La Elegida: Secretos de una Vida Oculta

CLEO

Cuando salí de aquel lugar lo único en lo que pensaba era en irme a casa, aun las sensaciones de estar quebrándome poco a poco mermaron, me sentía muy cansada, con el cuerpo adolorido, la cabeza latiéndome como si fuera un corazón, el pecho lo tenían comprimido y la falta de aire en mis pulmones era evidente.

Conduje mi motocicleta por la carretera, no me puse el casco de protección por que lo único que anhelaba era sentir el aire fríos de la ciudad cochar en mis rostro y disipar todo malestar que me estaba torturando; me adentre en las interminable filas de luces rosa que se desplegaban frente a mí, y esquive cada automóvil con destreza y agilidad.

Había aprendido a conducir motocicleta cuando cumplí quince años, fue una de las cosas que más disfruto hacer, me gusta correr en dirección contraria al viento, sentir la libertad de pertenecer a mi moto y yo a ella, el conducir es uno de mis placeres que disfruto hacer sola, porque es mi momento, el único en el que puedo escapar del ruido de la ciudad, de los cotillos de mis amigos y de las insufribles declaraciones de amor.

El motor ruge debajo de mí, el paisaje blanco de la nieve que cube las montañas de árboles me recibe cuando me adentro en el bosque en busca de paz, tranquilidad y quietud, y me dirijo al sendero que siempre tomo para llegar al lugar que descubrí un día cuando me sentía en esta misma situación, a lo alto de una montaña más allá del bosque había un risco preciosísimo cubierto de flores de edelweiss.

Por alguna razón ese lugar a lo alto de la montaña, con el viento frio de la noche acariciando mi rostro y el cielo extendiéndose infinitamente sobre mí, desde esa altura, la ciudad se despliega con un tapiz vibrante y detallado a mis pies. Las luces parpadeantes de los edificios y las calles parecen estrellas terrestres, creando un contraste fascinante con la naturaleza que me rodea.

Cada sonido de la ciudad, desde el murmullo del tráfico hasta el eco distante de una sirena, llega amortiguado, como si estuvieras observando una película en silencio. El aire es más puro y cada respiración se siente revitalizante.

Hay una paz profunda, una desconexión del bullicio cotidiano, que me permite reflexionar y encontrar claridad. Respirar ese aire, sentir el frio que traspasa la chaqueta de cuero, por una extraña razón me reconforta y me siento viva.

Estando ahí sentada sobre el asiento de mi moto, mirando las parpadeantes luces de la ciudad, revivo los acontecimientos de lo sucedido el día de hoy, empiezo a pensar en Demian y en todas las cosas que hizo para acercarse a mí, y en todas las formas en el que lo rechace.

Me pregunto ¿Por qué no puedo verlo de otra forma?, mi rechazo siempre es como si estuviera enfadada con él, como si dentro de mi creciera un odio, y no. No es eso, es otra cosa, es disgusto, enojo, frustración, porque siento que me debe algo, porque siento como si él me hubiera traicionado.

Pero ninguna de esas emociones tiene sentido, no es una persona que forme o haya formado parte de mi vida, no lo conozco de nada, además de saber que es heredo de una de las familias más adineradas de Moor, y que está obsesionado conmigo, no sé nada más.

Creo que hemo sido compañero de universidad en la misma facultad, pero apenas interactuamos, me concentro en mis proyecto, en las tareas, en las clases y en mis amigos, que del resto de la universidad me olvido, no sé nada, y aun asi siento que él me ha traicionado, siento que me debe mucho en la vida.

Pero, ¿Por qué?

Luego esta esa chica, con la que choque en la plaza, tan linda, delicada, con una mirada dulce, amable. Me derretí antes sus profundo ojos azules, y antes la melena rubia, que le caía en cascada por la espalda; las emociones que me atormentaban se fueron tan pronto le tomé la mano, que fue un tacto suave, fresco y cálido, la sensación fue extraña, pero reconfortante.

Por un segundo quise envolverme en sus brazos, aspirar ese delicado y único aroma de la flor de edelweiss que es mi favorita, su fragancia es sutil y fresca, evoca la pureza de las montañas donde crece. Su sutil aroma me hizo imaginar un aire limpio y frio, con un toque de frescura herbal y una ligera nota floral que te hace recordar la nieve recién caída, estar cerca de ella se sentía igual de fresca, cálida y llena de paz que mi lugar favorito en las montañas.

Fue una chispa de colores chispeantes en mi vida gris y negra, su sonrisa, su mirada, su tacto, se quedó en mi mente, lo he perpetuado cual belleza mística, por que vale la pena recordar a semejante belleza de ojos azules. Eso me tiene igual de inquieta.

El día fue una completa aventura, para buena suerte ya ha llegado a su final, miro el reloj en mi mano derecha y veo que ya es casi media noche, el aire es cada vez más frío y siento las manos casi congeladas, pero no importa, ya que vuelo a mi motocicleta, me monto en ella y siento la adrenalina calentar mi cuerpo, cuando el motor ruge al encenderla, regreso por el sendero y vuelvo a la calle transitada de la ciudad.

Tomo la calle que me lleva hasta mi hogar y me siento más tranquila al estar cerca de casa. Aparco la motocicleta en la acera, y me dirijo a abrir el portón que le da entrada al pequeño garaje que mi madre mando a construir para que guardara mi moto, vuelvo en busca de ella y la meto en el pequeño espacio, me doy cuenta que la lucecita de la lámpara de noche de la habitación de mi madre esta encendida, seguramente esperando que volvería a casa.




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