo de reina".
Cada segundo qué pasa es inevitable no recordarlas, estas logran envolverme en una tranquilidad absoluta, confiando en cada acción que logre.
Tenía veintitrés años cuando conocí a
Cristopher, éste era un Príncipe a punto de ejercer su trono, aún recuerdo perfectamente como nuestras miradas se conectaron, y fue en ese preciso momento en el qué nuestra historia comenzó.
Cada noche nos encontrábamos en un pequeño parque, conociendonos sin medir el tiempo qué pasaba al estar juntos, cada segundo era una eternidad a su lado. Podía sentir cómo su corazón creaba una tenue melodía al compás del mio, amandonos en secreto; prometiendo promesas al observarnos ante la luz de la luna..
Cuándo nuestros labios se encontraron por primera vez, sintiéndose, fue en ese momento qué comprendí.
Había encontrado a mi alma gemela, la persona qué ésta destinada a pasar la eternidad de su vida a tu lado, amandote, protegiendote y enseñándote el verdadero significado del vivir..
En el había encontrado la paz que nunca obtuve al nacer, me sentía amada al notar su dulce mirada, como su cuerpo reaccionaba al encontrarme a su lado. Su corazón se aceleraba al encontrarme observandolo, su piel se erizaba al posar mis manos por su cuerpo, pequeñas sonrisas se escapaban de sus labios al escucharme cantar, aquéllas palabras que con tan sólo una mirada podía comprender.
Tiempo más tarde comenzamos un romance, nuestro amor crecía día a día y junto a éste nuestra historia.
Mis padres al enterarse de esto estuvieron de acuerdo, aquélla noticia había causado mucha repercusión entre todos, éramos el centro atención de cada persona.
Aún eramos jóvenes para contraer matrimonio, para unirnos toda la eternidad. Pero aquéllo no era una oposición sobre nosotros, nuestro cariño era tan grande, al momento que dos almas gemelas se encuentran no importa cuando tiempo pasen separadas, siempre encontraran el camino correcto para reencontrarse.
Comprendía qué pronto tendría que ceder al lugar de Reina, debía de reinar sobre muchas personas, cuidarlas, protegerlas. Era mucha presión en mi, todos esperaban qué no me equivocara en lo absoluto.
Todos se encontraban felices al saber que muy pronto sería su nueva reina, todo marchaba bien. Era el orgullo de muchas personas, Christopher se encontraba a mi lado sin importarle lo qué podría suceder.
Una noche todo aquéllo cambió..
Mis sueños eran atacados por incontrolables pesadillas sin respuesta alguna, mis sentidos comenzaban a ser dispersados, cada recuerdo marcaba mi alma rompiendola en pedazos.
Mi actitud se encontraba opaca, aquéllo no paso desapercibido por mis padres, quién al enterarse de lo que me ocurría contactaron con un brujo. Desesperados por respuestas, podía sentir el miedo en cada poro de su cuerpo al notar como mi cuerpo comenzaba a apagarse, sin vida.
En el momento qué aquél hombre poso sus manos sobre mi cuerpo todo a mi alrededor comenzó a cubirse sobre una espesa niebla, sus ojos me observaban asombrados, la sorpresa inundaba cada parte de su rostro.
Fue en ese preciso momento en el que unas simples palabras hicieron presencia de manera tenue a mi alrededor.