CATALINA
El aire fresco del patio me da en la cara, pero no logra calmar el fuego que tengo por dentro. Jess camina a mi lado en silencio, dejando que me desahogue con mis pensamientos. Nos sentamos en una mesa alejada, bajo la sombra de un árbol.
—¿Vas a contarme qué pasa? —pregunta Jess, clavando el tenedor en su ensalada—. Porque eso de "el mal hecho en carne humana" sonó que te referías a alguien en especial.
Suspiro, jugando con un trozo de pan. ¿Por dónde empiezo? No puedo contarle que me acosté con Liam. Eso se queda conmigo. Pero sí puedo hablar de lo otro.
—Sí, se trata del doctor Knight —admito, mirando mi comida para no ver su reacción—. Ese hombre… es un imán para los chismes. O para crearlos.
—¿El cirujano nuevo? —pregunta Jess, con los ojos un poco más abiertos—. ¿El que está… bueno, ya sabes?
—Sí, ese mismo. El que está… eso —digo, evitando la palabra "guapo" como si me quemara—. Johanna anda diciendo por ahí que él ya la eligió para su equipo, que hasta miraditas se lanzan.
Eso me hace recordar las que me dio a mí hace un momento atrás, o tal vez Johanna ya había llegado antes y a la que estaba mirando era a ella, y no a mí.
Eso no tiene por qué molestarme. Él puede mirar a quien quiera.
Jess pone los ojos en blanco.
—¿Y tú le crees? Johanna dice que el director del hospital le regala rosas. Es una mentirosa, ese hombre es casado y está muy enamorado de su esposa. Si el doctor Knight le hubiera siquiera lanzado una mirada, ya lo estaría contando por altavoz.
¿Tiene razón?
—Dijo que él mismo le confirmó que será parte de su equipo quirúrgico. Y que fue él quien empezó a coquetearle —insisto—. Esta mañana la escuché diciendo esas palabras en voz alta y en el área de enfermeros, si fuera una mentira no lo divulgaría de esa forma, lo haría escondida para que nadie se entere de que ella creó un chisme sobre el nuevo cirujano.
—Pues yo digo que si es solo un chisme, uno que ella quiere que se extienda por todo el hospital para que ninguna otra mujer siga pensando que tiene esperanzas con ese guapo.
—En parte puede ser. La muy víbora claramente quiere enredarse con él.
Jess se queda con la boca abierta.
—No lo dudo ni un poquito, esa y muchas otras quieren terminar en su cama —suelta una risa forzada.
Sus palabras me golpean con una fuerza inesperada. Un nudo frío y pesado se forma en mi estómago. "Esa y muchas otras..."
La frase resuena en mi cabeza, seguida de imágenes que no quiero tener: Liam sonriéndole a Johanna, Liam mirando a otra enfermera con esa intensidad que creí reservada para mí, Liam llevándose a alguien más a su ático...
Siento un pinchazo agudo en el pecho. Es como si alguien me apretara el corazón con fuerza. ¿Esto son celos? No, no puede ser. No estoy celosa.
Lo nuestro fue solo de una noche, un error que no volverá a ocurrir.
Pero entonces, ¿por qué me afecta tanto pensar en él con otra persona?
Trato de disimular, llevo un trozo de mi ensalada a la boca, pero la lechuga me sabe a cartón. Mi pulso se acelera y siento que la sangre me quema las mejillas. Espero que Jess no note cómo sus palabras me han afectado.
—Bueno, allá ellas —digo, forzando un tono indiferente que no siento—. Con tal de que no me involucren en sus dramas, que hagan lo que quieran.
Pero por dentro, algo se ha quebrado. Una mezcla confusa de posesividad, inseguridad y rabia me recorre.
Rabia contra mí misma por importarme. Rabia contra él por ser quien es: ese hombre que, sin proponérselo, ya tiene a medio hospital suspirando por él.
Y aquí estoy yo, otra más en la lista, sintiendo cosas que no quiero sentir por alguien que no debería. Él ahora es un compañero de trabajo y nada más, tampoco es como si hubiera sido algo, solo tuvimos una cita y ya.
Eso nunca nadie debe de saberlo.
De repente Jess suelta una risita y me mira con complicidad.
—Ay, Cata… suena a que estás celosa. ¿Seguro que no te gusta ese hombre?
—¡Qué! ¿Yo celosa? —me señalo con un dedo en el pecho—. ¡Para nada, ese hombre no es mi tipo! —sacudo la cabeza negando lo que ella dijo. Siento que me arden las orejas—. ¿Acaso te golpeaste la cabeza? —evito verla a los ojos y agacho la mirada a mi ensalada—. Además, no es tan guapo. He visto hombres mucho más buenotes que ese cirujano. No sé qué le ven ustedes, la verdad. Tienen muy malos gustos.
Mientras suelto todas esas palabras, noto que Jess hace unos ojos enormes y me hace señas con la boca para que me calle. Pero no capto el mensaje a tiempo.
Una voz masculina, profunda y familiar, suena justo detrás de mí.
—Bueno, me alegra saber que cumplo con los estándares de la enfermera Rivera.
Me quedo completamente congelada en la silla. Sin parpadear. Sin respirar. El mundo se detiene por un segundo.
Jess se lleva la mano a la frente, como si quisiera desaparecer.
Lentamente, muy lentamente, me giro en la silla. Y me encuentro con esos ojos azules que casi me perforan.
Liam Knight está de pie, con una sonrisa demasiado amplia en los labios. Sus ojos brillan con diversión pura.
¿Esto le causa gracia? ¿Se está burlando de mí?
—Doctor Knight —logro balbucear, con la voz quebrada—. Yo… no…
—No se preocupe —dice él, con tono casual—. Todos tenemos nuestros gustos. Por suerte, mis habilidades en el quirófano no dependen de mi… belleza.
Jess tose para disimular una risa. Yo quisiera que la tierra me tragara en este momento.
—Buen provecho, señoritas —concluye Liam con una leve inclinación de cabeza, y antes de irse me lanza una última mirada parecida a la que me dio cuando cruzó conmigo en el consultorio del doctor Green.
Cuando quedamos solas de nuevo, Jess me mira con los ojos llenos de lágrimas de risa contenida.
—¡Tienen muy malos gustos! —repite lo que dije pero forzando un tono que según suena cómo yo—. ¡Eso fue cardíaco, Cata! ¿Cómo es que no notaste mi señal?