La Elegida: Secretos de una Vida Oculta

Capítulo 6: AKIRA

El coche se mueve ágilmente por las calles de Moor, mi amiga maneja con una destreza descomunal, su concentración esta estrictamente enfocada a la carretera que se despliega frente a nosotras, la calefacción en el interior del auto nos mantiene calientitas, y fuera de los limites del helado viento que hay en el exterior.

La ciudad está siempre en un constante invierno, las otras estaciones no tienen ningún espacio en este pequeño gran pueblo del mundo, el frio es nuestro despertar y nuestro anochecer, no hay rayos de sol que duren más de un día, no hay primaveras que nos regalen colores, no hay veranos que nos calienten el alma, no hay otoño que anuncien un nuevo invierno, porque simplemente es un invierno eterno.

Aun así, disfruto ver los prados blancos, los pinos a lo alto de la montaña cubiertos de una densa nieve, los bosques que salvaguardan al pueblo escondiendo enormes misterios, y cada pequeño e insignificantes detalle de esta ciudad, me encanta, me llenan de vida, de ganas por recorrer cada manzana, cada colonia, cada rinconcito apartado para descubrir que más me puede ofrecer.

Y, mientras el carro corre; un par de ojos color miel regresan a mi mente, y el corazón me late desbocadamente, amenazándome con salirse de mi pecho. Recordar el suave tacto de su piel, el pequeño destello de electricidad que cruzo por mis dedos y el aroma a prados de lavanda que invadieron mis sentidos; me atontan de una forma que me desconcierta totalmente.

Los sentimientos me acorralan en una burbuja de emociones me tienen distraída, mareada, sin aliento, casi sin pulso, solo el pensar en sus ojos me aturde de una forma absurda, el recordar su aroma me acelera el corazón y mi cerebro ya no coordina entre si debo respirar para no morir o dejarme llevar por las emociones que me invadieron desde el momento en el que sus ojos se me cruzaron con los míos.

He escuchado del amor a primera vista, y jamás me imagine experimentarlo en carne propia, ¿Cómo es posible enamorarse de alguien solo al verlo una vez?, no lo entiendo aunque lo piense detenidamente. Solo conozco una historia asi de especial, la de mis padres. Y nunca he podido experimentar algo como lo que dice mi madre vivió, esas mariposas en el estómago, aquellas que dicen que cuando llegan a revolver todo en tu interior, pueden hacer estragos irreparables en tus sentidos.

Y, ¿sí esto que me carcome el alma, el hormigueo que siento en mi interior es algo irreparable?, al menos debería de hacer que estos revoltijos en mi estómago y las complicaciones por las que ahora estoy pasando valgan la pena, por que esos segundos en los que nos miramos, y en los que se clavo en mi mente como una marca difícil de hacer desaparecer, me están llevando al borde de la locura, y no quiero volver a pasar por lo mismo.

—¿Ocurre algo, Akira? —la voz tranquila de mi amiga mi lado me saca de mi inquisitorios pensamientos.

—La verdad es que me están pasando muchas cosas en estos momentos. —digo casi en un suspiro, sin desviar la mirada del paisaje que se despliega como una película en movimiento mientras el auto avanza, —No estoy segura de que es lo que me pasa, algo da vueltas y vueltas en mi cabeza y no le encuentro ni los pies, ni la cabeza. —respondo.

—Pues sácalo Akira. Si sientes que no le encuentras sentido a nada de lo que estas sintiendo, deberías de decirlo en voz alta, para que al menos los dejes salir de tu sistema. —me aconseja, y no cabe duda que sus estudios en psicología dan sus frutos, por que hablar con ella me ayuda más de lo que parece.

—Tienes razón, ¿pero como logro eso? —suelto las palabras en un tono apresurado casi preocupante. —¿sabes como soy, no puedo rendirme con algo?

—Tranquila pequeña. Solo respira y empieza a decir lo que mas te preocupa, —su mirada analítica cae sobre mi como un manto oscuro y pesado, me estudia en cada gesto, y algo me dice que ella ya tiene las respuestas a todas mis preocupaciones, a lo que me atormenta desde hace días. —Pero, por suerte soy tu amiga y creo saber por que estas asi. —confiesa y su voz suena casi traviesa.

La miro detenidamente, y la observo mirándome, casi estudiándome, como terminando de desenterrar mis más profundos secretos, dejándome descubierta, desnuda, —Y ¿Qué crees que me tiene asi? —trato de que mi voz salga firme.

—Mmm, pues creo… —nueve la cabeza de un lado a otro y se corrige a ella misma, —No, estoy segura que la causante de ese estado en el que te encuentras es la chica aquella de la que nos contaste en la plaza, ¿No es asi? —din, din, din. Suenan las campana en mi cabeza. Por que su respuesta ha dado en el clavo.

«¿Tan desesperada me veo?» pienso para mi misma.

Mas esto que siento por dentro, la fuerte sensación de estar con ella, de verla, de encontrarla, de saber quien es, como es; me esta llenando en cada parte de mi cuerpo, ya no solamente es mi mente, es mi corazón, es mi cuerpo entero que la desea con desesperación, ¿Cómo detengo esto? ¿Cómo le digo a todo mi ser que se detenga, que pare, que me de tregua?

Estoy muriendo con la incertidumbre de no saber por dónde empezar a buscar. «Deja que el destino se encargue» recuerdo las palabras que me dijeron las chicas en la plaza. Pero, ¿esperar? Es un lujo que no me quiero dar. Por qué a como el destino quiera que nos encontremos mañana, también puede que nos haga encontrarnos en muchos años, y no es lo que deseo, no es lo que quiero. Ahora, lo que quiero es verla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.