Segunda parte
Salió un sol precioso esa mañana, el cielo se vestía de un azul atrevido y unas nubes que adornaban perfectamente su cuerpo. Toda esa energía jovial del cielo contagió a Lara. Hoy parecía ser un buen día, uno mejor que el de ayer y eso le dio esperanzas de que el dolor pronto disminuiría. Algún día lo recordaría y ya no se volvería a romper. El recuerdo de sus ojos, de su rostro serio y sin emoción, de su voz grave y seductora ya no haría calentar su pecho ni ponerla tan nerviosa hasta enrojecer.
Fe..., hoy tenía fe de construir un nuevo hogar en el que no viviera él.
***
Esa noche tocaron impacientemente a su puerta, eran ya más de las dos de la madrugada.
Jamás imaginó que al abrir la puerta de su apartamento se encontraría con el culpable de que cada noche despierte buscando su calidez y al no encontrarla, termine llorándolo hasta el amanecer.
Se quedó estática sosteniendo la puerta abierta. Ambos se miraron detenidamente sin decir ni una sola palabra.
Cuando ella salió de su sufrimiento interno por volver a verlo después de un año, intentó cerrarle la puerta en la cara, pero Marcus se lo impidió. Entró al lugar antes de que ella lo dejara afuera y en el proceso casi cae de cara al suelo. Solo así ella notó que Marcus había bebido esa noche.
—¿Qué haces aquí? — le preguntó serena.
—No lo hagas— soltó Marcus.
—Marcus, estàs ebrio. No puedes ni caminar correctamente. ¿A quién puedo llamar para que venga por ti? —dijo ignorando su petición. Y pese a todo el daño que le causó, ella todavía no podía dejar de preocuparse por él. Era algo instintivo y natural en ella.
En segundos el hombre se acercó hacia Lara y la cogió del rostro. Estaban tan cerca y la vez tan lejos.
—No lo hagas, te lo suplico— la desesperación en sus ojos formó una grieta en su corazón.
—Es mejor que te marches. No puedes estar aquí. Ve con tu familia, ellos te esperan en casa, Marcus. — trató de hacerlo entrar en razón. Asimismo, le dolía verlo y su corazón estaba en peligro de romperse nuevamente.
—No te cases con él. Tú no lo amas—esas palabras trajeron un silencio entre los dos que duró algunos segundos.
La muchacha puso sus manos sobre las de él, esas mismas que aún la sujetaban de las mejillas. Sus ojos nublados por las lágrimas lo miraron atentamente antes de hablar.
— Durante años luché por hacerte sonreír una vez más, tan solo una vez más y nunca pude lograrlo. Ella dejó en ti una nueva persona, más dura y fría. Lo acepté y decidí amarte mucho más que al chico alegre del que me enamoré. Pero luego ella volvió y logró en segundos lo que yo nunca pude. Sonreíste para ella. Y esa fue tu primera traición, la segunda cuando la besaste y la tercera cuando la elegiste.
—Lo siento, Lara. Lo siento mucho. — el hombre bajó la cabeza sin poder seguir mirándola a los ojos mientras lloraba roto. Sí, aquel hombre también estaba roto y ella ahora lo percibía, pero ya era demasiado tarde.
—Debes irte a casa. Hazlo y nunca regreses. Es lo mejor para ambos.
—Pero, ¿qué hago con el dolor que hay aquí? — Marcus tomó una de las manos de la mujer y la puso sobre su pecho, muy cerca de su corazón— No ha dejado de doler desde esa noche. Es desgarrador y me hace mucho daño.
—Lo sé... sé cómo se siente.
—Tú me amas a mí, no a él. Lo sabes. — el hombre necio intentaba pronunciar las palabras que la trajeran de nuevo con él.
Retirando la mano de su pecho y de la que aún sostenía una de sus mejillas para luego envolverlas entre las suyas, le hizo una última confesión.
—Escucha, está será la última vez que lo diga. Después de esto, nunca más te lo volveré a decir. Esto muere esta noche, aquí y con nuestros corazones— Respiró tres segundos antes de despedirse— Te amo, te amo demasiado y tal vez nunca deje de hacerlo. Pues no hay noche en que no te sueñe, no hay noche en que no te llore. Me siento rota y desecha cuando recuerdo que ya no estás a mi lado. Aún el recuerdo de tus ojos, de tu rostro, de tu voz me hace enrojecer y las mariposas en mi estómago quieren volver a volar alrededor de ella...
—Oh, mi Lara. Yo tam...— quiso decirle que él pasaba por el mismo infierno, pero ella no lo dejó continuar.
—Pero luego pienso en él y el dolor disminuye. Me envuelve en sus brazos y las partes rotas empiezan a juntarse. Lo veo sonreírme y una calidez inexplicable invade mi pecho. Después de sostenerme por horas mientras lloro por recordarte, él besa cada huella que las lágrimas dejaron en mis mejillas. Y lo que me hace quererlo cada día un poco más…, es que me elige todos los días.
No se rompió más porque ya no quedaba ni siquiera una pequeña pieza entera en él, pero después de aquellas palabras, cada partícula rota se volvió nada, ni tan solo un poco de polvo quedó.
—Prometiste nunca abandonarme…— cada palabra la dijo lentamente, casi arrastrando el sonido de cada letra y no por que estuviera ebrio, sino porque Marcus quería retrasar su partida, quería unos segundos más antes de soltarla completamente.
— Y tú frente al altar me prometiste dos cosas— y ahora fue ella la que llevó sus manos a las mejillas del hombre y las acarició por última vez— me prometiste amarme y para siempre, sin embargo, ninguna de ellas cumpliste. No cuando realmente debiste hacerlo. Y perdón si al tratar de unirme de nuevo, rompo mi promesa.
Derrotados por las decisiones que tomó el amor para ellos, al fin se soltaron. La puerta sonó muy bajo al cerrarse, pero los quejidos y lamentos de un amor que nunca prosperó a tiempo se oyeron tan alto que hasta el mismo pasado que alguna vez se burló de ellos, deseó nunca haber regresado a sus vidas.
FIN