La Enfermedad Del Revés

La Enfermedad Del Revés

Cuando el virus llegó todos, incluyéndome a mi mismo, pensamos erróneamente que solo sería por un tiempo. Cuando el gobierno anuncio la cuarentena indefinida, ingenuamente adelante los trabajos de la oficina todo con tal de poder divertirme un poco con mi esposa, Sam, la cual, al igual que yo, adelanto sus trabajos en la compañía en donde ejercía como traductora e interprete, en mi empresa.

En aquel entonces yo era dueño de una de las multinacionales más importantes de Corea, mi trabajo era duro pero las ganancias eran demasiado buenas como para dejar la empresa en manos de mi pequeña y avariciosa medio hermana Shuang, además de que las ganancias me permitían llenar de lujos a mi esposa.

¡Oh, mi amada esposa! Creo que todos los hombres lo piensan pero estoy seguro de que soy el hombre más afortunado del planeta, estoy casado con Sam, una diosa de piel trigueña llena de curvas y con el cabello ondulado más glorioso de la tierra. Nos conocimos cuando fui a la universidad y ella literalmente cayó del cielo, mi hermosa Sam estaba ayudando con algunas decoraciones para la escuela, sentada en el borde del segundo piso colgando un cartel, ella perdió el equilibrio y cayó del segundo piso, suerte que este guapo chico coreano estaba caminando justo debajo de ella y pudo amortiguar su caída. Aquellas tres costillas rotas fueron lo mejor de mi vida, porque tuve a esa diosa cuidándome todo el tiempo.

Amo a Sam sin dudar y lo daría todo por ella.

En la universidad había un pequeño grupo de estudiantes extranjeros los cuales nos reuníamos religiosamente a la hora del almuerzo para charlar. El grupo estaba conformado por Roger, un chico estadounidense, Madison, una chica francesa, mi medio hermana Shuang  — quien a diferencia de mí era de nacimiento china y no coreana —, su novio Kris — también de china — y la pareja escocesa de Sylvia y Rupert, también había un chico alemán llamado Jake, pero casi nunca estuvo con nosotros. Siendo sincero Jake no me agradaba, era demasiado coqueto con Sam, incluso cuando hicimos oficial nuestra relación él no dejó de ser tan jodidamente encantador con ella. Me irritaba. Con los demás tenía una buena relación, incluso ahora, casi una década después nos seguíamos reuniendo de vez en cuando para pasar el rato.

Sylvia y Rupert vieron la cuarentena como una oportunidad para reunirnos nuevamente.

Yo no estaba muy seguro, soló quería pasar el tiempo de cuarentena para satisfacer a mi perfecta esposa en todo lo que deseara y deleitarme con sus jugosas curvas, pero al final cedí ya que Sam extrañaba mucho a Madison quien termino felizmente casada con Roger, ciertamente yo también extrañaba a Madison, Roger, a mi hermana y mi cuñado, Sylvia y Rupert vivían prácticamente al lado nuestro, en una mansión victoriana algo anticuada. Nuestra casa era más bien pequeña, dos pisos con tres habitaciones arriba, dos abajo, una sala de estar y una cocina, era pequeño en los estándares del vecindario, pero el patio trasero lo compensaba todo, solíamos disfrutar de picnics improvisados junto a Sylvi y Rupert antes de que el mundo se fuera al carajo. Lógicamente mi esposa y yo nos quedamos en casa encerrados. Nunca nos preocupamos por la comida, ya que yo era quien me encargaba de todo lo relacionado con la cocina, yo compraba los suministros y mantenía un armario lleno de comida, Sam odiaba cocinar y odiaba salir, por ello yo mantenía la cocina llena con delicias fáciles de comer. Por fin la fobia social de Sam daba sus frutos.
No voy a mentir y decir que no me sentí aliviado cuando Sylvi y Rupert dijeron que los demás se quedarían en su casa, obviamente tendría que alojar a Shuang y su marido, pero era un pequeño precio a pagar con tal de no tener a Jake bajo el mismo techo que mi Sam.

Sam...

Claro que me sentía inseguro teniendo a ese rubio cerca de mi reina, en nuestros cinco años de matrimonio libre de hijos Sam no había hecho más que volverse más perfecta y hermosa. En los ocho años de relación que hemos tenido Sam no ha dejado de ser la mujer más hermosa del planeta, estaba dispuesto a luchar con uñas y dientes con tal de mantener a Jake lejos de ella, sabía que ella nunca me engañaría, al menos no sentimentalmente, pero, ya saben lo que dicen, "La carne es débil" y no quería arriesgarme a que otras manos tocarán esa piel trigueña que me volvía loco. Los primeros días de la reunión fueron divertidos, Madison nos dio la noticia de que por fin había obtenido un trabajo en un santuario en de vida salvaje en París, Roger obtuvo el asenso que quería y Shuang vino a presumir de su pequeña hija, Lynn de ocho años, Sylvi también nos dio la noticia de que por fin los tratamientos de la fertilidad que por años ella y Rupert estuvieron probando dieron sus frutos, y estaba embarazada de trillizos, Jake por otra parte permaneció muy silencioso durante casi todas nuestras charlas, con sus ojos azules siguiendo a Sam a cualquier parte. Bastardo malnacido. Todo era genial gozábamos del estupendo gusto culinario de Rupert, Shuang y Kris nos trajeron ingeniosos regalos a todos, Madison nos trajo una variedad de semillas para plantar en nuestra huerta y Roger nos cantaba patéticas pero graciosas canciones al lado de la chimenea, unos chistes por aquí, algún trago por allá y videos tontos de la universidad completaban los días antes de la tragedia. Todo era risas y recuerdos, todo era...perfecto.

Hasta que de repente ya no lo fue, hasta que sucedió: el virus muto. 

Los primeros síntomas del "La enfermedad de la carne" como había sido bautizada la enfermedad en internet era simple, la tos, una leve y seca tos era el primer síntoma, una tos que podría ser producida por cualquier cosa, incluso una pequeña mota de polvo podía crear la tos seca, pero el virus de la carne no se detenía en la molestia pulmonar, a las diez horas de contraer el virus el cuerpo empezaba a expulsar grandes cantidades de sangre, pero no lo suficiente como para matar a alguien, ojos, oídos, boca, nariz y cualquier agujero en el cuerpo era un conducto perfecto para la expulsión de la sangre, después de múltiples hemorragias ocurría lo peor: a partir de las hemorragias era un camino sin retorno, las heridas empezarían a...mutar; múltiples partes del cuerpo empezarían a cambiar, más manos, más piernas o múltiples ojos empezaban a crecer por todo el cuerpo; al finalizar no quedaba más que una masa de carne con muchas extremidades y otras cosas.
También existía un derivado de esta enfermedad, eran casi iguales pero con algunas diferencias, la llamaban la enfermedad de Picasso, ya que en algunos casos no crecían más extremidades, sino que estas poco a poco empezaban a cambiar de lugar en un proceso increíblemente lento y jodidamente doloroso, imagina que un día despiertas con el peor dolor de tu vida y cada día que pasa notas que tus piernas están más, y más separadas hasta el punto que tienes una pierna en el estomago, y la otra en la parte alta de la espalda, la mayoría solo vivían un par de días hasta que las extremidades cambiaban de lugar, la única forma de retener la enfermedad era amputando todas las extremidades y aún se corría el riesgo que el cuello empezará a moverse de lugar, ni siquiera quebrar los huesos o sujetar las extremidades con yesos funcionaban, solo aumentaban en el insoportable dolor, otro síntoma no tan común pero igual de horrible es que en vez de que las extremidades cambien de lugar la piel empieza a voltearse, literalmente dejando el cuerpo de la persona en carne viva, dejando a la piel debajo de la carne. Siendo sincero creó que quienes padecieron la enfermedad de Picasso son los afortunados, porque quienes tuvieron la enfermedad de la carne tuvieron un destino peor que la muerte.
Verán, aunque medicamente eran declarados muertos sus cerebros no dejaban de enviar mensajes a las múltiples extremidades provocando que se movieran, aquellas cosas que alguna vez fueron personas ahora eran un costal de carne con muchos huesos andantes, al principio el gobierno los declaró como inofensivos, no podían razonar, tampoco hablar, por eso no fue extraño ver esas cosas vagando sin sentido por las calles, no dañaban a nadie.




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