PRÓLOGO

En un tiempo olvidado, cuando los dioses aun caminaban entre los mortales, se dice que existió una raza de guerreros legendarios, conocidos como los Hombres Lobo. Estos seres, dotados de fuerza y ferocidad sobrenaturales, fueron elegidos por los dioses para proteger la tierra y mantener el equilibrio entre la naturaleza y la humanidad.

Según la leyenda, el dios de la luna y de la noche, Lykhan, creo a los hombres lobo para que sirvieran como guardianes de la raza humana. Les otorgaron el don de transformarse en lobos, permitiéndoles patrullar los bosques y defender a los inocentes de las fuerzas oscuras que acechaban en las sombras.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la raza de hombres lobo comenzó a declinar. La humanidad olvido la deuda que tenía con sus protectores y los considero como criaturas mitológicas y merecedoras de miedo y desconfianza.

Pero los dioses no olvidaron. Los hermanos de Lykhan, sabedores de que la raza de hombres lobos estaba al borde de la extinción, decidieron elegir a un nuevo campeón, un guerrero que podría restaurar el honor y la gloria de su raza.

Y asi, en una noche de luna llena, un joven llamado Cleo fue elegida por los dioses para recibir el don de la transformación. Cleo, una joven fuerte y valiente, había

demostrado su coraje y lealtad en batalla. Los dioses vieron en ella la esperanza de salvación para su raza y le encomendaron una misión: reunir a los últimos hombres lobo y liderarlos en una batalla final contra las fuerzas oscuras que amenazaban con destruir la tierra.

La leyenda dice que Cleo acepto el desafío y se convirtió en el líder de los hombres lobo. Con la ayuda de los dioses y su propia fuerza de voluntad, Cleo emprendió una jornada para restaurar el honor de su raza y salvar al mundo de la destrucción.