La plaza abarrotada de gente, un bullicio constante de voces y risas que llenaba el aire. Caminaba distraída, perdida en mis pensamientos, cuando de repente, choque con alguien, el impacto fue tan fuerte que ambas caímos al suelo, y en ese instante, el mundo pareció detenerse.
Al levantar la vista, la vi. Era tan alta, con un cuerpo esculpido que parecía salido de una obra de arte. Su piel blanca contrastaba con su cabello negro, que caía en ondas perfectas alrededor de su rostro. Pero lo que realmente me dejo sin aliento fueron sus ojos, de un color miel profundo, que me miraban con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Había algo en su mirada, una intensidad y una fuerza que me hicieron sentir pequeña y vulnerable.
Me disculpe torpemente, sintiendo el calor de mis mejillas. Ella se levantó con una gracia que me dejó impresionada, y me ofreció una mano para ayudarme a ponerme de pie. Al tocar su mano, sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, como si un lazo invisible nos uniera en ese momento.
—Lo siento mucho—dije, mi voz apenas un susurro. Ella sonrió, una sonrisa que ilumino su rostro y me hizo olvidar el caos a nuestro alrededor.
—No te preocupes, — respondió con un tono suave pero firme, que solo aumento mi fascinación por ella.
Antes de que pudiera decir algo más, ella se giró y comenzó a caminar, perdiéndose entre la multitud. La observe mientras alejaba, su figura alta y esbelta destacando entre la gente. Cada paso que daba parecía resonar en mi corazón, y sentí una punzada de tristeza al verla desaparecer.
Me quede allí, inmóvil, con el corazón latiendo desbocado y una sensación de vacío en el pecho. No sabía quién era, ni si volvería a verla, pero en ese breve encuentro, supe que había dejado una marca indeleble en mi alma. Era como si el destino hubiera jugado una broma cruel, permitiéndome conocerla solo para arrebatármela de inmediato.
«¿Pero cómo sería posible olvidarme de alguien como ella, de esos ojos, de esa cara?».
La chispa que se ha encendido en mi es difícil de describir, nunca había sentido algo parecido a esto, es una ridiculez si lo pensamos un poco, pero es real, lo ha sido. La forma tan breve en la que nos miramos, la sutil sonrisa que se dibujó en ese frio rostro se ha clavado en mi cabeza como, la flecha destinada a dar en la diana.
Es enigmática, misteriosa, y al mismo tiempo pasajera. La chica me ha dejado helada. Difícil dejar de pensar en ella, ¿Cuánto más ha pasado?
— ¡Akira, ya estamos aquí! —, la voces estruendosas de mis amigas que se acercan apuradas me sacan de mis pensamientos. La miro, pero no sé qué cara ha de haber puesto porque las dos chicas se quedaron mirándome con asombro.
— ¿Pero que me miran las dos? —, les hago frente, con los brazos cruzados.
— ¿Paso algo? —, Lea me mira con el ceño fruncido. Y no está demás, siempre da en el clavo cuando sospecha algo, me conoce de toda la vida que no se le dificulta analizarme, y saber que algo me ha pasado.
— Nada, — les digo, — solo que he sido protagonista de un cuento de fantasía.
— ¿Un cuento de fantasía?, ¿pero que locuras dices mujer? — replica Emili, — ya el hambre te está afectando, amiga mía.
— Pero que sí, que eso es lo que ha pasado —, les vuelvo a decir, — me tope con la persona más extraña, enigmática y hermosa de toda la historia.
— ¿Extraña? —, su confusión era evidente, el rostro de Lea no se había desencajado tanto como cuando el que fue su novio le dijo que el famoso “No eres tú, soy yo”.
— Eso es lo que he dicho.
— Cuéntanos que ha sucedido, porque no entiendo nada de lo que estás diciendo, de verdad. Cuéntanos —, insistió.
— Esta bien, les voy a contar, vamos primero a comer que para lo que tengo que decir debo tener comida en el estómago —, las chicas asintieron y juntas caminamos hacia el restaurante donde habíamos acordado encontrarnos. — Además, tengo otra cosa que contarles. De hecho es por el que les había hablado en primer lugar.
— Es verdad, ¿Qué quieres decirnos? — me cuestiona Emili en lo que caminamos.
Con lo que había sucedido, juro que había olvidado la razón por la que ese día había citado a mis dos mejores amigas, las quiero tanto, han sido una parte importante de mi vida.
Son las mejores amigas que cualquiera quisiera tener, me han apoyado en cada locura que hago, en cada decisión que tomo, y cada que me rompen el corazón ellas salen al rescate, y me llenan de ánimos, me consuelan y me sacan de cama, para que no muera de depresión.
Que más le podría pedir a la vida si las tengo a ellas en mi vida, tanto asi que si un día me tocara ponerme para recibir el disparo por ellas, sin dudar lo haría, porque lo valen, porque ninguna de las dos chicas me ha defraudado, se han quedado conmigo incluso hasta en mis peores momentos.
Acompañada de mis dos amigas, cruzo la plaza iluminada por las luces cálidas de la noche. El restaurante, ubicado en el centro de la plaza, se erigía como un oasis de elegancia y sofisticación. La facha de piedra y madera oscura brillaba suavemente, y el letrero de neón que anunciaba su nombre parecía una invitación tentadora. Por algo era mi favorito.
Al abrir la puerta de vidrio, un suave tintineo de campanas anuncio nuestra llegada. El aroma a comida deliciosa y el murmullo de conversaciones llenaron el aire, envolviéndonos en una atmosfera acogedora. Sonrió al ver la decoración interior, una mezcla perfecta de modernidad y tradición, con mesas de madera y sillas de cuero rojo.
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Editado: 05.02.2025